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Caminando iban sin un rumbo definido más que el de sus propios hogares en una tarde cualquiera en un día cualquiera, ya el sol se comenzaba a esconder tras aquellas montañas que cubrían la vista de ese más allá que nos inquieta tanto. Charlie y Búster se llamaban y se dirigían hacia sus casas después de un arduo día de estudio, de trabajo y de descanso. Se encontraban en el centro de aquella ciudad ruidosa pero silenciosa, oscura pero iluminada, en donde todo es risas y llanto, abrazos y odio, donde el amor se inhala y el arte emana de cada uno de sus poros, esquinas, semáforos, parques y eventos.
La noche comenzaba a cubrir aquella ciudad en la que se despertaban los faroles que iluminan sus caminos. Los dos conversaban sobre el día presente, sus acontecimientos individuales, todo aquello que hicieron desde el mismo momento de abrir sus ojos, las experiencias nuevas, el último chiste escuchado o la nueva y despampanante estudiante que a todos embrujo. Búster hablaba y hablaba, caminando entre las sombras y las luces de las estrellas, mientras que Charlie no hacia otra cosa que escucharlo, poniendo atención a cada detalle cada sonido emitido por la boca de Búster. Entre estos sonidos se colaba cada vez más, uno que lo inquietaba y que a medida que pasaba el tiempo le llamaba más la atención. Eran unos golpes al suelo, unos pasos que con el transcurrir de la distancia más cerca se percibían, y no eran propiamente sus pasos o los de Búster, en cambio si unos pasos intrusos que a cada palabra de su amigo, más se escuchaban, más cerca se sentían, hasta que tan cerca estaban que para Charlie las palabras de Búster eran solo susurros y su única preocupación era ahora aquellos pasos. Ya al borde de la locura Charlie le comenta entre dientes a su compañero “nos vienen siguiendo”. En ese preciso momento Búster solo pudo emitir un gran silencio que abarcó toda la calle. Atentamente Búster escucho como aquellos sonidos que se apoderaron del miedo de Charlie se comenzaban a apoderar de él también. Charlie quien desesperado ya estaba, en un ataque de angustia freno sus pasos y con un rápido movimiento dio media vuelta para así descubrir a su seguidor, pero al mismo tiempo y con gran destreza su seguidor, quien vestía de negro de pies a cabeza, realizo el mismo movimiento permitiéndose así cubrir su identidad y dar la espalda a aquel que intentaba sorprenderlo.

Este simple hecho hizo que tanto a Charlie como a Búster los dominara un temor que en lo mas profundo de su ser comenzaba a temblar. De repente los dos dejándose llevar por aquel sentimiento comenzaron a correr, pero los pasos igualmente los acompañaban. ¡Más rápido!, pensaban, pero a medida que se hacia más intensa la maratón igualmente se hacían más intensos los pasos extraños, hasta que ya rendidos, la respiración entre cortada y las piernas sin responder deciden regalarse a su destino, entregarse a su captor. Al voltearse y mirar de frente a aquel personaje que estaba igualmente cansado, sus sonrisas se apoderaron de sus almas, el hombre con gran alegría les extiende su mano y les agradece a los dos por permitirle existir, por permitirle ser quien es……Un mimo.
Para alegría de todos, nuestros dos caminantes se llamaban Charlie Chaplin y Búster Keaton. Precursores del cine mudo y del arte del MIMO.

Como nunca dije al principio….fue solo un sueño.

Texto agregado el 20-06-2003, y leído por 439 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
15-05-2008 Q´tierno condena
 
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