Todo estalla en un rezo. En un cuerpo de tiempo que vuela.
Detrás de los muros de la humanidad, un sol, sin alas.
Lejos de los gritos ausentes de la muerte, de los sauces con hambre.
Todo muere en un rezo de amor. En un canto del mediterráneo.
Hay mil lugares ocultos, detrás de los ojos, de las manos, de los sueños.
Todo nace en un rezo, sordo de mentira, cansado de fingir.
Se vuelve a la esencia, al monasterio triunfal de los enamorados.
Y se apagan los miedos que genero en silencio. Todo es agua, y volamos sobre ella.
Se hacen olas los deseos de las flores cristalinas. Yo soy agua, soy destino.
No importan los colores, importa que brille. Ser real, eterno ciudadano del recuerdo.
Bajemos.
En el piso nos sentamos y te digo: Lindo día, no es cierto?
Si, si. Me dices. Hace tiempo no mirábamos el pasto.
Es que nada nos alcanza. Te digo.
Si, debe ser eso.
Subamos.
Y no hay agua sin desierto, sin montaña de alfajores que regalen porque si.
Todo vale mil millones de silencios. Todo vale mil doscientos veinte muertes.
No.
Mejor corramos, lejos. Miremos germinar los secretos. Recojamos flores de sal.
Árboles con hambre. Árboles con hambre. Somos árboles con hambre.
Todo nace en un rezo, sordo de mentira, lleno de luz.
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