Lo que más recuerdo era el patio grande. Nada pudo ser mejor que ese mundo dentro de mi casa. ¡qué contento terminaba, siempre sucio!, no había otra forma de mezclarse con la magia, sólo la tierra de mi patio. Y los cientos de conejos que en el patio habían, eran de verdad, -llegaron a ser + de 200-, además de las gallinas...y mi perro.

El día comenzaba temprano y había mucho por imaginar. Entonces era el despliegue de mis soldaditos y tanques en el patio. Las mejores aventuras, las más propias.
Y mi viejo, mi viejo siempre entrando y saliendo por el trabajo, yendo a la vega a buscar mercadería, o sino era la hora de ir a buscar algún colegio que salía. Después, cuando ya había visto hasta He-Man, que era el mono que daban más tarde, ya estaba oscuro y solo, llegaba mi mami del jardín a acompañarme. Hasta mi nana se había ido, y el hambre la mataba con unos panes con mantequilla que me aprendí a hacer en el microondas recién comprado...era toda una ciencia a los 5 años.
A mi hermano, jamás lo ví en esos tiempos, siempre en el colegio, siempre en la U o donde mi abuela. Yo sólo esperaba el viernes, me aguantaba los monos hasta la noche, como siempre, hasta que llegaba mi mami, y se quedaba para siempre, dos días es mucho tiempo. El fin de semana era un ritual. El viernes salíamos a comer los cuatro. Después llegabamos contentos. La última vez que recuerdo esas salidas fue cuando volvimos y mi perro ya no estaba en casa. Nunca supe adónde fué, jamás loré tanto tampocohasta ese entonces .
Lo que me gustaba era el baño grande, el living grande, el patio grande, mi casa era toda enorme. Y en la tarde tras comer mi nana insistía que tenía que dormir siesta, yo lo odiaba pero igual dormía. Tarde me di cuenta que cada vez que le decía que no quéría dormir me dejaba estar despierto.

El sábado era el mejor, el almuerzo lo hacía mi mami y casi siempre estábamos todos. No sé cómo se pasaba el tiempo... después en la tarde, íbamos donde la mona, mi tía, a una cuadra de mi casa.
El domingo, era raro, nuna me gustó del todo, excepto en la mañana. Me levantaba temprano y acompañaba a mi viejo a jugar a la pelota por Alessandri, después nos quedábamos con sus amigos viendo los goles de Zamorano en el Real Madrid, y me compraba un churrasco en el casino, y al llegar nos repetíamos el almuerzo porque sino mi mami se enojaba.

Pasaron un par de años, las cosas cambiaron. Mi viejo cerró el negocio y empezaron las dificultades. Ya nunca más salimos los viernes de esperanza. Lo peor de todo, lo más horrible que me ha pasado, fue cambiarme de casa, 3 cuadras más allá, es como un puñal lentamente enterrado, paso todos los días por mi anitigua casa, todavía me llama como si me gritara. Ahora vive el sobrino del arrendatario. Él no se la merece.

Ni las navidades volvieron a ser igual, antes hasta vi la luz verde del trineo del viejito pascuero!! juro que la vi una navidad que andaba con una camisa roja!, yo me subía arriba del techo para verlo, ahora ya no puedo subirme, esta casa es distinta. Es fea. Es chica y no tiene patio.
DEspués mi abuela se vino a vivir con nosotros. aHí empezaron los problemas. Dos casa en una, y a ello le sumamos que mi viejo vendió uno de sus autos. Definitivamente las cosas habían cambiado. Cada vez más drama y el cinturón con menos diámetro...
pero solo lo cuento y estoy lejos de quejarme, todo ha sido fantástico. Mucho se lo debo a mi casa. Hoy, seguimos siendo 4, más mi abuela, pero todos nos estamos reivindicando. Las cosas van cambiando para mejor -en verdad llegaron a ser malas-, pero siempre estamos juntos, y tengo la certeza de que así será. El tintero me reclama que muchas cosas se han quedado, para la siguiente vez saldrán a flote.
Esa es parte de mi vida...muy resumida, por cierto.

El Coronel