CAPRICHOSA INSPIRACIÓN
(Lo que a todos nos pasa)
Fría mañana de jueves. Novelino de la Oda fue al cuarto de la imaginación y no pudo abrir la puerta. Forcejeó, empujó y no logró nada. Entonces, sintió pánico y tristeza al ver que era imposible traspasar el umbral que divide el mundo real con el mundo de las ideas. Estaba herméticamente cerrado y su cuaderno siniestramente vacío. Novelino acarició su barba rojiza en señal de preocupación. Estaba despojado de talento, plano como la alfombra y seco como los árboles de su jardín. Volvió a la puerta y forcejeó de nuevo… sólo ideas entrecortadas se escabullían por debajo, letras sueltas se escapaban sin control cuando el ruido áspero de la llave tratando de abrir la cerradura, parecía reírse burlesco de su impotencia.
Pasaron dos, tres, cinco días y la puerta continuaba cerrada. Pensativo miró su cuerpo pequeño en el espejo y se preguntó: ¿Le ocurriría esto a Neruda, Heminway o a García Márquez? No hubo respuesta, sólo el humo dulce de su pipa lo envolvía en una densa encrucijada. Novelino se cansó de tanto divagar y de beber café negro con sabor a impaciencia. Entonces, decidió no insistir. Guardo el cuaderno, se desconectó de la tensión cerrando los ojos y se olvidó de la puerta trancada. Estaba a punto de quedarse dormido cuando una voz interior le sopló al oido: -“es tu intelecto que está en ciclo bajo, revísalo en tu computador” – Con mucho letargo mental buscó un programa de biorritmos, escribió su fecha de nacimiento y esperó por el resultado: la curva azul se situaba en la parte más inferior del gráfico, justificando su sequía de ideas y la aridez de su inspiración. Escuchó nuevamente a la vocecilla en su oído: - ¿Te das cuenta?, es una crisis momentánea -. Obvio –pensó- mientras acariciaba su barriga prominente, si los seres humanos estamos hechos de ciclos, la vida es un eterno ir y venir.
Esperó tranquilo hasta que una mañana la puerta se abrió generosa. Novelino entró al cuarto de la imaginación y pudo ver a sus ideas y pensamientos perfectamente ordenados, fluidos y armónicos, ansiando ser llevados al papel para hilar nuevas historias. En el mundo real, el invierno había muerto… nacía la primavera.
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