Ya falta poco para que un día de éstos caiga muerto y aún no he podido descubrir el secreto. La cardiopatía congénita no es una enfermedad amiga de la medicina como carrera. La mosca sigue visitando a mis cadáveres en la morgue, vuela en espiral sobre sus rostros y aterriza limpiamente en la punta de sus narices, parece recoger algo, y se retira. Es la misma mosca, reconozco esa forma malintencionada de volar, la he visto cientos de veces cuando llega un paciente grave a emergencias, la escucho zumbar en las ventanas, en los conductos del aire, detrás de las puertas, entonces me apuro y aplico todos mis conocimientos en el moribundo.
Diariamente recibo consejos para darme un merecido descanso y hacer una pausa en mis estudios e investigaciones personales, pero no debo, esa mosca maldita no puede seguir arrebatándome pacientes. Últimamente la mosca ha estado muy incisiva en la visitas al servicio, pero no se ha muerto nadie en tanto la escucho merodear, ayer nada más la vi en el gorro de una enfermera y le di tal golpe con la carpeta metálica de las historias médicas a la pobre que tuve que atender su desmayo y el consecuente memorando de la dirección del hospital.
Moscú, Diciembre 04 de 1978. Estoy terriblemente asustado, en horas de la mañana cuando pasaba revista a los pacientes una mosca vino volando en espiral directo a mi nariz, por suerte la esquivé pero quedé paralizado, supe que no era una mosca normal, cuando la tuve cerca, en esas centésimas de segundo, le vi los ojos; unos ojos enormes que se dividían en panales y en cada uno de los compartimentos rodaba una escena de mi vida. Eran millones de ellas, pude ver toda mi infancia, mis terrores y traumas volvieron a acosarme desde la figura de Padre. Los amigos, los fracasos, las victorias, las mujeres, todo mi carrera de medico, caminaron por el iris catártico de mis ojos. Hace rato que escucho muchos zumbidos juntos, las moscas están apareciendo por todos lados, salen de las ollas y los gabinetes, por debajo de las puertas y de las vigas del techo… ¡No fue mi intención interrumpir su labor señoras! ¡Perdónenme!
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