Abajo, legiones de bachacos rodean el Guayabo, las abejas están aterradas; entran y salen de la colmena zumbando lamentaciones. Algunas toman una ración de miel y huyen desesperadamente. La mayoría se queda pensativa en la celdilla, contemplando desde su rendija la pálida planicie. Diez horas atrás, en el epicentro del panal se producía una reunión emergente entre el Gabinete de Abejorros y la Reina. Julito Miel escuchaba las intervenciones y temía por su madre.
“…Señores, es imperativo trazar la estrategia de retirada –decía la Reina- no zumben innecesariamente, tenemos aproximadamente diez horas para entregar el Guayabo a los bachacos… Las avispas están con ellos, se negaron a hacer la guerra, su mutismo significó nuestra derrota…”
“…Pero Reina, Todavía nos falta discutir el destino de la Colmena, las Abejas…” “Un Momento Teresita Miel –Interrumpió Mauricio Abelasquez- ; como Jefe de Estrategia Colonial, es mi deber informarte que ya se está preparando un informe al respecto. Ahora, las decisiones imprescindibles solo se ajustan a la discusión de los lineamientos a seguir en el resguardo de los intereses de la Reina.”
Pequeñas y serviles abejitas cambiaban los driales de miel fría por tibia miel recién regurgitada. Suntuosos cuadros de la Reina abrazada con majestades de otras colmenas rodeaban las paredes del panal. Un pequeño pelotón de Zánganos custodiaba la sesión, el Gabinete de Abejorros ocupaba su lugar en la mesa según sus altísimos y pomposos cargos. Desde la seguridad de su escondite, Julito Miel tomaba nota para la posteridad; biografiaba la caída del “Dulce Gobierno”. Conocía de cerca al Gabinete de Abejorros; su madre era miembro de ellos; se gestó como luchadora obrera que ayudó desde una precaria condición a sus colegas, fue seleccionada por la Reina para el cargo de Jefe de Desarrollo de la Especie porque gozaba del respeto de las criadoras, la clase transportadora de larvas y los recolectores de polen. Otro factor crucial la mantuvo en el cargo: La Reina era amante de la belleza, y el honesto idealismo de Teresita Miel la cautivaba, aunque no pudiera descifrar el por qué le prodigaba tanta lealtad. Supervisaba a fondo la vida del “Dulce Gabinete de Abejorros” y todos, menos Teresita, habían desarrollado un abdomen prominente y acorde con su alta jerarquía, sus aguijones se erguían puntiagudos, sólidos y amenazantes; henchidos de veneno… En cambio Teresita era delgada como una avispa, había nacido sin aguijón y era rechazada por todo el gabinete que se burlaba a sus espaldas de la desarmada condición de “teresita la chutica” como le llamaban.
“Teresita…Teresita, ten confianza en Mauricio Abelasquez; bajo mi reinado él se ha destacado como el cerebro de los programas de expansión de la colmena, no en vano es mi mano derecha, colmenoteniente y asesor de confianza…” Julito Miel notó que los tiernos y bonancibles ojos de la Reina mutaron en un tempestuoso e inflexible gesto de soberbia. “…En cambio tú: ¡Abelangel Linaza! Has hecho del cargo de Jefe de Soldados una cuna de traidores, eres la abeja más estúpida e incapaz del reino, ¡Maldita eres entre todas las abejas! Sólo eres una adicta al azúcar…” Abelangel Linaza intentaba argüir algo en su defensa, pero a cada balbuceo la Reina levantaba la voz “Pero alteza; mi Reina…” “¡Cállate Sátrapa!... ¿Qué hiciste para mantener la sumisión de trescientos de mis soldados?; Permitiste que desertaran hacia otra colmena, mendigando miel y entregándome a la injuria colectiva como una Reina mezquina e indolente… ¡Fuera de mi vista! ¡Llévense a ésta Odalisca de aquí!” Julito se horrorizó al ver cómo los zánganos arrastraban y daban empellones a la que fuera su máximo jefe. Sería insecto muerto si le descubrían; había sido echado de la colmena bajo el triste silencio de su madre una vez que se confeso Bachaquista. Sobrevivía a duras penas fabricando su propia miel en los linderos del jardín, manteniendo pequeñas relaciones con los bachacos y sus aliados porque se identificaba con el justo equilibrio entre las especies vejadas por la fuerza avasallante del imperio de las abejas. Muchos años reprimió éste sentimiento, y a escondidas escribió hermosos poemas criticando la indolente y excluyente forma como gobernaba su raza. Vivía bajo el constante remordimiento de pertenecer a una especie explotadora; que engañaba en su beneficio a las avispas, las hormigas, a las chicharras y mantenía a los bachacos cultivando sus hongos de los peores follajes, peor aún, acaparó para sí las flores, e instaló su colonia en el árbol de guayabas, prohibiendo para los demás el delicioso derecho de disfrutar sus frutos y dulces floraciones. Las hojas, inservibles para las abejas, fueron negadas a los pobres bachacos, simplemente por miedo a perder el control sobre éstos, gracias a un posible desarrollo y consiguiente autonomía.
Embebido en estas reflexiones estaba Julito Miel cuando escuchó la voz de su madre levantarse entre las murmuraciones del gabinete… “Amigos, no debemos caer en pueriles odios y resentimientos… lo que está sucediendo se debe a un castigo por algunos de nuestros errores…” Una ola de zumbidos de asombro se escuchó en toda la estancia. Ardid Abejo; Procurador General de la Ley de Abejas y otras especies, levantó las patas en ojiva alta y se dirigió a Teresita:
“Miel-te, Miel-te… Yo también conozco a la bachacada, recuerda que tengo empleada a toda una bachaquera extrayendo hojas de cayena para mis investigaciones energéticas. Esa es una especie simple, no castiga a nadie, se limita a trabajar y trabajar; cosa loable en ellos… por eso los ayudamos… Y haciendo memoria: levantaste el ala cuando propuse mis proyectos de ley, con o sin resistencia, pero lo hiciste.” “La bachacada es una cuerda de rastreros cavernosos –Gritó la Reina- Mira cómo me agradecen la ruta que les facilité para movilizarse lejos de la maleza del jardín. Y viene ese Bachaco plebeyo; con su discursito de necia equidad, instigando a la rebelión, destrozando todo mi esfuerzo en nombre de una libertad para la chusma... No concibo que sigan a un arrabalero y no a una Reina como yo: todos le adoran como atolondrados…”
“¡Atolondrados! Nos llama atolondrados…” –pensaba Julito Miel- “Esa ruta es de la bachacada por derecho; ellos no tienen alas para volar divinamente como nosotros… ¡Vieja Furcia!”
“Bueno, de cualquier manera, ese Bachaco no sabe gobernar. Si nos vamos a los numeritos, –Hizo notarse Mielina Abeja- desde que ocupo el cargo de Jefe de Obreros y Personal de Cría, la producción de miel en la colmena se ha multiplicado un 700 % en comparación con los indicadores de onzas precedentes a nuestro mandato, esto beneficia directamente al desarrollo de nuestra especie, e indirectamente a las otras; desde nuestra posición podemos asegurarles trabajo y protección contra cualquier invasión. Si se empeñan en desligarse del sistema que tan generosamente les ponemos a su alcance, nuestro objetivo entonces, de ahora en adelante, será procurar un… (cómo decirles)… una pequeña amalgama de situaciones… desagradables, de modo tal, que la bachacada retome su atención a la antigua normalidad, dignamente representada por nosotros.” Un abejorro emisario irrumpió en el aposento y se dirigió, previa reverencia a la Reina, a Damián Colmenarez, intercambió unos zumbidos inaudibles y un roce de antenas, retirándose diligentemente de la sala. “Señora Reina –Dijo Damián con inflexión nerviosa- Uno de mis capataces de construcción me informa que se han encontrado cuevas debajo del Guayabo. Si es obra de la bachacada podemos suponer que los bachacos no tienen planificado llegar a nosotros a través del sendero despejado. Han construido un intrincado sistema de cuevas desde la Red permitida en nuestro Código Orgánico de Excavaciones y Sub-urbanismo. En éste momento pueden estar justo en las raíces del Guayabo mientras vigilamos el terraplén, sugiero no prestar atención a la legión de bachacos que se avistan en las zonas áridas; para avocarnos a impedir una intervención desde las raíces del árbol.” Julito se debatía entre la admiración y el oprobio que sentía hacia Damián Colmenarez; una avispa huérfana del incendio que extinguió su colonia en el patio vecino. Creció imitando la labor de la avispa solitaria, aprendió a reducir todo un sistema de vida en base a sus necesidades individuales. Cuando llegó a la Colmena no era más que una línea negra con una inteligencia superdotada, rápidamente conquistó un lugar entre las obreras y ganó una buena posición con el intercambio de mielina. Se hizo fuerte y veloz. El suceso impresionó a muchas Abejas Reales y a escondidas mantuvo apareamientos temporales con las nobles señoras. Escaló posiciones y creo un aura a su alrededor de perfecto espécimen. Con todo y la fama de interesado burlador de aristocráticas incautas, todas le deseaban, y pagaron el precio. Una mañana dejo a un lado a la asistente de la princesa Conchita Real para iniciar una productiva relación con la hermana de la Reina, obteniendo jugosos contratos en la construcción de colmenas. Nada mal para una avispa.
Julito había mantenido una relación amistosa con él porque llamaba su atención la abierta confianza que Damián le dispensaba, y en cierta forma ambos compartían un sufrimiento indecible, manifestado inconscientemente en sus ambiguas maneras de pensar; Damián vivía para brillar entre los insectos y Julito para crear espacios imaginarios. La disputa recurrente entre ellos consistía en el tema del éxito; Damián no concebía una verdadera vida sin una posición en la Colmena, y Julito decía que los pensadores eran tan necesarios como los procesadores de miel, refutado por Damián porque pensar en la existencia del insecto es tarea para Reyes y Príncipes, pues no tienen nada más por hacer. Pero sin arte –replicaba Julito- todo sería un absurdo crecimiento reproductivo y vana manufactura; hacen falta individuos sacrificados en torno al bienestar de la especie, dispuestas a las penurias de la incomprensión pero interesadas en el conocimiento, sin ello, no tiene profundidad ni belleza la vida de la abeja.
Con poesía no se hace miel –le respondía.
“Hermana, -Interrumpió la Princesa Conchita- no debemos desestimar la opinión de Damián; él y Teresita son los que están más cerca de las obreras, y sobre todo Damiansito se las arregla para sacarles información…” Julito se apresuraba en la toma de notas; era imprescindible legar a las colmenas por venir el testimonio del más indolente monopolio de la salud liderizado por la princesa desde el Instituto Autónomo de la Salud de Abejas y otros insectos. La idea de crear éste organismo paralelo al gobierno fue de la Reina. Necesitaba un jefe capaz de controlar una enorme y tentaculosa institución para mantener adheridas al “Dulce Gobierno” todas las especies del jardín. Nadie más capacitado para el cargo; Conchita Real era ambiciosa y adoraba el poder, gustaba de dar órdenes arbitrariamente y le encantaban las zalamerías. Tenía el carácter necesario para manipular a fuerza de pañitos tibios a la bachacada; éstos hubieran hecho lo imposible, sometiéndose a trabajos indignos, para gozar de la ayuda sanitaria que prometían las abejas. Aún así la política de salubridad de Conchita era netamente preventiva; instaló una red de cuevas donde los insectos enfermos asistían para recibir indicaciones imposibles de cumplir; las pautas de la curación sólo eran accesibles para insectos voladores. Morían miles a diario, la desnutrición los disecaba vivos, el acceso a los verdes follajes estaba limitado para los bachacos que vendían a sus hermanos por una mordaza de hoja.
“Si Damián dice que la bachacada está debajo del Guayabo –convino Abelardo Oropel, Jefe de Apicultura y Comunicaciones- entonces yo habilitaré a mi personal para entrar en las cuevas y convencer a los bachacos del desastre venidero si caen los Programas de Salud, de Mantenimiento de Rutas, de Autocultivo de Hongos… Lanzaremos una campaña “En Defensa de Nuestros Programas…”
Julito escuchaba un incesante rumor en las ramas que sostenían la Colmena, las párvulas abejitas que asistían al Gabinete desaparecieron, sólo tres de los Zánganos permanecían es sus puestos de guardia, en la Colmena emanaba un sigilo terrible. Uno de los soldados salió a investigar y volvió hecho un nudo de alas. Los miembros del Gabinete se levantaron aterrados “¡Mi Reina!, el tallo del guayabo se ha teñido de rojo… ¡Vienen por nosotros! No queda nadie en la Colmena, tomen lo que puedan ¡y huyan!”
Julito Miel sale de su escondite ante el pasmo de los abejorros “…Señores, dejen todo como está, acepten la derrota con humildad y devuelvan a la Bachacada lo que a la Bachacada pertenece. Huyan si temen a la justicia, pero ya es hora de aceptar que los seres de abajo tienen derecho a dirigir su destino… Y tú, Madre, ven conmigo, si hemos hecho algún daño lo hemos rectificado a tiempo, ahora debemos ceder ante la verdad, y aplaudirla.”
Sintiéndose acorralados y escuchando el tropel de patas de los Bachacos, en una carga de odio y resentimiento, los Abejorros se lanzan contra Julito Miel. Teresita da gritos de angustia y dolor de madre al ver que su hijo es aguijoneado inmisericordemente por el resto del Gabinete. Cuando terminan, Julito agoniza en el piso, víctima del más atroz de los dolores. Teresita lo toma entre sus patas y preñada de lágrimas reconoce su error. Los Bachacos entran al salón y no reconocen a la Reina… Apresándola junto a los demás Abejorros para llevarlos a tierra, donde en lugar de matarles les arrancan sus hermosas alas y son puestos en libertad entre la maleza. Teresita Miel solloza junto a al esmirriado cadáver de su hijo; la única Abeja Bachaquista en la historia de la Colmena. El Guayabo es despejado y nadie nota que Tersita aún está viva. Una legión de bachacos muerden las bases del panal y éste se desprende poco a poco ante la indiferencia de la madre adolorida. Una brisa entra por las celdillas y Teresita sabe que el “Dulce Gobierno” cae hacia el abismo, se acerca aún más a su hijo y cerrando los ojos se abraza, como en los viejos tiempos, a la verdad.
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