Querida Alicia:

He leído y releído tu carta no sé cuántas veces, y al través de tus letras me he visto en una de esas tardes de la "Cuba majestuosa" que "despliega sus campos de caña y su riqueza de azúcar fosforescente", como la describes de manera magistral.
Y ha llegado a mi mente aquella frase ebria de nostalgia:
"Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez."
Son palabras de Ernest Hemingway, tú lo has de saber; Hemingway, el eterno viajero, enamorado de Cuba y de su Habana que lo retuvo un buen tiempo, pero sólo por un tiempo, porque así como tú dices, Alicia: "El viaje continúa, para que el espíritu fluya como corriente de agua y no se estanque" Hemingway nunca pudo dejar de correr la distancia entre Europa y América, entre América y Europa.
Despierta envidia tu espíritu inquieto y aventurero, Alicia, ese espíritu que va y viene y que deja huella en donde pisa, al igual que lo hizo el escritor que hoy nos ocupa, a quien, sin duda, podrías percibir en esencia plena en las famosas barras "El Floridita" y "La Bodeguita del Medio" departiendo entre amigos, como también en el santuario de La Virgen del Cobre, depositario de la medalla que obtuvo junto con el Premio Nobel de Literatura gracias a ese viejo solitario y cansado, asaltado por la "mala suerte" cuando salía a pescar.
Ahora, Alicia, miro el mar al través de mi ventana. Es un día soleado, y a lo lejos, proa al horizonte navega un pequeño velero. Viaja mi mente hasta su cubierta para percibir, como el pescador de Hemingway, el aislamiento en medio de la inmensidad. Soledad que alienta la meditación, que despierta la voz del poeta... Y percibo al viejo en su lucha contra el gran pez plateado.

"...Justamente entonces el pez irrumpió en la superficie haciendo un gran desgarrón en el océano y cayendo pesadamente luego..."
"La velocidad del sedal desollaba sus manos, pero nunca había ignorado que esto sucediera y trató de mantener el roce sobre sus partes callosas y no dejar escapar el sedal..."
"Luego, el pez, cobró vida, con la muerte en la entraña, y se levantó del agua, mostrando toda su gran longitud y anchura y todo su poder y belleza..."

Y también lo percibo en estas aguas luchando contra los tiburones, luchando contra su propia debilidad para proteger a su presa.

"...El viejo clavó el cuchillo que había amarrado al remo en la articulación. Lo retiró, lo clavó de nuevo en los amarillos ojos felinos del tiburón.
"El siguiente tiburón que apareció venía solo y era un hocico de pala..."
"Los tiburones se acercaron juntos y cuando vio al más cercano abrir las mandíbulas, y clavarlas en el plateado costado del pez, levantó el palo y lo dejó caer con gran fuerza y violencia sobre la ancha cabezota del tiburón... "

Y cuando la lucha resulta estéril y nos vemos derrotados, como derrotado se vio el viejo cuando:

"...Se paró un momento y miró hacia atrás y al reflejo de la luz de la calle vio la gran cola del pez levantada detrás de la popa del bote. Vio la blanca línea desnuda de un espinazo y la oscura masa de la cabeza con el saliente pico y toda la desnudez entre los extremos."

Lo importante es atrevernos a pronunciar: Prepara la vela, Manolín, que mañana salimos a pescar.

Con toda la admiración y el cariño que siento por ti, Alicia, te saludo con un beso desde este otro lado del Caribe.

Tu amigo: Julio Enrique