Yuneyka está sentada en un rincón, la piernas las tiene plegadas de forma que las rodillas sirven de pedestal para una barbilla lubricada de lágrimas. Enlaza sus piernas de talle corto y marcadas de pequeñas cicatrices de infancia con sus brazos fuertes gracias a la lavadera y pasadera de coleto. Una parte del cabello le cubre el ala derecha del rostro al tiempo que la izquierda esta oscurecida por la sombra que del muro proyecta la bombilla de cien vatios. Un solo ojo suyo empañado de rencor autocompasivo se posa en Alexander que está sentado a un metro del televisor y dista dos y medio de su campo visual. Observa compungida que él ha encendido su cuarto cigarrillo y aún tiene fruncido el entrecejo; no es casual su silencio, tanto más si no comenta nada acerca de la alocución en cada nacional que dirige el presidente, las cuales a cada pausa o respiro surge una interpretación o plausible análisis por parte de Alexander.
ha soltado una mano para apoyarse en el piso de cemento y extiende las piernas a un tiempo que siente sus muslos tibios encontrarse con el frío del piso. “Él y su bendita literatura; si supiera que parece un témpano de hielo cuando habla así” Alexander se está acercando demasiado lento el cigarrillo a la boca, cosa que le hace sospechar. Ha empezado también, con la misma lentitud, a girar la cabeza en dirección a ella, le está mirando fijamente con esos ojos fuertes y secos que le aterran La repentina aparición de una robusta vena en la frente de Alexander, provoca que los ojos de Yuleyka se disparen en una película de acero brillante.
“Ahora va a huir como siempre” El monólogo del presidente se transforma en fondo musical de la discusión. A Yuleyka le desespera que Alexander cuando discute se pasea por toda la sala, la cocina, abre la nevera, saca una jarra de agua y no se sirve nada, la vuelve a meter, abre la compuerta del cd y vuelve a cerrarla.
Alexander se lleva la mano a la frente y la desliza hasta los ojos mientras baja la cabeza y se sienta de nuevo, respira profundamente buscando aire ante la mirada perpleja de Yuleyka Ella siente un alivio, se limpia las lágrimas abandonando el rincón oscuro y acercándose a la silla donde está Alexander se le arrodilla a un lado colocándole los brazos tiernamente en las piernas “Quien es el que no escucha a quién” desde la panorámica de Yuleyka se ha hinchado de sangre la cara de Alexander.
Yuleyka ha intentado interrumpirlo en varias ocasiones, pero Alexander habla maquinalmente en un arrebato que parece más un monólogo autocompasivo que una defensa.
Siente ella unas irrefrenables ganas de abofetearlo Le apaga el televisor a Alexander, y ve un reflejo de odio en sus ojos, nota que sus músculos están tensos al extremo mientras observa la pantalla gris, se levanta y enciende de nuevo la TV.
Mientras el presidente habla de conciliación Alexander llena la casa de pasos, la paredes parecen achicársele y constantemente se revisa los bolsillos sin sabe por qué Ya sabe que cuando Alexander se lleva la mano derecha a la nuca está a punto de estallar
Yuleyka retorna al oscuro rincón y comienza a llorar de nuevo, Alexander escucha del presidente que la revolución implica grandes sacrificios y que el proceso es largo para cambiar el desastre social que han dejado los gobiernos anteriores, ella le ve ablandar la cara y dirigirse a su lado, le abraza y sin mediar palabras, se van al cuarto porque van a hacer el amor.
|