Desde la orilla el sol se desnuda
De mantos licuados y ateridos de frío
Que visten los náufragos, los supervivientes
De las olvidadas ínsulas extrañas.
Moribunda ciudad en derrumbe de portones.
Por las iglesias de la luz fúnebre,
Crecen ariscas montañas de arcos; y la dueña
De tus pedigüeños cantos inclementes.
Ella se fue
Con los pies cansados y desconchados
Clausurando la húmeda pobreza.
Su dura silla asfaltada
Clama el nuevo territorio
Y el ignorado descanso.
isa (julio de 2003)
Texto agregado el 15-11-2004, y leído por 252
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