Primera mención de honor, Concurso de Cuento y Poesía de loscuentos.net. Categoría: Cuento
Confesiones de un escritor para su cuento limitado
Por: Intelecto
Tengo seiscientas palabras para contarte. Sé que no te gustan los límites, que preferirías extenderte como si fueras el Deuteronomio, pero en ocasiones todos debemos seguir reglas, y por lo tanto, intentaré recompensarte adornando tu ritmo con palabras frescas, de las que suelo usar cuando me siento frente a la computadora con mis otros hijos, que vienen a ser tus medio hermanos; ya sabes, la inspiración es ocasionalmente, una diferente madre.
Acabo de leerte y puedo ver cuanto has crecido, cuando llegues al próximo punto serás un pequeño de noventa y tres palabras. Tu nombre se me ocurrió justo cuando naciste, y creo que no hubiera podido escoger uno mejor. Ahora recuerdo lo fabuloso que fue engendrarte, lo difícil de tu primer paso, y el primer salto de renglón que diste solo. Mientras llegas a donde debes llegar, crecerás conmigo a tu lado y en ese tiempo te prometo que sólo estaré contigo. Los pocos que están ansiosos por conocerte, mis reducidos lectores, tendrán que conformarse con visitar una y otra vez a tus hermanos, y jugar con ellos a encontrarles un lunar nuevo.
Estás a punto de llegar a la mayoría de edad. Si te parece apropiado, haré para ti una fiesta, en la que enredaré una metáfora sobre tus pacíficos ríos, mientras cuelgo de tus frases bombas coloridas, dilatadas, fastuosas, livianas, explosivas y elásticas como el polisíndeton; o si lo prefieres, haciendo honor a tu practicidad, te compraré un símil tan pequeño como la tilde del apóstrofe, aunque eso es realmente poco para alguien que se merece una hipérbole que permita colocar a las torres Petronas en lugar de las dos primeras letras de tu llanura, la cual, tus lectores recorrerán con un galopar onomatopéyico de cataplán, cataplán, cataplán.
Y si comienzo un párrafo como acabo de hacerlo, habrá quien diga que es poco ortodoxo, pero ya sabes que sólo me importa que te sientas bien hecho, que con orgullo puedas publicar mi nombre debajo de tu título, y cuando te lean puedas mostrarles, párrafo a párrafo, que no es coincidencia nuestro parecido como buen padre e hijo. Tienes que ser fuerte, ya sabes a que me refiero; mientras un par dirá que eres original y creativo, no faltará el que venga y diga que no reflejas mi estilo, que te pareces a otro que suele estar en un libro; como también verás pasar sobre ti la mirada de los que no dicen nada, y ya puedes imaginarte como duele. Eres mi imagen, y lo suficientemente grande como para entender lo que digo, ya tienes cuatrocientas treinta palabras y podría dejarte hasta aquí, pues como eres, ya cumpliste tu objetivo, pero sé que me pedirás que te termine como lo planeamos.
Si usara la escala de equivalencia entre la edad de los humanos y la de los cuentos, podría afirmar que a esta altura eres mayor que yo. Hasta aquí parece que has crecido como los hombres, vendiendo tu niñez por una adolescencia, que algunos de los que hasta aquí han leído, no entendieron; y pasando luego a la adultez te hiciste maduro y único, pero ahora ya te veo las palabras grises como canas, así que, como una última recompensa por aquello de tu límite, te confesaré algo que ninguno de mis hijos sabe, y es la razón por la que escribo. Lo hago para que una parte de mí se quede con ustedes, pues un día llegará mi hora y ya no estaré, a diferencia de los cuentos, que como tú mismo harás cuando llegues a seiscientas palabras al estrellarte con un punto final, jamás mueren.
|