Cuando venimos a este mundo la alegría inunda a nuestros padres, abuelos, tíos, demás familiares y amigos, nos muestran con orgullo, seamos feos o guapos, el caso es celebrarlo. Los posibles nombres empiezan a bailar, se llamará como el padre o como la madre o tal vez como esa estrella de la televisión y una vez que se ha decidido nos llevan al registro civil para inscribirnos como ciudadanos de hecho, pasamos a estar en el libro de familia con nuestro nombre y apellidos, para el resto de nuestra vida. Aquí es donde yo quería llegar, lo normal es que se nos conozca por nuestro nombre, todos lo repiten insistentemente, primero en casa y luego en el colegio, aunque en este último se utiliza mucho el apellido a secas para referirse a alguien, como sucederá años más tarde en el trabajo, “¡ Pérez, termine esas fotocopias de una vez !”. Pero, y aquí viene el pero, en ocasiones las personas no son conocidas por su nombre y apellidos, es cuando aparece el apodo, mote o sobrenombre, todos los hemos utilizado, normalmente en el colegio con los profesores y casi siempre haciendo referencia a un detalle físico o de su carácter, el bizco, el gordo, el chivo, la jirafa, el enano, la vieja...y siguiendo no terminaríamos, pero también se utilizaba entre alumnos y aquí viene a colación el título de esta columna pues en secundaria teníamos una compañera conocida como “ la vagina indiscreta “ y me acordé de ella porque el otro día la vi en un supermercado junto a su marido y un niño, pero claro no podía saludarla, no me acordaba de su verdadero nombre, solo de su apodo, un apodo fraguado a base de dar a conocer su vagina a gran parte del instituto y no creo que a su marido le hiciese demasiada gracia que me acercara y le llamase “ ¡ eh, vagina indiscreta cómo te va la vida ! “, así que tiré por otro pasillo y lo dejé para una mejor ocasión.
También en las familias se utilizan los apodos y es muy normal aún que en los pueblos cada una tenga su apodo, me estoy acordando de una cuñada mía, cuya familia es conocida por “los chatos “ y una amiga de la facultad que en su caso eran conocidos como “ los botones “ lo mejor de todo es que no conocía el origen de ese sobrenombre. Después tenemos los apodos dentro de las familias, el de mi familia es muy curioso pues todos los hermanos nos dirigimos unos a otros con el mismo apodo “ cabeza “, se imaginarán que tenemos una cabeza considerable y así es, seis hermanos llamándose unos a otros “cabeza”, entre primos también lo hacemos y mi padre con sus hermanos igualmente, ni jurarles tengo que me es imposible encontrar sombrero de mi talla...
También es muy común que entre los amigos se pongan apodos, al menos en mi círculo solían ser sacados de personajes de la televisión o del deporte, pero no sé porqué siempre había uno conocido como “ la rana Gustavo “ de Barrio Sésamo y a la gordita del grupo se le endiñaba “ Peggy “ y al más tontorrón “ Supercoco “, ¿ a que empiezan a acordarse eh ? del trabajo no hablo que tengo compañeros que pasan por aquí y no quiero que se enteren de su apodo.
Hasta la semana que viene y un abrazo.

Luis Barrasa Martínez ( El cabeza + Barrasus ) Sevilla 14 de noviembre de 2004