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DISFRUTE CULINARIO
Aquella tarde exhibían “Cinema Paradiso” y Leticia había insistido en volver nuevamente al cine a disfrutar aquella maravillosa película. Sin oponer algún tipo de resistencia decidí complacer nuevamente su gusto cinematógrafico.
Sólo puse como condición que al otro día deberíamos comer mariscos, pero Leticia insistió en su recomendación de acudir a un nuevo restaurante que había descubierto desde hacía aproximadamente un mes.
“El menú es sencillo pero de un sabor exquisito” - argumentaba ella con una ligera pero convincente sonrisa a la que era imposible imponer alguna negativa-.
Así que con el antojo de los mariscos pospuesto para mejor ocasión llegamos Leticia y yo tomados del brazo hasta el restaurante recomendado.
Había pocos comensales que degustaban sus platillos con una expresión de total disfrute. “Por lo menos es buena señal de que los platillos son los mejores”, pensé.
El mesero se acercó con la carta para que pidiéramos nuestra orden. Leticia hizo una señal de no y pidió la especialidad de la casa. El mesero asintió con la cabeza y se retiró.
Observé la decoración del restaurante y era discreta pero de buen gusto. Su propietario conocía a la perfección las tonalidades combinadas de las paredes, los muebles y la iluminación para hacer de aquel lugar el sitio ideal para el disfrute gastronómico.
Hablamos de nuestros planes laborales. Yo estaba eufórico por la posibilidad de que me aprobaran un proyecto literario que posteriormente se convertiría en una serie televisiva en la que había puesto toda mi fe.
A Leticia la vi más serena en sus planes futuros. “Tendré que viajar muy pronto; por ello no quiero hacer planes a largo plazo”, me decía. “Pero formaré parte de algo que pronto conocerás y posteriormente tú también tendrás esa oportunidad”… sonrió con dulzura. Sólo contemplé su rostro y le devolví la sonrisa.
El mesero llegó con la bandeja de servicio. El primer platillo era una especie de caldo que despedía un olor agradabilísimo. Carecía de algún tipo de guarnición o carne que lo acompañara. “Te quedarás sorprendido de su sabor”, exclamó Leticia. Probé y en efecto… era una maravilla. Apuramos el contenido y el mesero rápidamente nos sirvió lo que era en sí el plato fuerte. Degusté aquel corte de carne como nunca antes. Era exquisito… sólo lo acompañaba un brócoli cocido. “Si agregas algo más matas el sabor de esta maravilla culinaria”, me explicaba Leticia.
Salimos y la acompañé hasta su casa. Nos despedimos y esperé en la calle hasta que cerrara la puerta.
Pasó un mes y el cine y el restaurante se convirtieron en la pasión mutua de Leticia y yo. Parecíamos niños con el goce total de una buena película y los dos platillos que degustábamos opíparamente.
Me dijo Leticia que aquella sería la última ocasión que estaría en el restaurante. Aquel viaje la apartaría de aquella maravilla culinaria… y de mí.
“Pronto me alcanzarás… no estés triste. Pronto formaré parte de ti y tú serás parte de mi”… y su sonrisa era más hermosa que nunca.
Después de ese tiempo los comensales ya nos conocíamos y nos saludábamos como si fuéramos familiares. La mayoría acudía diariamente y otros ya no volvían después de un tiempo, quizá en busca de nuevas opciones.
Degustamos nuevamente aquel caldo exquisito y nuestro corte de carne acompañado del brócoli.
Llegó el mesero, recogió el servicio de cubiertos después de nuestra comida y se despidió de nosotros. Antes de salir del restaurante el mesero le dio unas suaves palmadas a Leticia en el hombro derecho y ella hizo una señal de asentimiento y le devolvió la mirada.
Me despedí de Leticia en la noche. Le desee buen viaje y volví a casa triste porque no la vería en un buen tiempo…
Eran las 3 de la tarde y creí que por estar solo no tendría hambre… Sin pensarlo me encaminé al restaurante habitual y sin pedir la carta me fue servido el caldo y el corte de carne… Después al cine… sin ella la película no era igual…
Trabajaba por inercia, sólo por cumplir. Miraba con ansiedad que dieran las 3 de la tarde para irme a comer… Mis pasos invariablemente me llevaban al restaurante aquel… y mi menú el mismo… Dejé de ir al cine… no era de mi interés sin ella…
Noté que había nuevos comensales. Ya no reconocí a los que estaban ahí. Tal era mi distracción… Además Leticia no se había comunicado conmigo desde que partió.
Antes de salir vi que el mesero se acercó a un comensal y le dio tres suaves palmadas en el hombro al servirle la entrada y el corte de carne. El hombre asintió con una ligera sonrisa al igual que sus acompañantes.
Entonces… entonces comprendí… aquel caldo y la carne éramos nosotros mismos. Los comensales, después de un tiempo, nos convertíamos en el exquisito menú que degustábamos, aquel platillo que no necesitaba algo más para tener ese sabor tan especial al que nos volvíamos adictos inmediatamente y que nos impedía comer cualquier otro alimento.
Antes de salir se acercó el mesero y me dio las tres palmadas que indicaban mi paso de comensal a menú y alcancé a ver un brillo especial en la mirada de los demás comensales que degustaban su platillo… del cual posteriormente formarían parte.
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Texto agregado el 19-11-2004, y leído por 215
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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20-11-2004 |
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Tu cuento es realmente rico en la narrativa que manejas, un sentido ágil y limpio como el de los buenos cuentistas. La redacción me gusto mucho. Ojalá no sea la oltima vez que distrute un texto tuyo.
Solo me queda decir de tu cuento que :"El menú es sencillo pero de un sabor exquisito" EsTRAMBOTICA |
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20-11-2004 |
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Tu cuento es realmente rico en la narrativa que manejas, un sentido ágil y limpio como el de los buenos cuentistas. La redacción me gusto mucho. Ojalá no sea la oltima vez q EsTRAMBOTICA |
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19-11-2004 |
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¡Que buen relato! y con un final escalofriante. Lo disfruté. Gracias. marimar |
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