La costa del río se hallaba llena de basura…
Héctor y Norma habían pasado una semana muy agotadora y se disponían a pasar el domingo a todo trapo, en la costa del río, en Quilmes.
Norma era peluquera en la peluquería de la amiga de la infancia, Gabriela, ahí en su barrio. Era bastante alta (1.73 mts) delgada, con esa contextura física que tienen las mulatas que corren. Cabello enrulado, ojos marrones y culo parado. Su marido también era flaco, bien flaco, muy musculoso, arrugado por la vida de trabajo que le tocó vivir, con voz de tres paquetes de faso por día, con un metro ochenta y un gran corazón. Actualmente y desde hace siete años, trabajaba como paramédico en el Hospital de Quilmes.
Vivían a cinco cuadras de los tribunales, para el lado del río, en una zona que alguna vez estuvo ocupada por el personal inglés de la antigua compañía de tren, anterior al primer gobierno de Perón.
La casa de los Tedeschi fue comprada con sangre, sudor y lágrimas, sobre todo mucho sudor. Era de esas casas "chorizo" con cinco ambientes que había que arreglar porque se encontraban generalmente derrumbadas. La conquistaron con la venta del dos ambientes que la pareja poseía en el centro de Avellaneda, mas un crédito hipotecario para refacciones que obtuvieron en la época de los noventa.
Héctor trabajaba en el mercado Central y casi no dormía para pagar ese préstamo, y Norma igual, hacía horas extras para acompañar la situación. Después de un golpe de suerte en el noventa y uno, Héctor pudo hacer un curso de capacitación como paramédico, porque recibió una indemnización de un juicio que venía tramitando desde el año ochenta por un despido injustificado. La situación cambió de manera tal que pudieron normalizar sus vidas y seguir pagando el crédito con horas normales de trabajo.
La refaccionaron de manera tal que quedó un cuarto grande de dos, al lado de la cocina con una puerta que daba sobre la misma, otro cuarto enfrentado que ambos utilizaban como living
y uno tercero, pequeño, que podría ser para el tercer integrante de familia. el resto, jardín y patio.
Pero no había tercero. Con cuarenta y dos años, Norma había decidido que por más tratamientos para embarazos que existieran, no iba a tener ningún chico. Héctor amaba a su esposa y lo que ella decidiera, para él estaba bien.
Ese domingo, el calor empezó a apretar desde tempranito, a las 8.30 la temperatura era de 25 grados así que se esperaba mucho calor, mucho calor.
Héctor era un hombre de rutinas. Salvo los días en que cubría guardias hospitalarias, el tipo se levantaba a las cinco de la mañana, se hacía el mate, sintonizaba la radio y se prendía un cigarrillo negro. El decía que el primer cigarro era sagrado, porque era el que le permitía funcionar las tripas y no tener problemas "bosteriores" en la mañana.
Como a las ocho menos diez, se levantó Norma.
Héctor estaba arreglando un delantal sobre la mesa de la cocina cuando ella abrió la puerta del cuarto se encontraba con una remerita corta, y una bombacha blanca. Héctor que estaba en calzoncillos y camiseta la miró "sotenido" y ella dijo:
- Hay piru no me mires así, me calentas toda.
- El efecto del mate mami, -dijo él-. ¿Vamo al río no?
- Si, claro –dijo ella-, y cuando iba pasar por detrás de Héctor, el le agarró la bombacha, la trajo hacia sí la subió a la mesa y le empezó a hacer el amor.
Mientras pinchaban Héctor le dijo:
- Esto es para estar tranquilito en la yapla mami.
Ella mientras gozaba de la situación lo miro y le dijo:
- Claro que si papito.
Luego Norma tomó el desayuno, Héctor terminó de arreglar su delantal verde y los dos se dispusieron a preparar la comida que llevarían al río. Cocinaron unos huevos duros, prepararon sándwiches de mortadela con queso y tomate, una botella con jugo preparado y otra con vino tinto y agua, unas cuatro cubeteras de hielo, los repasadores y pusieron un rollo de papel higiénico para doble propósito.
Se bañaron juntos y se pusieron los trajes de baño, antes de la ropa. Héctor fue a prender su Fiat 1600 cupe y Norma terminó de preparar la heladera con las sillitas, la radio y la sombrilla.
Cerró la casa y Héctor la esperó sentado en el auto. Norma puso todo atrás en el baúl y arrancaron.
La costa de Río de La Plata fue acomodada en la época de la guita dulce ahí por el noventa y cuatro. En Avellaneda armaron una serie de playas artificiales construidas con arena del propio río, unos mini complejos para jugar padlle y juegos para los niños. Había tres concesiones, y durante el verano trabajaban bien.
Pasaron por un kiosco de revistas, compraron El Clarín, una revista de esas de dos pesos, después compraron cigarrillos y enfilaron para el río.
No había ni siquiera ventisca, o sea que parecía que iba a estar bravo. Se instalaron lejos de los juegos y cerca del bar y los baños. Al lado de los árboles que a las once de la mañana empezaban a producir sombra. Héctor puso la sombrilla armó las sillitas colocó la radio entre los dos y se puso a hojear el diario. Norma se desvistió, se puso protector en la espalda desenrolló una toalla, agarró una lima de uñas, la revista que habían comprado con el diario y se puso a leer.
Como a la media hora, después de estar en silencio absoluto, Norma le dijo a Héctor:
- Ah, ¿sabes que me enteré en la peluquería papi?
- ¿Que mami? -contestó el-.
- La encontraron a la de Dorignetti con otra en la cama
- ¿Que? -dijo Héctor-. ¿De donde sacaste eso?
- El gordo, el marido papi. ¿Viste que el tipo es viajante?
- Sí -contestó- él.
- Resulta que se fue para Neuquén el jueves y volvía el martes siguiente. Bueno, no se que le pasó que a la altura de Bahía lo llamaron y tuvo que volver. Cuando llegó a su casa, ¿viste que es espaciosa y no se escucha la puerta de entrada?
- Si mami dale, menos explicación
- ! Hay che!, mas tranquilidad papi –dijo Norma-.
Héctor la miró
- Bueno, entonces llegó como a las cuatro y media y se encontró a la mujer con una mocosa como de veintidós años. Te imaginas esa gorda inmunda de sesenta culeando con la pendeja.
- Capaz que le hizo un favor –acotó Héctor-
- No, parece que se armó una grande porque el tipo la sacó de las crines a la pendeja y a ella le pegó una ñapi y le puso el ojo morado
- ¿Hizo la denuncia? –preguntó él-
- No, parece que la gorda tenía vergüenza de que le preguntaran en que circunstancias el marido le pegó.
- ¡Pero que gorda asquerosa! -agregó Héctor-. Bueno capaz que al gordo Dorignetti no se le para por la grasa.
- Hay papi ¿que decís?, si la grasa no tiene nada que ver con la paradura
Héctor la miró riéndose y le dijo:
- ¿Paradura?, capaz que el dogor tiene "parablanda" en vez de paradura.
- Hay, no hagas chistes de mal gusto -le dijo Norma- mira si nos pasa a nosotros
- ¿Qué cosa? -dijo Héctor mirándola raro- ¿te acostarías con una nami?
- ¡Hay no Hetor! -exclamó ella-. Cómo me voy a acostar con una, che. ¿Qué te pensás que tengo en el cerebro?
- Y… vos estas rebuena negrita, solo te falta un empujoncito, -dijo riéndose Héctor- una patadita en el culito ¿tal vez?, ja ja ja.
- ¡Hay!, ni en broma papi. ¡Ni en broma! –acotó ella-.
El día se puso muy pesado por el calor, los sándwiches y el juguito de uva. Así que decidieron levantar campamento y marchar a la casa a dormir un buena siesta.
Cuando se despertaron, Héctor se puso la pava para el mate y Norma se fue a pegar un baño.
En la ducha, mientras se enjabonaba, se acordó de lo que habían hablado y se imaginó a la gorda vieja y grasuda desnuda en la cama gozando con la chiquilina. El solo hecho de tomar conciencia del hecho le produjo repulsión.
A la noche prepararon unos fideos con tuco, miraron la televisión mientras comían y se acostaron temprano porque la semana empezaba.
Héctor debía estar en el hospital a la siete de la mañana y ella a las ocho en la peluquería, de manera que cuando se iba, él la despertaba.
El lunes empezó igual que el domingo, pero la peluquería tenía aire acondicionado.
- Menos mal –pensó Norma- un día como el de ayer y nos morimos entre los secadores de pelo.
La peluquería se llamaba "Sandra Papalarda". Había nacido por un emprendimiento del Padre de Gabriela a principios de los ochenta. El señor Gómez siempre fue un tipo hábil para los negocios, tenía una compañía de instalación de luces de espectáculos, que había fundado con un socio cuando Gabriela cumplió cinco años. Poco a poco se fue abriendo camino: primero fueron fiestas particulares, después los bailes de los clubes sociales, después los carnavales barriales de la zona sur hasta que llegaron a los teatros de la calle corrientes a mediados de los setenta. Así que Gómez amasó fortuna como para darse algunos gustos. En los ochenta inauguró la primer peluquería a la vuelta del Nacional, en pleno centro porteño. La peluquería en principio, solo funcionaba para apoyo de los teatros de la zona que a veces requerían de mano de obra externa, porque los espectáculos de revistas de esa época a veces tenían más de cincuenta personas en escena. Con el tiempo se fue armando de clientela y abriendo más locales y franquiciando otros por toda la zona sur. Cuando Gabriela cumplió diecinueve años, Gómez le regaló la sucursal Quilmes de "Sandra Papalarda" por dos razones: para que la chica se mantuviera y conociera el negocio y para tenerla cerca.
El local de unos noventa metros cuadrados tenía vidrios y espejos por donde se lo mirara, ocho sillas para peluquería, una sala de depilación, dos cuartos de depilación y tres mesas de manicura. Estaba decorado como todos los locales de la cadena: pana gris y metal cromado. A Gabriela la peluquería "le pega" porque es lo que los gringos llaman una "plumper". Es grandota muy alta siempre se viste con pollera y chaqueta de cuero negro y tiene ese pelo que no es lacio ni se enrula, piel blanca y cachetes rosadotes. En fin, toda una dueña de peluquería.
La clientela de "Sandra Papalarda" es de guita, no cualquiera se corta el pelo ahí. Mucha pendeja… y madurita. Pocas viejardas, salvo las que creen que el estatus peluquero es importante en la vida.
Norma salió de su casa y rumbeó para el local. Cuando llegó levanto la reja eléctrica y prendió el aire. A las ocho empezaba a llegar el personal del negocio. Lo primero que hizo en el día fue chequear los turnos para corte y teñido, después se fijo quien había para depilado y manicura. Para lo último no había nadie.
Norma venía mirando el listado y algo de repente le llamó la atención: en su lista de teñido estaba Gabriela con un turno y un cuarto de depilación. Lo primero que pensó fue que había un error. Cuando se iba a teñir el pelo Gabriela que odiaba esas cosas, el cuarto de depilación estará bien, ¿pero el teñido?. Voy a tener que chequear con Dalma la recepcionista cuando llegue -pensó-.
Gabriela no llegaba hoy hasta después de las cuatro. Iría con su padre a recorrer algunos locales para recomendar ciertas directivas. Lo de siempre.
El día transcurrió normalmente y Gabriela llegó como a las cinco menos diez. Norma estaba cortando el pelo a una clienta cuando se acercó Gabriela a saludarla.
- Que haces pichi –le dijo a Norma-
- Hola Gabi –contestó Norma-. ¿Como estuvo el día?.
- Bien –replicó Gabriela-, pero vos sabes como es papá, no deja títere sin cabeza.
- Y, bueno –comentó Norma- si no fuera como es por ahí estamos cortando pelo en otro lado, ¿no?.
- Si, no me puedo quejar. somos lo que somos gracias a papá.
- Si, -dijo Norma mientras entresacaba pelo de la cabeza de la clienta-.
Acto seguido le preguntó a Gabriela si lo del turno estaba bien, porque había consultado con Dalma, quién le dijo que sí que efectivamente Gabriela le había pedido que la anotara.
Gabriela se rió y le dijo:
- Si, está bien, aunque no lo creas, después hablamos
- Bueno -sonrió Norma-, y pensó: "cuando hay renovación de decorado es porque hay cambio de firmante".
El día fue transcurriendo normalmente, con mucho calor. Llegó la tarde y Norma terminaba de hacerle una tintura a Estela, la esposa de un banquero de la zona sur. Gabriela le preguntó si esta era la última clienta que tenían y Norma le dijo que sí, que efectivamente era la última.
- Bueno -dijo Gabriela con una sonrisa de compinche- vamos a proceder.
- Sí –esgrimió Norma con un gesto de normalidad-
Norma preparó todos los implementos necesarios para el teñido mientras Gabriela la miraba. En eso Norma le preguntó a Gabriela que color y que número de tintura iba a utilizar y Gabriela de dijo que solo un pomo de Tintura colorada iba a alcanzar. Norma la miró y le dijo:
- Nena, con un pomo no hacemos nada mi vida.
- Es que no es para la cabeza –aclaró Gabriela riéndose-
Norma la miró, hizo una pausa sosteniendo la mirada sacó la barbilla hacia fuera y le dijo:
- ¿Eh?, ¿y entonces?
Gabriela la miró aguantando la risa, y con una mueca del dedo índice se mostró el área entre las piernas donde quería la tintura. Siempre riéndose y levantando los hombros delicadamente.
Norma la miro también sonriente bajo las cejas y le dijo:
- Ah, no. Ni lo sueñes. La coñeta teñítela vos. ¿Cómo me vas a pedir eso?, ¿estas loca?
Gabriela puso cara como si le fuera a pedir algo a un amante y le dijo poniendo trompita:
- Dale… ayudame… yo sola no puedo. Ni siquiera sé si lo voy a hacer bien. Dale… Dale… Aparte vos sos la experta –seguía con trompita-.
- Pero ¿nena? –decía Norma en tono infantil- y… ¿si no me sale bien?.
- No te preocupes, nadie lo va a mirar. aparte si no sale bien la depilamos toda.
Norma se ruborizó un poco, pero instantáneamente recuperó la compostura y le dijo a Gabriela con una sonrisita:
- Está bien, pero que nadie se entere.
- Nadie tiene porque enterarse de nada -comentó Gabriela con cara de desafío-.
Pasaron nada más que segundos para poner todo en la habitación y colocar la toalla en la camilla. Norma le preguntó a Gabriela:
- ¿Dónde te vas a depilar?
- Ahí un poquito -contestó Gabriela-
Norma se sentía un poco incómoda por la situación, pero la unía una estrecha relación de vida a Gabriela. Cuando se puso a preparar los enseres de depilación Gabriela la cortó en el aire y le dijo:
- Me depilo con afeitadora y espuma, solo arriba.
- Pero Gabi, te va a quedar después…
- Solo con afeitadora -volvió a mirar a Norma riéndose-
Parecían, una adolescente jugando con una mujer.
- Bueno. ¿Si vos lo decís?. ¿Cómo te lo vas a hacer?
- Solo quiero la parte de los pendejos que se escapan por encima de la línea de la bombacha, -dijo Gabriela-
- Ah, entonces tenes que dejarte la chabomba para ver cual es el límite, pero no todos los calzones son iguales –dijo Norma-.
- No, pero me traje una chiquita dijo Gabriela encogiéndose de hombros y riéndose en vos bajita-.
Hacía calor y Norma sentía que su día normal había sufrido una pequeña alteración. Claro que nada malo, por suerte.
Gabriela se empezó a desabrochar el botón de atrás de la pollera para después bajarse el cierre. Se dejó caer la pollera al piso y Norma no pudo menos que observar. Tenía puesta una tanga transparente, negra, que le tapaba el borde de la pelvis. A Norma no le molestó, Gabriela era su amiga de siempre.
- Me voy a acostar en la camilla así como estoy y vos poné la crema de afeitar, yo bajo un poco el borde y vos afeitas ahí, ¿si? –propuso Gabriela-
- Si, no hay problema -dijo Norma-
Gabriela se acostó y Norma no quería estar pendiente de la situación, porque se sentía al borde de la incomodidad.
Norma tomó la crema de afeitar, se puso un poco de crema en la punta de los dedos y mientras Gabriela se bajaba un poquito la bombacha con ambos dedos, procedió a aplicarle la crema. Mientras lo hacía, veía como en el bajo vientre se producía una hondonada cuando Gabriela respiraba.
No le impresionó tocarla, pero le impresionaron un poco los pelos que llegaban del ombligo hasta la cola, que por supuesto eran mucho más lindos.
- ¿Cómo va?, ¿muy incomoda? –preguntó Gabriela-
- Eh…no, solo…no…eh…hum…, todo bien, -contestó Norma-.
La música de fondo disipaba un poco la incomodidad de la situación. Norma tomó la afeitadora y con mucha precaución empezó a afeitar. Noto unos escalofríos en los muslos de Gabriela, pero pensó que sería la sensación de la afeitadora.
Mientras trabajaba, no quiso mirarle le cara a Gabriela. Esos momentos pueden ser muy delicados.
Gabriela pregunto como iba quedando y Norma le dijo que la cosa iba bien, que había que emparejar para que quedara prolijo y normal. El trabajo duro solo medio minuto y la verdad que Norma quedó satisfecha porque se había sacado de encima la primera piedra. Acto seguido le pidió a Gabriela que se sentara en el borde de la cama para que no se ensuciara la sábana y para trabajar sentada, a lo que Gabriela respondió.
- Vamos a hacerlo así: yo me saco la bombacha y vos me pasas la tintura con el pincel, esperamos y me enjuago con la manguera en los lavatorios de cabeza haya afuera.
- ¡Hay Gabi!, ¿no te podrán ver?, ¿no es arriesgado? - preguntó Norma -.
- No, si esta el biombo. si no prendo la luz no se ve nada.
- Bueno –asintió Norma-
Gabriela se sacó la bombacha, se dio vuelta y se agachó sin flexionar las piernas, para dejar la bombacha acomodada sobre la silla. Que lindo traste –pensó Norma-.
En realidad, ella observó la situación ya que no muchas veces, había visto a su amiga del alma en ese estado. Lo que no se percató Norma es que Gabriela la miraba cuando estaba haciendo eso.
Se acostó con las piernas extendidas hacia delante y dejo expuesta toda la pelvis para que Norma empezara a teñirle.
Norma empezó de arriba para abajo y mientras lo hacía, hablaron de frivolidades como para cortar el aire de incomodidad que reinaba en ese lugar.
Norma no podía sacar la vista de la panza de Gabriela que subía y bajaba al ritmo de la respiración. Por ahí de reojo miró las manos de Gabriela que eran perfectas, nudosas finas y con las uñas pintadas carmesí. Cuando casi llegó al final del triángulo de pelos que se forman en la pelvis, Gabriela la interrumpió y le dijo:
- Para.
Norma paró instantáneamente mientras la miraba como si hubiera hecho algo mal.
- Correte un poquito hacia fuera de la camilla –dijo Gabriela-. A lo que Norma con el pincel en la mano asintió mientras la miraba con cara de asombro-
Gabriela se abrió de piernas como si fuera a parir y juntó las palmas de los pies. La miró a Norma y le dijo:
- Ahora es mejor, ahora va a ser más fácil.
Norma aturdida por la situación no podía hacer otra cosa que mirar. Cando Gabriela empezó a abrir las piernas apareció la cola.
Turbada, Norma la miró y pensó: que linda cola tiene, chiquita, firme. Que linda…. Gabriela la observaba.
Norma se acerco de vuelta hacia la camilla y esta vez la pierna abierta de Gabriela la tocaba. Por primera vez sintió miedo de que la situación la excitara. Sensaciones extrañas afloraron: sueños fugaces, calores desconocidos. Norma tuvo miedo.
Empezó a teñir la entrepierna que le quedaba más lejos. Cuando apoyaba el pincel sobre el pelo, Gabriela se arqueaba mas como para que Norma pudiera trabajar mas cómoda y se apoyaba en ella, pero Norma le decía, con sentimiento de persecución:
- No es necesario Gabi.
Gabi no contestaba.
Norma empezó con la segunda entrepierna, la que tenía más cerca y Gabriela en vez de arquearse, tiró mas para atrás la pierna como para dejar expuesta la entrepierna mejor. Eso hizo que Norma se tuviera que agachar mas hacía la cola para ver lo que hacía. Cuando terminó con la sección esa le dijo a Gabriela que faltaba ahora la parte de abajo. Gabriela entonces se tomó las rodillas y trajo para sí las piernas, dejando expuesta en todo su esplendor, sus partes pudendas. Norma ya no podía ahogar su sentimiento de excitación, todo eso la movilizaba.
Gabriela miraba desde atrás las reacciones de Norma y también se excitaba. Norma empezó a teñir la parte baja de las piernas y un maremoto incontrolable de recuerdos la proyectó aún más hacia la excitación. Perdió el timing profesional, cosa que Gabriela se percató, hasta que en un momento Gabriela le dijo:
Mirá, falta por acá, - y tomó firmemente la mano con el pincel de Norma y la empezó a pasar suavemente por arriba del clítoris y la soltó - . Norma que parecía en un viaje espacial, siguió con el movimiento ascendente y descendente del pincel, mientras Gabriela presionó hacia los costados su conchita y no hubo nada más que hablar.
Norma le hizo el amor a Gabriela, inducida por una necesidad ancestral que no supo aplacar en su momento. Tenía mucha excitación, pero estaba tan aterrada que no tomó real conciencia de lo que pasaba.
Gabriela que era más que una profesional en el tema, no hizo mucha alharaca para no impresionar a Norma la primera vez.
Cuando terminó la tinción, Norma se derrumbó a causa de la presión. Gabriela la tomó entre sus brazos y la besó, no en la boca, para no exponerla y luego entre pocas palabras terminaron toda la operación.
Gabriela quedo con su cola teñida de colorado y Norma con su vida destrozada.
Gabriela la quiso acercar a su casa pero Norma le dijo que prefería caminar. Fueron las cinco cuadras mas largas de su vida.
Héctor no había llegado, así que utilizó ese tiempo para llorar como una chica. Se bañó y en la ducha mientras se enjabonaba pensó en todo lo que había pasado.
Lo peor de todo fue que se dio cuenta ¡que le había gustado el jueguito!. Quiso atenuar la situación pensando que solo era un juego de amigas, pero eso mas le atraía.
A la noche llegó Héctor y la notó media rara, le preguntó que le pasaba, a lo que ella respondió:
- Tuve un día re contra pesado papi.
Héctor le dijo, como cargándola:
- ¿Que puede pasar de pesado en una peluquería?. ¿Hubo algún infartado o algún herido?, ja ja ja.
Norma lo miró casi como burlándose de él y pensó: yo casi me infarto y vos estas herido. Luego dijo:
- Vos te crees que tu trabajo es el único que tiene cosas pesadas…
- Bue, -la interrumpió- ¿que hay de morfi? vamo a comer y a apolillar que mañana si que tengo el día pesado.
Yo también, -pensó ella-.
El día siguiente pasó como si nada, salvo algunas caras de complicidad de Gabriela, pero no hubo comentarios.
Norma fue suavizando su inicio lésbico a través de los días, pero sus deseos de ocurrencia de otro suceso se aumentaron.
Ella seguía haciendo el amor con su marido, pero ahora agregaba el ingrediente "Fantasía Gabriélica" en sus relaciones.
Como a los quince días Gabriela le comentó a Norma que le habían crecido los pelos y que deberían hacer una nueva sesión de depilación. Esta vez Norma sintió que una hormiguita se le cruzaba por las piernas.
Le dijo a Gabriela que tuviera cuidado con el comentario en la peluquería, pero no le dijo que no. Gabriela le dijo con una sonrisa cómplice:
- Lo hacemos hoy a la tarde después del cierre
- No, después del cierre no puedo, viene el negro temprano.
- Entonces después del medio día. Pedimos la comida en la esquina y nos quedamos "a trabajar! acá, -dijo Gabriela con un brillito en los ojos-. No, mejor no –pensó-. Por ahí tengo que dar explicaciones de porque me quedo.
- Vamos a almorzar a casa y yo te depilo –dijo Norma- ¿total?, ¿quien te puede decir algo.?
- ¡Bárbaro!, -exclamó Gabriela-.
A Norma la mañana no se le pasaba más. La excitación no le permitía desenvolverse con normalidad. Gabriela la miraba cada dos por tres y ella se sentía seducida por ello.
Se terminó el laburo y rapidito agarraron sus cosas, se dirigieron al supermercado y a casa de Norma.
Una vez ahí dejaron las bolsas en la mesa de la cocina y se dirigieron directamente al cuarto para comenzar con el ritual. Estaba tan excitada Norma que no se fijó en nada. Ni recados, ni boletas, nada.
Gabriela le pidió que la ayudara con el pantalón de cuero, que no podía bajar el cierre y ella accedió. Cuando tomó con sus manos el cierre para bajarlo, Gabriela la tomó con los suyos de los hombros la acercó y le dio un beso en la boca. A partir de allí todo se desenfrenó. Sin mucho alboroto, Gabriela se bajo el pantalón y deslizó por debajo de la pollera de Norma una mano para tocarla. Norma se excitó de tal manera que se empezó a sacar la ropa de ella y también le sacó como pudo el resto a Gabriela. Se tiraron el la cama y no hace falta explicar que ocurrió.
Néstor sintió cuando estaba en el baño cagando, que Norma había llegado con alguien que parecía mujer. No se escuchaba bien. Tampoco le prestó atención y siguió sentado en el trono. Para ello había dejado el hospital, para ir al baño de su casa y meterse en la cama porque la descompostura no le permitió continuar con su trabajo. Mientras releía el diario, comenzó a sentir un silencio seguido de algunos sonidos sin sentido. Creyó sentir que alguien gemía, pero pensó: -estoy hecho un pajero- ¿Quién va a gemir?. Pero sintió de vuelta mas gemidos y se alarmó. Se limpio rapidito y se subió el calzoncillo, no apretó el botón del water close, porque estaba alarmado por la situación. Abrió la puerta del baño, que se hallaba después del living y se dirigió solo en calzoncillos hacia el cuarto de él, de donde provenían los gemidos. Cuando abrió la puerta y se encontró a Norma desnuda en la cama con Gabriela, solo atinó a exclamar ¡AHHH!
Gabriela y Norma, al verlo pegaron también un alarido de susto y se quedaron heladas.
- Así que nunca ¡HIJA DE PUTA! –dijo furioso Héctor-. Yo estaba cagando y escuchaba unos ¡RUIDOS! –volvió a exclamar- HIJA DE PUTA encima ¡mira con quien te encuentro!.
Norma no tenía capacidad de reacción y Gabriela lo miraba aterrorizada. Conocía a Héctor enfurecido.
- ¡Pero que hijas de puta!, -decía Héctor- que no paraba de mirarlas como si las hubiera visto escupir sobre el retrato de la madre.
En ese momento Norma se puso a llorar por la histeria que tenía y Gabriela se seguía tapando con la sabana, sin moverse porque estaba paralizada. Héctor volvió a decir:
- Sos tan ESTÚPIDA que ni siquiera viste mi ropa en la silla, BOLUDA. Ahhh, y después te pones a hablar de de Dorignetti como si fuera la mas trola. ¿Y VOS QUE SOS, EH?, ¿VOS QUE SOS?. Luego se dirigió a Gabriela y le pregunto: ¿y vos que tenes para decir? . ¡QUE TENES PARA DECIR MIERDA?. ¿Hace cuanto que te cojes a mi mujer?.
Gabriela lo miró con cara de ojete, sin contestar lo que Héctor preguntó.
En eso Héctor se acercó con violencia a la cama para sacarla a Norma de los pelos. Primero le pegó una trompada en el pómulo derecho, que casi la duerme y acto seguido la agarró de los pelos. Norma empezó a forcejear y se trenzó con Héctor, mientras los dos se tironeaban, Gabriela que observaba con desesperación y mucha bronca se levanto de la cama de un salto, corrió a la cocina y agarró lo primero que vio: la plancha para los bifes. Entró corriendo al cuarto y mientras que Héctor forcejeaba y le pegaba a Norma, le pegó un planchazo en la nuca que lo dejó seco.
Hubo un silencio mortal, las dos se miraron y luego Norma se echo a llorar. Gabriela la tomó por sus brazos y le dijo:
- Siempre te quise y nunca voy a permitir que nadie te maltrate.
Juntas se deshicieron de todo lo utilizado en la escena, inclusive el interfecto.
Del cadáver, lo único que supo la policía es que se encontró flotando en el río días después. Dicen que se golpeó con las cañerías desagüe que se encuentran sobre el costado de la playa, …ahí mismo en Quilmes.
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