El bar era deprimente. La penumbra que pretendía ser acogedora y confidencial, resultaba acusadora, lugubre.

Hacía poco mas de un año que iba a ese mismo bar. Siempre volvía del trabajo y me detenía a tomar una cerveza. Siempre me sentaba en el recodo de la barra que daba al pasillo del baño. Era el sitio mas oscuro y podía verse mejor el resto del antro. Me agradaba.

Aquella noche había un personaje nuevo. Me fue facil reconocerle ya que la concurrencia al lugar era bastante selecta. Dos borrachos que vivían allí, el cantinero y yo.

Aquel hombre parecía la encarnación de la desesperación. Tenía el traje completamente desordenado, despeinado hasta el punto de la comicidad, su mano izquierda temblaba sosteniendo un cigarrillo a medio fumar y su cuerpo se tensaba cada tanto como intentando contenier una arcada.

No le dí importancia al caballero, se ven en todos lados los inconformes, los nostálgicos, los melancólicos. Me dediqué a labores mas productivas como acabar mi cerveza y calar mas el exquisito puro que el cantinero compraba exclusivamente para mi.

Estaba yo en mi importantisima labor cuando aquel hombre, cruzó a mi lado camino al baño y se disculpó por un inexistente roce. Sus ojos estaban congestionados, como si hubiese reprimido el llanto por mucho tiempo. No le dí importancia y continué en mi ardua labor.

Me sorprendió de aquel personaje su edad. En realidad era mas joven de lo que yo esperaba. Tenía tan solo 22 años, cuando habría jurado que tenía por lo menos unos 35.

La verdad es que el joven se antojó de un puro y se lo pidió al cantinero, a lo cual este le dijo que eran mios y que debería acudir a mi si deseaba uno. Resultaba una escena ridicula, aquel joven tímido pidiendome puros.

En fin que se sentó a mi lado y empezó a hablar como un poseso. Que mi novia me dejó. Que no puedo vivir sin ella. Que es lo mejor que me ha pasado. Que en fin.

No pude resistir la tentación y pedí la botella de Merlot que tenía guardada para una ocasión especial. Fuimos a una mesa y nos llevamos par puros.

Muchacho -le dije, interrumpiendo su cursi perorata- la vida es así. Mujeres van y vienen. Algunas serán malas y otras seran peores. -El brillo en sus ojos mostraba tal ansiedad por hablar, que solo guardaba silencio por la experiencia que veía en los mios-.

Usted no es el primero ni el último que ha llorado por causa de una mujer. Así como no es solo una la mujer que ha llorado por culpa de un hombre. La vida es muy corta, pero en el camino encontrarás muchas mas mujeres. Un dia encontrarás la indicada. Mientras tanto, dejese de cursilerias. Deje de estar tomando como cosaco. Deje de lado la autodestrucción. Coma, haga deporte, siga con su vida. En realidad usted no al extraña a ella. Extraña lo que vivió con ella, y eso ya nunca podrá ser de nuevo.

El sermón se postergó por una larga hora. Terminada la botella tomé mi abrigo y me fuí, dejandole los puros sobre la mesa.

Ahora paso por el bar de regreso del trabajo y no puedo evitar echar un vistazo. Siempre veo la luz de un puro en el rincon oscuro que algún dia fue mio.

Aquel hombre era la personificación de la desesperanza.