A mi me dijeron siempre que hay que tener cuidado, es por eso que en aquella ocasión tan especial, no podía dejar de tenerlo, al menos esa vez.
En la vida uno tiene que andarse fijando bien en las cosas que hizo, que hace y que va a hacer, por eso, todos me recriminaron lo de ese día de invierno en el cual sucedió lo que sucedió.
Yo siempre fui de los que piensa que las cosas se deben hacer de una forma en particular, se pueden hacer de otras, pero solo hago las cosas de una manera... la mía.
En el camino al encuentro, se me cruzaron miles de cosas por la cabeza, los consejos de mi viejo, de mi hermano el mayor, de mis compañeros de colegio y también los de la facultad, que se le va a hacer uno siempre a lidiado con las alternativas que otros se encargan de hacerle llegar a uno.
Muchos, demasiados, me han dicho que uno tiene que ir a lo seguro, que fácil que la hacen o mejor dicho, y pensándolo muy bien ¿que necesidad de hacer tan difíciles las cosas?, otros me han dicho en tono casi como reprochándome Gonzalito (así los que mas afecto me tienen, el resto de los mortales me dice Gonzalo o Ugarte, que así es mi apellido) -Esta vez las cosas te salieron bien, pero para la próxima..... Y ahí se despachan con un discurso bárbaro acerca de cual es la mejor manera de hacer las cosas y que tenes que hacer así, asa... yo digo que si, que tienen razón, después hago lo que se me canta... como aquella tarde en que me encontré caminando al lugar este que les digo.
Sino fuera porque le estaría restando importancia a el nacimiento de mi hijo diría que aquella tarde fue uno de los momentos en los que me sentí nervioso, yo no sufro mucho de eso, salvo en la época de la facultad cuando mis nervios se manifestaban por conductos lo suficientemente flatulentos y escatológicos como para traerlos del recuerdo en este momento.
Yo y el arquero, doce pasos, la pelota, el referí que viene y le dice a el arquero que no se adelante, hace unos pasos para atrás y se dispone a dar la orden. Atrás del arco, mi viejo que me dice ¡préndelo fuego al hijo de puta éste!!!, resulta que el padre del arquero que tenia enfrente le debía guiíta a mi viejo, al pobre le quedo la sangre en el ojo.
Tomo carrera, es difícil para quien no estuvo en ese momento decir que aquel instante duró una eternidad, pero quienes estuvimos ahí les puedo garantizar se hizo eterno.
Resulta que era una final de un campeonato de veteranos, yo no era muy veterano, casi no existía identificación con el supermercado para el cual jugaba (era nuestro auspiciante o como se dice ahora sponsor) pero era una final y punto. Yo podía definir el partido, último minuto se acaba dijeron varios y tenían razón, si lo hacia ganábamos. Tomé carrera a lo Maradona, mire a el arquero con cara de asesino serial, pensé en esperar a que el arquero se juegue a un palo para tirarsela a otro, en picarla, en cruzarla fuerte a un palo y en vaya a saber que otras cosas más.
Una vez vi a un tipo patear un penal sin carrera en un canal de esos que pasan fútbol las 24hs creo que jugaba en el Sporting de Bilbao o en el Borussia Künscharlentensn o algo así que se yo, por ahí era un partido del ascenso, no viene al caso, el tipo paradito al lado de la pelota, carrera casi lateral al balón (carrera inexistente), el arquero que se le burla y el tipo le contesta con una morisqueta, el arbitro da la orden...y pasó lo que tenia que pasar.
Teniendo presente lo que había visto en aquella definición por penales me prestaba a hacer lo mismo, entonces me pare al lado, el arquero y el referí me miraban asombrados. El tipo de Rosa da la orden (desde el mundial del 94 para este lado las camisetas de los referís han tomado un camino diferente al propuesto con los viejos uniformes negros al estilo cuervo de los primeros momentos de este deporte). Yo que tiro la pata para atrás(en el fútbol es la pata y no me vengan con la pierna, eso será para los doctores), miro al arquero fijo a los ojos, le tiro un patadon a la pelota que en mi conocida falta de ductilidad para el deporte del balón pié termina estrellándose en mi otro pié (no tenido en cuenta hasta este momento), provocando que la pelota salga (vaya hazaña) despedida hacia donde aun se encontraba el arquero y el arco, la red, mi viejo atrás al borde del síncope, y la hinchada. Y sucedió lo que para cualquier digno amante de este deporte esperaba, lo que tenia que pasar... la pelota fue a dar justo ahí donde duermen las arañas, justo ahí donde dice el libro que se deben patear los penales, justo ahí. Solo que la velocidad no era la adecuada, la fuerza tampoco, fácil para el arquero que se luce y sale a festejar el triunfo, como en aquel partido de Europa, de Asia o del ascenso donde un jugador se la quiso dar de vivo...
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