Los días pasan, es cierto, rápidos como la micro que me lleva al colegio todos los días.

Miro por la ventana e intento reencontrar los mares de ilusión que me permitan continuar el viaje hacia mi futuro, trato de ver sueños en los ojos ajenos y ansias de justicia y libertad en esas miradas de extraños conocidos que se empujan por alcanzar aquel asiento que quedó desocupado.

El retrovisor me devuelve un rostro que clama por unas horas más de descanso .Mi boleto cae y es pisado por un señor con el ceño fruncido reclamando por los asientos que ocupamos los escolares.

Cierro los ojos y busco en mi alma los poemas y versos que nacieron la noche anterior, los mundos felices que esculpí entre sueños, los pensamientos que derramé en la almohada, las melodías que hice para el mundo y que mi corazón de niña cuida con recelo. Abro los ojos y logro ver colores que riegan esos rostros somnolientos y esperanzas que iluminan sus ojos entrecerrados; de mí, brota una caricia y una plegaria para cada uno de estos seres que se han vuelto realmente humanos ante mis ojos.

Sonrío.

- En la esquina, por favor- y el chofer detiene su dinosaurio transportista en el disco pare, abre las puertas y, sorpresivamente, me desea un buen día.

Es tarde, es cierto, ¿pero para qué correr alcanzando al tiempo en vez de caminar, mirar el cielo y alcanzar la felicidad?.~