Inicio / Cuenteros Locales / mongolongo / El cerebro
Unas bienintencionadas manos acarician el cerebro. En un tarro colocado lejos del primer estante, yace el cerebro de un hombre que una vez fue un ser independiente. Ahora es su yo amorfo. Cada pausa lleva a una más, y ésta a otra. Las pausas se suceden unas a otras sin pausa. No es lo que piensa -piensa el cerebro- pero es así. Casi ausente, recapacitando, se rinde al sueño agónico. Dosis casi letales. Aguanta. Bien, póngale otra y volvamos a comenzar el interrogatorio.
Él corresponde de inmediato. Más allá del algo, aparecen formas geométricas, levitantes criaturas que vibran al acercarse. La visión se despliega a su paso en las caras infinitas de las figuras. Espejos perfectos reflejan el vacío de su alrededor. La luz que emiten no aparece. Ha sido absorbida.
El cerebro se cansa pronto de los juegos. Porqué no ha muerto? No hay un cuerpo que controlar, nada de que valerse. Solo queda él, la más íntima sustancia. Sin ojos para ver lo físico, depende del lado del cerebro en el que pocas veces entra. No podía saber la clase de acercamiento que buscaba cuando empezó a desear encontrarlo. No hay nada. Ahí no hay nada. No hay días. No sabe cómo pasa el tiempo. En ocasiones tiene encuentros como éste. Qué significa todo esto?
NO!
No es nada. Y algo debe haber, algo que ver...
|
Texto agregado el 23-06-2003, y leído por 253
visitantes. (0 votos)
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login
|