Por la negrura de aquellas manos
que controlaban el orizonte
se escapaba una verdad,
corre desesperada,
agoniza endiosada,
cubre su cuerpo con un manto de seda
oscura, negra, marchita,
corrompiendo la sangre derramada,
inculcando el odio en sus ojos
al temor de la mezquindad
que solo supo enseñarle la humanidad;
aquellas promesas,
aquellas falsas promesas,
guardadas siempre en un candil
que se apaga mientras regresa
el recuerdo, la memoria de los no muertos,
la impaciencia por no vivir.

Recupera la dulcura,
muere de felicidad
y recuerda que al final...
siempre llegará el fin...
¿para que buscar?
¿para que sufrir?
¿Porque no vivir?