No pasó mucho tiempo hasta que al fin salí a buscar la respuesta a esa gastada retórica de lo imposible. En ese entonces no creía posible lo que, a vista y paciencia de muchos, nos representaba. Todo intento de explicación se perdía entre las discusiones fútiles de filosofía informal y las tardes a las que algunos llamaron inversión.
Recuerdo caminé por horas sin saber qué hacer, a quién recurrir para obtener lo que andaba buscando. Conocía mi fin, pero obviaba los medios. Claro que llegar a ellos no tardaría mucho. Mientras tanto, se hizo eterno mi caminar y eso cansó hasta al tiempo; fue así que conseguí lo que buscaba.
Fue su mirada la que me atrajo; me decía todo sin yo preguntar, incluso sin haber pasado el miedo inicial. Por mucho tiempo pensé que era esa la verdad, que, al fin y al cabo, había encontrado significado a mis dudas, un nombre a mi búsqueda.
Sus manos sabían más sobre el fin de las personas que Kant, más acerca de nada que yo. De alguna forma conocía lo que yo andaba buscando. Le creí a sus labios, pero más a su mirada. No era lo que decía, sino lo que dejaba de decir que me impactaba, esa capacidad de emanar respuestas haciendo creer a todos que no era más que una desconocida tras unos ojos inocentes.
Nunca la llegué a conocer, pero supe que andaba por ahí esperando a quien osase buscarla, conocerla, creerle. Conservó su postura difícil para siempre, su existencia tardía en todos nosotros, su carácter tenaz y convincente que parece lograr su cometido sólo para sacarnos del sueño.
- ¿Acaso debiera ser así?
- ¿Por qué no lo dice?
Creo saber que todo tiene un porqué, especialmente ella. Si alguna vez se fuera, no es porque dejase de ser, sino porque anhela tener sentido al hacerlo. Llegar a ella dicen dura más de una vida. Sin embargo, no nos vamos sin conocerla en una. Es una de esas perogrulladas que uno niega admitir con desfachatez. Después ya resta sólo creer que sabiéndola posible se abre camino para todo viaje, para toda búsqueda; búsquedas cuyo fin no es más que encontrarnos en sus brazos, moribundos, pidiendo que nos diga su nombre, saberla viva y entre nosotros.
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