Resumen: Decidido a encontrar a la misteriosa joven que obsesiona a su hijo, Williams busca por todos los medios alguna respuesta a este intrincado enigma. Hoy se sabrá ¿todo?
Una noche en que Williams se desvelaba en su lecho, recibió un llamado urgente de Laura. Ella, con voz temblorosa le dijo:
-Señor Williams ¿Ha escuchado usted de la materialización de Thanatos?
-No, explíquese por favor.
-Fue una situación en que la Muerte como tal, se vinculó a la forma para aparentar ser una persona. Como tal, tuvo la facultad de anunciarle a cada uno de sus sentenciados su próximo fin. Y todo esto, señor Williams, porque alguien reactivó las cifras que la mantenían cautiva. En ese estado, la muerte se desata y es capaz de aventar la desaparición de cuanto ser la mire a los ojos.
El terror se apoderó de Williams. Si era Thanatos aquella que obsesionaba a su hijo, muy pronto Richard seguiría el rumbo de los demás.
Decidido a terminar con aquello que el consideraba un maleficio, Williams se embarcó en una desesperada búsqueda de la cifra aquella que revirtiera el proceso y enviara a Thanathos a sus oscuros abismos. Como de esoterismo no sabía absolutamente nada, consultó a cuanto brujo le salió al camino, algunos le dijeron que las cifras no existían, que aquello no estaba al alcance de la mente humana, otros le expresaron que la muerte se la dictaba al oído al condenado. Enardecido, recorrió morgues y cementerios para encontrarse con aquella que le deseaba robar a su hijo, su compinche, la razón de su vida.
Una lúgubre noche, algo alertó a los perros, conformándose una lastimera polifonía de aullidos. Williams dormitaba junto a su regalón en un sofá, después de haber intercambiado ambos las más variadas opiniones tocantes al asunto de los fallecimientos. De pronto todo pareció ennegrecerse, la luna, los astros, todo. La oscuridad luego dio paso a una luminosidad mortecina. Las puertas de la sala se abrieron violentamente impulsadas por una ráfaga gélida. Padre e hijo se sobresaltaron al contemplar como tras el estruendo, la silueta de una muchacha se dibujaba en la mampara.
-Hola- se escuchó decir. Williams sintió que desfallecía y su hijo, en cambio, se levantó de inmediato como impulsado por una extraña fuerza. Era ella, aquella que tanto había buscado y que se anunciaba como algo sobrenatural.
-¿Has regresado Thana?
-Si- dijo la muchacha. Vengo a cumplir mi promesa.
Williams se abalanzó para interponerse entre ambos pero su hijo lo detuvo.
-Padre, por favor, no lo hagas. Nos amamos, la he esperado tanto.
El joven extendió sus brazos intentando tocar con sus dedos trémulos a la chica. Esta, sonriendo quedamente, entrecerraba sus ojos mientras su cuerpo parecía fugarse dentro de su negra vestimenta.
-¡No hijo, no!-Williams, en un desesperado intento, tomó uno de los atizadores de la chimenea y en el momento que intentaba descargarlo en el cráneo de la joven, una terrible punzada en su corazón le hizo desistir de su intento y apretando sus manos contra su pecho, se desplomó sobre la mullida alfombra. Richard se arrodilló junto a él y contempló con angustia su rostro contraído.
-¡Thana, Thana, mi padre se muere.
La muchacha no dejaba de sonreír.
-¡Tenemos que hacer algo! ¡Por favor!
Ajena al drama que vivía el joven, Thana se desplomó sobre un mullido sillón y comenzó a reír maliciosamente.
-Ya nada podemos hacer por él- dijo luego y su voz parecía emerger desde las profundidades, puesto que sonaba cavernosa.
Richard, espantado, vio que aquella bella chica era la misma que había conocido en la fiesta de cumpleaños pero por un matiz que no sabía diferenciar, se presentaba ahora ante sus ojos de una forma diferente, era algo mórbido emergiendo desde su instinto y que le erizaba la piel. Un grito de espanto escapó de su boca al constatar de golpe quien era aquella con la cual tendría que vérselas.
-Thana T. Osmond- su voz sonó dubitativa.
-Si-contestó la muchacha y esa breve sílaba esparcida en ondas reverberantes pareció rebotar en cada objeto para luego multiplicarse como una proclama.
-O mejor dicho…Thanatos…-repuso el joven.
La chica hizo una reverencia y le apuntó con su dedo índice.
-Tú me invocaste,chiquillo y aquí estoy para llevarte. Bueno, considerando tus grandes cualidades te dejé para el final porque eres un exquisito postre.
Aterrado, Richard retrocedió a sabiendas que ya no había escape. La muerte, ese hecho inevitable, designio que llevamos inscrito en cada una de nuestras células, ahora le contemplaba con sus ojos insondables.
Williams, haciendo un esfuerzo sobrehumano, musitó muy débilmente:
-Las cifras…las cifras…
Fue en ese momento que el cerebro de ingeniero de Richard comenzó a trabajar en función de complicadas ecuaciones. Recordó aquel día en que ensayando algunos ejercicios, escribió una secuencia numérica que sin saber por qué lo inquietó. Nada demasiado perceptible, sino algo como una apertura de arcanas cerraduras, un pensamiento fugaz que lo sacó de sus cálculos por una milésima de segundo. Su mente entrenada comenzó ahora a reordenar ese código. Thanatos se había puesto de pie y se acercaba a él con una expresión indescifrable en su rostro perfecto. Los números comenzaban a aparecer lentamente en la pantalla de su cerebro. Thanathos estaba ya a un paso, el joven desconocía sus armas pero fuese como fuese, ella era infalible en su trabajo. La muchacha o la Muerte -ya daba lo mismo- estaba junto a él; pudo contemplar ese rostro bello e inmaculado, esfinge de carne gélida que desobedecía a todo esquema establecido y en el paroxismo del miedo por el dudoso privilegio de conocerla y estar cara a cara con quien le arrebataría su hálito, los números que intentaba reordenar, se le vinieron de sopetón a su mente y sin pensarlo dos veces, los pronunció con voz clara y solemne y esa fue la llave que giró en los desconocidos goznes de lo oculto para que Thanathos retrocediera un paso, dos, tres y tras cada paso que daba, su rostro se iba desfigurando para transformarse en algo amorfo cuando finalmente un ventarrón pareció succionarla, lo que se llevaba era un hatijo de ropajes oscuros que la noche los envolvió como una mortaja.
Sin aliento, sin fuerzas ni deseo de recuperar el entendimiento, Richard se desplomó al lado de su padre y sin saber por qué, comenzó a sollozar. Afuera, los ladridos y aullidos de los perros se acallaron, la noche recuperó su luminosidad. La Muerte, una vez más parecía reinar desde las sombras y ello significaba una oportunidad para el Hombre.
Tres semanas más tarde, Williams y Richard salían de vacaciones para olvidar la intensa y horrible experiencia vivida. Eran padre e hijo, una pareja inseparable y pese a que algún día, inevitablemente el muchacho emprendería su propio camino, entretanto disfrutaban de esa bella relación que ni la propia Muerte pudo terminar…
F I N ?
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