Que mortales son los remordimientos de la benevolencia,
Y esa oscuridad que rodea las personas sensibles por sus pecados,
Es fácil ser pecador, pero con qué violencia
Azotan nuestras almas las secuelas de los actos
Que en nombre de la lástima nos dicta la conciencia.

Es frecuente sufrir la división del espíritu,
Verterse en dos copas de enamorado vino:
Cargar con un pecado que lacera el destino
E insistirle al presente “Hechos” con prudencia;
Sesudos, conscientes, justos y medidos.

Hay mortales que no soportan hacer daño
Luchan con locura por el bienestar ajeno
Se hacen mártires de su propio engaño
Regalando a los demás los trozaos de sus sueños

quedando solos y angustiados
con migas de dicha que en principio
fueron platos llenos que les enviara el cielo,
pero el miedo que les da el dolor de sus hermanos
los hace esclavos de su personal martirio.

Y una gota de luz diariamente se presenta
Como el eco de una risa se escucha desde lejos,
Y cierran los ojos llorando, Victimas
De no saciar su sed de luz
Por el peso de sus remordimientos
Que se vuelcan como tapias
En sus confundidos cerebros.

Quedando vacíos, pensando...y pensando!
La solución al laberinto de sus sentimientos,
Presos de su angustia sin ser el Minotauro
Que como albañil de su cárcel triste va construyendo.

¡Y se deciden a ser felices y dueños de su vida!
Y en ese mismo instante rebullen los recuerdos
Sabiendo que esa cuesta que delante se empina
Es la Horrorosa Cara de la Gente Sufrida
Que dejan de lado en el camino de sus sueños...

¿Y Vivirá este Mártir la felicidad que quería?
Sabiendo que en su lucha destruye a los queridos,
Viviendo y reviviendo un desolado abismo
Que desde abajo resuena atronadores gritos
Como un trofeo enorme de rancia melancolía
De los que abajo deja para seguir su camino.