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En la fatídica noche
los dioses me aguardaban en la iglesia
sola y abandonada
junto a una botella de wiskey ecocés
y penumbras
que cobraban vida mientras
el cigarrillo se consumía con desprecio y pereza.
Tan sólo alguna etérea compañía fruto
del cansancio y los excesos
embadurnaba de fantasías
mi excelsa y perturbada mente entre
proyecciones astrales
y el más sangre de los rojos
en el cual se bañaba el quimérico falo de la existencia.
Estaba dfispuesto a todo.
Incluso a seguir un día más.
Diecisiete años de escombros.
Piquero, ayúdame.
Hagámos de estas ruinas un lugar habitable. |
Texto agregado el 19-11-2004, y leído por 156
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