Inicio / Cuenteros Locales / La_columna / Las despedidas (Columna de un jueves adiosista) Por Santacannabis
“Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado”
Jorge Manrique
Hay diferentes convenciones sociales que nos permiten convivir. Dar las gracias, saludar y despedirse son quizá las más comunes. Sin embargo “despedirse” contiene una carga emotiva que supera a la convención. Evidentemente no me refiero a las despedidas ocasionales, si no a Las Despedidas. Esas que cierran círculos, que nos llevan lejos, que nos dejan con la incertidumbre del reencuentro o con la certeza de un adiós definitivo.
De entre las diversas despedidas, la más emblemática y sufrida después de la muerte (que es La Despedida de Las Despedidas); es sin duda la amorosa que a veces puede tener la contundencia de una telenovela y asumir diálogos clásicos del tipo “Hasta nunca”, mientras que otras simplemente ocurren con los días, poco a poco hasta que se desvanecen sin haber pactado nada. Entonces nos damos cuenta de que en esa despedida prolongada sólo fuimos generando rencores y tristezas o aburrimientos mutuos. Un día no te saludo y ya no me despido, ya no somos nada. Aunque de la nada no proceda nada. Por eso, para mí, lo peor que despedirse cuando no es el día de La Despedida. Me hace falta la solemnidad del rito que vuelve a un beso inolvidable sólo porque se sabe que es El Último Beso. La despedida es ese evento abigarrado de emociones falsas, es como maquillar al mismo muerto que pellizcamos durante su agonía, es decir adiós con una mano mientras la otra sostiene la perilla. Es un plaf en las narices y luego un arrepentimiento en la punta de los ojos.
También son dolorosas las despedidas de los amigos. Las frases como “Te acuerdas cuando…” casi siempre intentan tapar con un recuerdo el adiós que se aproxima. Hacemos de la despedida una fiesta para llevarnos el recuerdo de las risas, de todos reunidos, de lo bien que lo pasábamos. Es precisamente ahí donde radica su carga simbólica: Despedidas de soltera o de soltero para marcar un salto a otra vida. Despedidas escolares, como fin de una etapa en grupo. Necesitamos conocer el principio y el fin de las cosas. Llamar enero a enero y diciembre a diciembre. Saludar y despedirse.
Yo sí necesito el ritual. La copa del vino bueno que guardamos en pos de un brindis menos amargo, el adiós explícito y el luto posterior. Cada quien tiene sus fórmulas y cada adiós es una ceremonia paliativa. Y aunque por una parte soy muy escéptica, por otra soy irremediablemente cursi. Así que para decir adiós, me funciona lo que Jorodosky llama psicomagia, que es un acto de curación y una metáfora para el inconsciente. El arte también debe servir para curar. Así que cuando voy a despedirme de algo o de alguien preparo el escenario y procuro registrar todo, porque si de cualquier manera tendremos que cargar con el recuerdo, por lo menos permitámonos entenderlo, digerirlo y seguir adelante. Decir adiós es una forma de saldar las cuentas pendientes, de reconciliarnos con una etapa, de intentar dar por concluido un asunto.
Ahora mismo, estoy buscando cajas de cartón para guardar mis cosas. Se aproximan las despedidas que procurarán dar fin a una etapa importante para mí. He decidido hacer pequeñas herencias a los que se quedan, viajar ligera de equipaje y desentenderme de tanta parafernalia que no sé cómo fui adquiriendo a lo largo de este tiempo. Estoy planeando hacer una gran fiesta en donde estallen las bocinas y los vidrios del vecino. Me quiero ir con mucho ruido porque si hay silencio y lo pienso dos veces, probablemente no me vaya.
Y es que, la verdad, después de tanta palabra debo asumir que no sé decir adiós, no puedo hacerlo. Pensar en las paredes vacías y en las ventanas frías y despejadas, me da pavor. Eso sí, la puerta se queda abierta, azotándose con el viento y dejando pasar a cuanto tiempo pasado haya sido mejor…. Y ninguno es mejor, pero se dejan ocurrir como un día lluvioso sin paraguas.
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Texto agregado el 18-11-2004, y leído por 3385
visitantes. (7 votos)
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Lectores Opinan |
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23-11-2004 |
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A todo esto, que bonito es esto... Creo que juegas con ventaja, tu sabes donde vas, al menos... Saludos. nomecreona |
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21-11-2004 |
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Lo bueno de una despedida es que lo que viene a continuación es un recibimiento y estoy seguro que tú serás muy bien recibida, pero que muy bien... barrasus |
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20-11-2004 |
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Ays! A mí, que me gustan tan poco las despedidas... Por eso las suelo preferir rápidas, porque en esos instantes me sale la vena sentimentaloide y me da pena irme, aunque esté deseándolo. Me invade una sensación tonta de estar abandonando, incluso siendo consciente de que no abandono nada. Pero, en el fondo, supongo que las Despedidas, si son deseadas, son como las crisis: dan vértigo, pero no son más que procesos de cambio. Pero, claro, cuesta tanto a veces soltar amarras... En fin, ánimo y piensa en los paisajes que te va a traer tu nuevo viaje! ;-) Besoooooos! moebiux |
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19-11-2004 |
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Es relativo lo de las despedidas, pues ahora, al menos físicamente nadie puede estar realmente "lejos". Sin duda, no hay nadie más duro de despedir que a quien decidimos arrumbar en un rincon de la memoria (con o sin rito), y sabemos que en adelante le esperan nada más que telarañas y caca de ratón.
En fin... soy atea, pero me gusta esta:
Que pueda el camino subir hasta alcanzarte.
Que pueda el viento siempre soplar a tu espalda.
Que pueda el sol brillar cálidamente sobre tu rostro
y las lluvias caer con dulzura sobre tus campos,
y hasta que volvamos a encontrarnos
que Dios te sostenga en la palma de su mano.
(Oración Irlandesa)
sirena_viuda |
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19-11-2004 |
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Excelente reflexión, pertenezco a una institución "El Caleuche" en que nos despedimos con la frase - ¡Salud y viento a un largo! jorval |
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