Tomando el metro como todos los dias, no es de esperar encontrarse con cosas asi en un día comun, pero cuando pasa…
Como todos los dias sentia aquella angustia, aquel dolor, aquel vacio, aquella soledad. “Estación plaza de armas”, muy transitada generalmente, tanta gente aburrida buscando nada y asistiendo a su cotidiano, fome, normal e injustamente pagado trabajo, porque seguramente su compañero de trabajo es un inepto y tambien es seguro que gana mas que el.
Cuando llega el tren y bajan decenas de personas, todos atados a su existencia estupida y cotidiana. Me da pena, me da vergüenza ver aquel horrible espectáculo diario, cada uno de ellos rogando que acabe pronto. Me rió en su cara, pues mi día ya termino… vuelvo a casa.

Me subo por fin al tren, sigue la tristeza detrás de mi, sigue mirándome, sigue abrazándome, sigue tocándome,, sigue sofocándome y me besa y me dice que abandone, que renuncie y le digo que no, que pare. Con mis uñas comienzo a rajar mis brazos, mis muñecas. La tristeza llora, yo rio, me burlo es su rostro mientras sangro, pero sigo. Corto, rasguño, sangro.
La gente mira, con miedo se refugian en la oscuridad, “cerrar los ojos y fingir no ver nada”. Tan sumergidos en ellos mismos que se ahogan, se ahogan en ellos mismos.
La sangre gotea, pero nadie ve; yo me rio y todos escuchan. Pero no es necesario abrir los ojos para escuchar, solo es necesario sentir.
“Mirador” cuando bajan con sus rostros inexpresivos, llegaran a casa en su comodo colectivo a saludar a su lindo hijo y hacerle el amor a su cotidiana esposa.
Me limpio las muñecas en el camino.
“Bellavista” cuando 2 ó 3 me acompañan miserables, me bajo y los dejo junto a tristeza, que no para de llorar y pedir perdon.