III
-Creo que el invierno es la mejor estación del año- le comente cuando le entregue el vaso de agua y, desnuda, dejo derramar un par de gotas en sus pezones de fresas, sólo para excitarme y demostrarme la confianza absoluta de ese gesto tan natural. Antes habíamos hablado que la parte del cuerpo femenino que más me agradaba era los senos y ella, al parecer, tomo nota de aquel sutil comentario. Así podrían funcionar todos los seres humanos, entendiendo las indirectas del resto de los humanos y los no tan humanos. Esto se erigía como la segunda muestra de confianza que Carmen me daba, después de los caballos. Comencé a indagar y buscar alguna manifestación mía que materializaba la confianza que yo también sentía por ella. No la encontré…
Ella opinó que el otoño superaba por poco al invierno, pero que debíamos considerar el nivel invernal de Santiago de Chile, muy distinto que en otros países donde no existe el invierno, y la capacidad de resistirlo que se puede tener, ya que muchos chilenos sufren las inclemencias del frío y no tiene la oportunidad de gozarlo como ambos lo estabamos haciendo ese lunes de lluvia. Sugirió que durmiéramos un rato, para luego comer algo. Apoye su moción totalmente, atraje su cuerpo junto al mío y sentí cierto malestar por la gente que no tiene la posibilidad de disfrutar el invierno como yo en ese instante. A lo lejos, el ruido de las micros que transitaban por la Alameda, me hicieron pensar que si este lunes de lluvia fuese un lunes normal, yo estaría a bordo de una cagándome de frió y sin alegrarme con los chubascos. En aquella habitación oscura, desordenada, animada por algo de Calamaro que sonaba de fondo, me sentí bien...
-No te olvides contarme lo del ajedrez- murmuró Carmen mientras entrábamos al reino de Morfeo...