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Azul profundo
-Apagá el motor tío, dejás las llaves puestas y se bajan despacito, o te saco una foto-. El caño de la 9mm se apoyaba mudo, tranquilo contra el borde de la ventanilla a medio bajar del auto nuevo, apuntando directo a la cara calmada del conductor. El tipo, muy alto y muy joven no se hizo repetir la orden y descendió del coche al mismo tiempo que su acompañante, una rubia de pelo corto y belleza fría. –Relojes, billetera, anillos. Quiero todo. Y rápido-. La voz de Hugo resonó como un chicotazo en el silencio del acceso a Tigre, a esa hora de la madrugada donde hasta los murmullos retumban. La rubia y el tipo, sin decir una palabra, comenzaron a colocar todas sus pertenencias sobre el capot oscuro. Movimientos tranquilos y precisos. Ningún temblor. Ninguna pregunta. –Loco, sacate la camisa también, que el azul me hace juego con el lompa...- Pedro, ojos rojos y voz estridente salió de entre la sombras y se acercó al grupo con una escopeta recortada colgándole del brazo. –Disculpeme- habló por primera vez el tipo alto dirigiéndose a Hugo –Necesito quedarme con la camisa. Es lo único que preciso- Antes de que Pedro saliera de su asombro, se escuchó la voz de Laura acercándose desde la oscuridad, con la cara y las manos crispadas. Demasiadas noches sin dormir. Demasiada mierda en la nariz. -¡Que preciso ni que carajo!. Sacate la camisa ya, pelotudo...- sin dar tiempo a nada, agarró a la rubia del pelo, le bajó la cabeza y le apoyó el caño de un revólver contra la nuca. ¿Y forrito, que preferís: la minita ó esa camisa de mierda? –Uds no entienden...- intentó explicar el hombre –Metéle caño, Pedro, bajálo-, explotó sacada Laura. Pedro, acostumbrado a las órdenes de ella, de Hugo, de la policía y del mundo, reaccionó como un autómata. La cara del tipo alto desapareció en la nube gris del escopetazo a quemarropa. La rubia intentó incorporarse. Tres tiros del revólver de Laura acabaron con su intento por toda la eternidad. Hugo miró la escena sin poder creer lo que veía. En teoría al menos, el mandaba y tenía que pensar rápido. Muy rápido. No había tiempo ni siquiera para el insulto. –¿qué carajo están esperando, a la yuta?- -suban al auto ya- Laura y Pedro le obedecieron sonámbulos. –Aguanten un cacho- dijo Pedro y se volvió a bajar. Se acercó al cuerpo inconcluso del tipo y a los tirones le sacó la camisa azul. Era más pesada de lo normal y la tela, parecida a la seda, aparentemente ya había escurrido las manchas de sangre. La escondió hecha un bollo debajo de su buzo desteñido y subió corriendo al coche. Al rato, la banda llegó a la zona del delta donde tenían un par de aguantaderos. A Pedro lo dejaron primero, cerca del bote preparado para llegar a la isla donde iba a hacer el aguante hasta el día siguiente. Hugo y Laura siguieron hasta otro embarcadero desde donde cruzarían al otro lado del río Victoria. Ahí estarían seguros un par de días, hasta que todo se enfriara un poco.
La pequeña nave, como una piedrita en el medio del cielo, orbitaba el planeta azul a una distancia segura. Sumergidos en el líquido que inundaba todo el compartimento sus ocupantes estaban preocupados. Había pasado lo peor que podía pasar. La destrucción de los dos androides que habían enviado para investigar la superficie era lo de menos. Con la tecnología disponible en el planeta, sus habitantes jamás podrían distinguir a los artefactos destruídos de un par de cadáveres comunes. Lo del censor maestro era una cosa muy distinta. Camuflado en forma de prenda de vestir era el recolector y procesador de información mas complejo jamás desarrollado. La camisa azul era en realidad una infinita computadora capaz de comprender y anticipar desde el clima del planeta hasta las ilusiones de sus habitantes. Había que recuperarla. O destruirla. No solo era un prototipo único que había demandado generaciones desarrollar. Si caía en manos equivocadas, podía dotar a los relativamente primitivos humanos de conocimientos peligrosos para una especie ambiciosa y agresiva. Había que inutilizar el censor y eliminar todo rastro de su paso por el hermoso e inseguro planeta.
Hugo y Laura durmieron todo un día seguido. Todo un día de una lluvia intensa que seguramente sirvió para borrar algunas de las huellas del error. Al atardecer Laura tenía mejor cara después del descanso. Con un beso entremezclado con bostezos lo despertó a Hugo. El no tenía mejor cara. No podía dejar de pensar que en cualquier momento podían perder. Una cosa era robar. Eso se arreglaba fácil con la policía. Asesinar dos tipos era mas complicado. Sobre todo porque los muertos no parecían gente del montón. Parecían hijos de políticos ó diplomáticos. Se incorporó de la cama y caminó unos pasos desde la precaria vivienda hasta el embarcadero. Recostado en la baranda encendió el primer cigarrillo del día, y el último de su vida.
Hugo mira el río; allá a lo lejos solo el agua baja. Solo el agua y el bote de Pedro, con la camisa azul, y las manos de Laura. Las manos de Laura sorprendentemente dulces, acariciándole el cabello parada muy cerca de el y a sus espaldas.
-Miralo al pobre Pedro- habló la mujer, -No pudo aguantar las ganas de ponerse la camisa de mierda...- -Justo lo que nos faltaba,- la interrumpió Hugo -si alguien dio la descripción de la ropa que tenía puesta el tipo, estamos hasta las manos.- Mientras hablaba comenzó a hacerle gestos desesperados a Pedro que ya estaba a unos 20 metros del embarcadero para que se sacara la camisa y la tirara. Pedro respondió lo que creyó era un saludo efusivo agitando los brazos y sonriendo a la pareja que se iba agrandando a medida que su bote se acercaba.
La bola anaranjada de plasma y fuego apareció de algún lugar del cielo y, sin el menor ruido, vaporizó el embarcadero, el bote, la casa. Ninguno de los tres pudo siquiera mirarle los ojos a la muerte.
“Urgente. Ultimo momento. Una humilde vivenda en las islas del Tigre fue destruída aparentemente por la explosión de un tubo de gas. No hay información sobre muertos ó heridos. Ampliaremos”.
M.R. Gorenstein

Texto agregado el 17-10-2002, y leído por 383 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
18-10-2002 Muy bueno, interesante vuelta de tuerca. El último párrafo puede resultar innecesario. Pequeña cuota de corrección: Censor es una persona que censura; lo que toma datos del ambiente es un Sensor ;-) Pasa en las mejores familias, no te preocupes ... marxxiana
 
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