Mi camino al Rocío
Yo hice el camino al Rocío sin promesas que cumplir, sin deudas que pagar, sin garganta pa´ cantar. Yo hice el camino al Rocío arrastra por la hermandad, bajo las faldas de un Simpecao que ni de espaldas me dejaba de mirar. Yo hice el camino al Rocío porque en mi corazón latía esa necesidad, porque mi alma crujía de pena al ver pasar a la hermandad. Dos años llevaba con esa necesidad, dos años quedándome atrás, dos años diciendo otro año será. El olvido de una medalla provoco el encuentro con un peregrino que me invito al camino. Sin mirar lo que dejaba atrás me eche a andar llevando por todo equipaje pañuelo en el pelo, calcetines y un alma que bullía de alegría. Antes de llegar a la Rábida un sombrero ya lucia, y en Bodegones Juan Villa, rociero y peregrino, su manta hizo mía. Yo que fui al camino sin na´, que por no llevar no lleve ni palmas pa´ tocar, que el miedo a no poder llegar no me permitía ni hablar. Yo que fui al camino sin na´, y no tuve ninguna necesidad. Agua para compartir, dolores que comentar, ánimos que recibir, sol para sudar, brisa para aliviar y camino para andar. Yo hice el camino al Rocío sin volantes, lunares ni flor en el pelo; sin más adorno que romero en el sombrero, sudor en la frente y dolores en las piernas, sin más adorno que un alma inquieta llegue a sus puertas. Bautizo en el charco, Repentina me pusieron. Yo que lo viví te puedo decir que en el camino del Rocío no solo hay baile y cante, no solo hay vino y comida también hay devoción y hermandad, peregrinos que te enseñan, hermanos que te dan lo suyo aún a costa de quedarse ellos sin na´. Este fue mi primer camino pero seguro que no es el último. A todos los que encontré en mi camino quiero dar las gracias, gracias peregrinos.
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