Segunda mención de honor, Concurso de Cuento y Poesía de loscuentos.net. Categoría: Cuento
El caso del feliz hombre de negocios
Por: Ninive
Gerardo Antón era un ejecutivo exitoso y feliz. Viajaba a menudo a países de los que conocía sólo hoteles o aeropuertos y una vez acabados los meetings se trasladaba a otro lugar y casi nunca pernoctaba más de una noche en los sitios que visitaba.
Los suyos se habían acostumbrado a su forma de vivir y la esposa comentaba risueñamente que el marido los dirigía por control remoto.Cada regreso al hogar era una fiesta ya que sabía reparar su ausencia con regalos y atenciones.
Tenía cincuenta años pero aparentaba menos gracias al teñido del cabello y a su silueta de muchacho.
En cierta ocasión Gerardo retrasó cuatro días el regreso a casa, sin avisar a la familia. Al llegar dijo, sin dar más detalles, que había tenido un accidente banal y que a eso se debían el atraso y los moretones de su rostro y de su cuerpo. Parecía muy abatido. Durmió durante dos días y al despertar comió con avidez. Canceló todos sus compromisos y a pesar de los ruegos de los familiares se negó a consultar a un médico. Pasaba los días postrado en la penumbra de su cuarto y lo único que vencía su apatía, era el apetito descomunal.Los efectos de esa dieta comenzaron a dejarse ver, su angustia crecía y finalmente accedió a visitar al médico de familia quien lo halló sano, pero en condiciones psicológicas alarmantes.
El médico lo derivó a mi consulta. Recibí del colega un amplio informe, pero durante los primeros meses no obtuve ninguna colaboración por parte de Gerardo Antón. En general, lleva un cierto tiempo hasta que el paciente baje sus defensas, pero empecé a temer que las de Antón fueran muy resistentes. Hablaba con profusión de su infancia, de sus éxitos y de su familia, pero en lo referente al " banal accidente", mantenía un mutismo absoluto.
Cierto día, una fotografía colgada en una pared de mi estudio desmoronó el dique de sus emociones. Era una foto de las Pirámides de Egipto que siempre estuvo allí, pero que él recién notaba.
Las palabras comenzaron a salir de su boca a borbotones, con una voz de falsete que no parecía suya. Supe que su último viaje lo había llevado a Egipto para concluir un arriesgado acuerdo político-comercial y que al llegar al hotel había sido atacado en su habitación por unos hombres, que sin duda lo cloroformaron. Despertó más tarde, acostado en el piso de una especie de celda, desnudo y aterido de frío .
Gerardo Antón hablaba gesticulando y su rostro arrebatado chorreaba sudor. Lo escuché sin pestañear; no es raro que un paciente asustado por cualquier motivo se refugie nuevamente en el silencio.
En respuesta a sus gritos entraron varios individuos,dos tres,cuatro, no recordaba...Lo golpearon y luego abusaron de él sexualmente.Soportó ese ritmo de maltratos,golpes y repetidas violaciones, durante tres días. No recibía comida y podía beber sólo el agua de una lata, colocada en el suelo. Para saciar su sed debía hacerlo como un animal.
Se calló. Le dije empáticamente: “Habrá sufrido mucho...”
Gerardo Antón saltó de la silla mirándome como un demente, tenía los ojos enrojecidos y brillantes. Se precipitó hacia la puerta y antes de salir gritó:
“¡Fue horrible,!¡ Me gustaba!”
Aturdido por el impacto tardé en seguirlo.En la sala de espera encontré a mi secretaria que miraba horrorizada la ventana abierta de par en par.
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