Maria decidió apagar el proyector tridimensional, había poco en este mundo que llenara el vacío que ella estaba sintiendo. El control del proyector se sentía frío al tacto –vacío. Al posar su dedo sobre el área sensible del control, el mundo virtual, falso, dejó de existir. “Ojalá y fuese así de fácil”
Se levantó de su sillón, el mismo donde tantas veces los dos habían pasado noches en vela, discutiendo sobre el papel de los estudios académicos de María en su carrera como concertista es Buenos Aires. Ahora, ella ni siquiera tenía el deseo de tocar su vieja arpa.
El pasillo hacia la cocina parecía interminable, repleto de artefactos luminosos, faltos de vida, dispuestos a realizar su función en cuanto ella dispusiera. Se preguntó cómo era cuando la gente tenía que peinarse por si misma, cepillarse los dientes o siquiera vestirse sin la ayuda de dispositivos electrónicos. Ella solo tenía que decirlo y un sin fin de aparatos la rodearían en un instante y todas sus necesidades quedarían satisfechas. Todas excepto una. Ahí es donde entraba el.
Al llegar al marco de la puerta de la cocina, no pudo contenerse más. La cocina estaba tan vacía sin el. Simplemente un espacio muerto. Las lagrimas rodaron por su tierno rostro, hasta llegar a su mentón, fino y delicado (algo que siempre le gustó a el), para caer al piso como la primer gota de lluvia de una tormenta que dura por meses. En seguida, dos brazos mecánicos salieron de la pared, uno con una delicada toalla de algodón dispuesta a secarle su rostro, la otra dispuesta a limpiar de la misma manera el suelo. Al sentir la toalla en su cara, María arremetió contra los brazos con todo el dolor acumulado por meses.
Tirada en el suelo, llorando desconsoladamente, rodeada de un par de tubos metálicos, cables… soledad. De hecho, el la hubiera consolado igual que los brazos de la pared: Hubiera buscado la toalla mas fina, avanzado gentilmente hacia ella, y estirando su brazo hubiese secado hasta la última partícula de tristeza de su rostro. ¡Pero el la hacía sentir amada! No solo sabía que debía secar la lágrima, como esos estúpidos brazos, sabía que debía consolarla, quererla, amarla.
¿A caso ya no más?
Un timbre la trajo de vuelta a la realidad. Era el comunicador holográfico. “El siempre contestaba”
Estirando el su brazo, María alcanzó un área sensible en la pared, de la misma manera que en el control del proyector. Al instante, dos franjas de luz verde, paralelas en cada pared del pasillo, desplegaron una visión perfecta de un individuo que podría bien encontrarse a miles de kilómetros de distancia. El rostro era pulcro y amable. Ella ya lo conocía: Había hablado con el solo minutos después de haber perdido su felicidad.
- “Buenas tardes… eh… espero que sea oportuna mi llamada señorita…”
- “Nada lo parece desde hace semanas.”
- “Siento su perdida, de hecho, esa es la razón de mi llamada”- dijo el individuo ahora un poco mas seguro de si mismo. María se limito a secarse las lágrimas del rostro e intentar parecer interesada en lo que estaba por escuchar.
- “Hace tres semanas, usted reportó la perdida de su Unidad Personal Cibernética. Solo hablo para avisarle que la garantía aun es valida, así que puede pasar a recoger su nuevo UPC a nuestras oficinas el día que usted desee. Solo requeriremos su autorización de envío pulsando el mando W-2 del panel central de su hogar, el trámite…”- el individuo fue detenido.
- “¡¿Cómo puede usted sugerir que cambie a mi UPC por otro cualquiera!? ¡No tiene idea de lo que vivimos juntos! ¡No puede llegar simplemente a querer ocultar la falta de su compañía!”- Grito María con todas sus fuerzas. Su interlocutor pareció dudar antes de responder:
- “Sabemos como se siente, los UPC son un gran confort tanto para el cuerpo como para la mente, por eso los creamos así, pero sinceramente usted fue demasiado para el procesador del UPC. El simplemente no resistió. Por ponerlo de otra manera, el también se enamoró de usted y sencillamente no estaba programado para eso.”
Ahora María estaba inconsolable. Las lágrimas corrían como un río en sus mejillas. Los demás dispositivos de la casa comenzaban a notar el aumento en el ritmo cardiaco de María, al tiempo que una voz sintética proveniente de algún rincón de la casa le advertía el riesgo de ese aumento, sugiriéndole llamar a un médico. Al ver esto, el representante comercial pareció arrepentirse de haber dicho lo que había dicho:
- “Mire, realmente lo siento. Sabemos el efecto que una unidad UPC puede tener en una persona… eh…”- Se detuvo, ganando tiempo para buscar la palabra adecuada para terminar la oración- “… en una persona solitaria.”
- “Querrá decir infeliz…”- respondió secamente María. Ahora el representante parecía afectado también.
- “Mire… no solemos hacer esto, pero viendo su situación, creo que podríamos hacer una excepción. ¿Ha oído usted hablar del UPC-2?”
- “No…”
- “Bueno, es la nueva generación de UPC’s. Mas capaces, rápidos, cariñosos… hasta el punto de amar…”
Al escuchar esto, el rostro de María pareció desfigurarse. De un solo brinco se levantó, haciendo a un lado con su pie los restos de los dispositivos que había destrozado. Tropezando, llegó al panel central de su hogar.
- “Mando W-2”
- La felicidad al alcance de todos-
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