| El día había nacido muerto Un aborto de aurora,
 Los pájaros caían como pedradas
 Y el fresco olor de las ceibas
 Se confundía con el aroma de una pisada esclava.
 
 Exhortaba a respirar
 un pulmón al otro,
 El camino se dibujaba esquizofrénicamente
 en su silencio de lombriz enferma,
 Los rostros y los alientos
 exhalaban un vaho de inconclusiones,
 Las manos estaban para llevarse colgadas
 Y los pies para arrastrarse
 en pos del abismo, del salto sin caída.
 
 Mirar parecía una mala costumbre
 Y tanto deber ahogaba el sueño,
 Se veía como una tentación rehusada
 el no quedarse gélido y sin pupila
 en el lecho mortuorio que se había abandonado
 para ir sin búsqueda a descubrir tristezas;
 No tenía sentido pertenecer a nada...
 Los dientes del tedio masticaban sin hambre
 un corazón que latía desganado
 sufriendo el hecho de estar vivo
 para complacer obstinadamente
 a la Voluntad.
 
 La mañana espesa dio paso a una tarde lentísima
 Las voces se quebraban en las puertas
 Y la inteligencia se columpiaba
 entre la necedad y la intriga,
 El odio humano campeaba en los pechos
 cargándose de víctimas y desconocimientos,
 Algunos perros famélicos surcaban la plaza
 de una esquina a otra como buscando la muerte,
 Diríase que la gente en las calles
 eran bachacos en huelga de hambre
 susurrándose reproches en las antenas,
 Los niños miraban sin destino y sin juego
 Y el aire se pegaba a uno desaforadamente
 traspasando de infortunios el pellejo,
 se estaba solo y roído
 cíclicamente cansado.
 
 La tarde vieja ya cojeaba negra
 Y te vi, y yo andaba cercado de cansancio
 Sonreías como nunca en el centro del lodo
 Pero sólo podía ver tus dientes
 como huesecillos que nacen de la mandíbula,
 El brillo de tus ojos era para mí un fluido
 Orgánico hasta lo funcional, lo carnívoro,
 Y ese lindo cuerpecito eran lomas y contorciones
 de huecos y vapores,
 Te hacía ya parte del rechazo
 Miembro de la desidia que se me tiene,
 Otra bolsita de suero parlanchina...
 Aunque hoy eras tu quien me alentaba
 Y con todo tu dolor de sangre corajuda
 cargabas con mi conversación y mis huestes,
 Sorpresivamente rompí mi melancolía en tu mesa;
 Te di una libertad que no anhelabas
 Pensé que debía salvarte de mi penumbra oceánica
 Porque te quería ver libre de ésta tristeza.
 
 Entonces te acercaste contrariando el pronóstico
 Explotaste como un mancha blanca
 en un lienzo negro,
 Tu aliento llenó de rocío mis pulmones,
 La lágrima saltó del párpado como una princesa fugada
 y al recogerla, los dedos, revitalizó las manos.
 
 La noche empezó a reírse de mi
 Silbaban todos los “sí” en tus labios
 La gente corría con un objetivo flechado
 Y todo tenía sentido...
 Entonces revisé que hace falta otra vida
 para ensartar una alegría con la otra
 porque los pájaros dormían frescos en la rama oscura
 esperando juntos la aurora alimenticia y regalona
 que les invita a desplegar su fe de plumas.
 
 Eras tu quien me invitaba a recombinar los sueños
 Y las razas se hacían serpentinas lucecitas
 No había rayo de luz que no rebotase
 en algo hermoso y luego te traspasara,
 La paciencia había ganado su juego de amor
 Y el fruto era dulce y limpio
 La semilla habría de enterrarse
 en la tierra locamente besada,
 Mi soledad de lobo se hacía pedazos
 Y un beso de Madre me daba la luna
 mientras el pecho se ensanchaba de música morena
 cargada de un palabrero hilarante.
 
 Creí ver a un niño estallar en sonrisas
 Y susurros de pasión bailaban en los umbrales,
 Tu voz retumbaba en mi oído alucinado
 como un violín recitando en una catarata,
 
 Llenándose de propuestas estaba el destino,
 Todo ese sentimiento que había albergado
 renació en un parto glorioso y subjetivo,
 El ojo estaba para dar placer al alma
 Y mis manos para colgarte gestos de querer
 en los cabellos,
 Amándose andaban nuestros miedos
 El horizonte se hizo accesible
 Todo flotaba ingrávido y eufórico
 porque se habría el portón del sentimiento,
 La hora era suave, el minuto engañable
 Y el segundo; un tambor de besos.
 
 Era una torta de pan la tierra
 El olvido pasó a ser una herramienta contra el duelo
 Podía arrancarle las cintas a las sombras
 y hacerte un ramillete de preguntas,
 Yo solo quería que alguien me entendiese
 y le diese de comer a mi soledad
 Que abrazara mi tristeza y sonriera
 Que despidiera este dolor peregrino
 con una palmada amiga, matriarcal,
 tanta sed de ti he resistido
 y por fin tu cántaro me brinda un trago
 donde ahogo todo el dolor de no tenerte,
 En sí la muerte, se ve fea, por sola
 A tu lado me aseguro de una dulzura pluralista
 Una fuerza de tropa, un verdor selvático,
 Ahora que sé que te he liberado
 y te has quedado conmigo bala a bala
 puedo abrazarte y dejar que gire el mundo
 para atender contigo a las estrellas.
 
 
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