Ingenuidad
El sol se escapa por un costado del gran edificio, y algunos rayos huidizos llegan hasta mi pieza desparramándose, dándole un color acaramelado a la madera del piso.
Abro la ventana y del otro lado del patio me llega el eco de un tango malevo, tan porteño que dan ganas de visitar al dueño de la voz, pero el murió antes de que yo naciera, en Medellín, y ¡cada vez canta mejor!
Bisagra, mi gato dorado, como los de las antiguas brujas, abrió un ojo y con gesto de aburrimiento volvió a cerrarlo, no le gusta que lo molesten, es un gato Zen.
El tango se desvanece dando lugar a un blues raro y al cerrar la ventana escucho el portero eléctrico.
Es Peter, mi romance actual, elijo un compact de Paul McCartney, para acompañar el ceremonial que se avecina.
Camino al baño tomo el body negro de gran escote y mangas largas, la pollera hindú que mamá odia y que me hace sentir libre como una gaviota, y la bombachita violeta de seda y lycra que me compre ayer. Me baño en Opium, porque hoy se me antoja, y suena el timbre.
No estoy lista, por supuesto, me dirijo a la puerta mientras me calzo la pollera y no encuentro zapatos que ponerme.
Pero al abrir la puerta la magia se apodera de mi universo.
Allí esta airoso y esbelto cual caballero andante, un Peter sonriente y magnífico. El pelo largo, sedoso y atado atrás a lo Highlander, un jean rotoso, una camisa de seda de tono indefinido (italiana supongo) y un sobretodo de pelo de camello ocre, tan inglés como el dulce de naranja.
En su mano derecha, sostenida como caja de Dom Perignon, veo un pack de agua mineral y en la izquierda un ramo de claveles blancos.
El sin duda alguna es realmente especial !!!!
-- Traje el drink -- su voz ronca me acaricia.
-- Veo, francés, supongo -- me hago la piola.
-- Claro es Evian -- dice abriendose camino como quien llega a su propia casa.
-- y a mi que se me terminó el paté trufado -- continúo disimulando mis deseos incontrolables de atacarlo ( sexual attack )
-- Pero cachorra, esto se toma con frutas y verduras frescas. Tal vez una zanahoria, unos tallos de apio, dos manzanas. -- me deshace esa voz de macho en celo.
-- ¿Y que tal tu pepino? -- digo cual vampira a la que le van creciendo los colmillos.
Peter se sonríe, toma dos copas altas y una botella del agua en cuestión, se me acerca muy despacio y me susurra -- Que dientes tan grandes tienes Abuelita ...--- se aleja dandome un piquito.
Elige cuidadosamente el lugar, da algunas vueltas como los perros buscando el punto exacto y se sienta en el mismo sillón de siempre, en el mismo lugar de siempre y en la misma pose de siempre.
Finalmente me mira y su mirada me penetra, es cálida y al mismo tiempo cargada de energía.
Me siento amada, nada me falta en ese instante, la plenitud me invade, me estremece y me confunde tanto que cuando tomo conciencia me encuentro en sus brazos, ronroneando como gata franelera.
El me acaricia y atrayendome hacia si dice -- ¡Que buena que estas flaquita! me encantan tus lolas y mucho mas cuando están todas paraditas como ahora.-- me mordisquea una oreja, me da vuelta, me mata.
Por unos minutos nos dejamos llevar por esa mezcla de pasión y romanticismo.
Peter toma un poco de agua y como quien sale de un trance dice -- Los claveles, señora, le traje la más pura ofrenda de amor del siglo pasado: claveles blancos, hay que ponerlos en agua.--
-- Cierto -- dije levantándome y voy lentamente a buscar las flores que habían quedado sobre la mesada, busco un vaso largo y angosto de cristal, tiro los helechos y hojas y coloco los claveles, que allí dentro parecen más altos y más esbeltos de lo que son, los ubico en un ángulo de la gran mesa cuadrada del living.
--Traje algo más -- dice Peter, sacando un paquetito plateado de un bolsillo.
-- Que es, una china? -- dije buscando mi caja de porro.
-- Frío, frío, frío.
-- No me digas que... -- me interrumpe: --Si, son dos gramitos para unos nevados.-- Estos son una mezcla de porro y coca, pero no se como se arman, ni en que proporción. Además, Peter sabía que yo no consumía merca y que me producían horror los nevados ya que siempre pensaba que me iban a crear adicción. Su actitud me molestó, pero estaba tan caliente que pensaba con dificultad, o mejor dicho no quería pensar, y sentándome en el otro lado me puse a armar un porro para mi en el más absoluto silencio.
Peter se acerco a buscar yerba y papel y volvió a su lugar y se puso a armarse un nevado mientras tarareaba Pipes of Peace, y sorbeteaba su agüita.
Al terminar, con su mano en la actitud del pensador de Rodin, me mira con un dejo de soberbia, como quien dice yo hago lo que quiero, te guste o no.
Yo busco mi pituquera de marfil tallado y el me alcanza fuego rápidamente, nuestras miradas se encuentran unos instantes y nos echamos a reír a carcajadas.
-- Está bien pero le doy un toque y basta --
-- Que toque? Es un nevado no una raya -- dice riéndose de mi ignorancia.
-- Vos sabes a que me refiero, una pitada, pero nada más. -- lo miro y pienso seriamente en lo poco que sé de él, pero me copa tanto.
Y coger con él es perfecto, por lo menos por ahora, y al final que más hay en la vida que el aquí y ahora. El ayer se fue y el mañana es un tal vez.
Como en cámara lenta pasamos por el fumo, la franela, tirando la ropa por allí buscamos el cajón de los forros y sexeamos una y otra vez, parecen horas, pierdo la noción del tiempo, pero veo que la oscuridad nos rodea.
Tanteo los fósforos y comienzo a prender velas y lámparas de aceite.
Todo me cuesta un gran esfuerzo ya que tengo un mambo único y un agotamiento que junto con el placer que dejó su cuerpo en el mío, me siento en alfa sin hacer esfuerzo.
Voy al baño y sigo prendiendo velas, el piso esta ondulado y el espejo me devuelve una imagen borrosa de lo que pienso que soy.
Suena el portero, escucho que Peter atiende, pero no tengo fuerzas para surgir del inodoro.
Lleno la bañera y tiro adentro unas perlas de aceite de almendras, me preparo las toallas y la bata y empiezo a poner velas alrededor de la bañera, en la jabonera, el apoyamanos. Me parece oír voces pero el ruido del agua es estridente..
-- Amor, vino alguien?-- intento decir, pero no me sale muy bien, estoy en cámara lenta.
Veo luces en el living y a Peter hablando con un tipo robusto y bajo sin pelo, no veo bien pero parece que discuten, por dinero o por merca.
No me importa.
Cierro el agua y me meto en la bañera, el calor del agua me hace temblar de placer y sumerjo mi cabeza en ella.
Peter aparece de golpe y le digo -- Vení cachorrito conmigo, el agua esta calentita --
-- No puedo negra, tengo que irme por un rato, parece que Rafa tiene una minita que se le pasó de mambo. Me necesita. Nos hablamos. OK? --
Y se va, se va... como la barca.
Creo que sé que ya no vuelve. Hace un poco de fr'o. Siento la puerta de entrada cerrarse fuertemente. En realidad no me importa. Se fue.
Abro el agua caliente antes de congelarme. Reflexiono un momento. Total no tiene llave.
“Jamas hay que darle las llaves a un desconocido.”
Entonces pienso en el tipo que vino, éste le tuvo que dar la dirección.
Que loco todo, lo de la minita era raro.
Siempre pensé que Peter tenía algo de dealer, ah' recordé lo del jarrón de Coppola.
Me agarra una persecuta que ni te cuento.
Tengo que hacer algo.
Me pongo la bata y hecho una ojeada al loft. Todo en orden. Pongo traba a la puerta.
Me hago un tilo, y armo otro porrito para la cama.
Nunca pero nunca jamás le tenés que dar la llave a alguien que no conoces. Esto es algo que me repito siempre, y siempre se lo digo a la gente.
¡Que locos están todos men! Pienso mientras suena el teléfono, yo odio el teléfono, voy a dejar que conteste el contestador. Pero como la curiosidad es mas fuerte, me acerco a escuchar quien es. Luego de un largo silencio se escucho la voz de Peter que decía -- Cachorra, tengo algunos problemitas, pero para que te pongas contenta me voy a pasar unos días en tu casa hasta que la cosa se calme, gracias divina , sos una diosa, estaré por allí en dos o tres horas, no te asustes que esta todo OK, Chau. -- piiip
¡Coño! Esto no puede ser, estoy metida hasta las pelotas, me cagué en las patas y no pude ni responder. Al final que le puedo decir si no quiero que venga, una noche o dos que pasamos estuvo bien, pero quedar pegada quien sabe con que quilombo, no. No!
Yo me las tomo. ¿Pero a dónde voy? ¿Que hago con el gato? Miles de interrogantes se me abren mientras corro de un lado al otro sin el menor sentido, tan solo cambiando cosas de lugar. Se me acaba el tiempo y yo todavía con el pescado sin vender.
Qué joda!
Ya sé, me voy a lo de mamá, ahora la llamo. Corro al teléfono y cuando termino de marcar me doy cuenta que Peter sabe en que Country esta la casa de los viejos. Corto. No puedo ir.
Camino al vestidor agarro un bolso de mano, empiezo a meter algunas cosas, los jeans, unas remeras, medias (con dos pares basta), algo de abrigo. Ya sé. Me voy a Córdoba a un centro budista, tipo ashram, que esta perdido del mundo. Sin teléfono, ni TV, ni nada. Me puedo llevar a Bisagra, ya que el Negro me conoce bien y me deja tenerlo. El Negro es como la alma máter del centro, pero más en lo operativo, que en lo filosófico. Creo que la filosofía y el no son muy compatibles, pero es adorable.
Bien, ahora que metí todo en el auto, meto al gato en su jaulita y me las tomo.
Abro y cierro mil veces los cajones del escritorio, para no olvidarme nada. Tengo las tarjetas, la guita, los documentos, el movicom, la maquina de fotos, el set de tocador, el walkman y un toco de boludeces mas.
Meto a Bisagra en el auto, me siento, me abrocho el cinturón y cuando levanto la vista me encuentro con Peter parado frente a mí.
Me observa con su media sonrisa, desde la vereda. Ahora me muero. No me puedo hacer la boluda, tengo que inventar algo.
Le sonrío ampliamente y bajo mi vidrio al tiempo que digo -- Hola cielito --
-- Hola cachorra, te deje un mensaje. Lo escuchaste ? -- dijo dándome pie para pensar algo.
-- Si mi amor, lo que pasa es que mi hermano sufrió- un accidente esta madrugada. Volcó- con el auto y está con conmoción cerebral en una clínica de Rosario. Mamá me pidió- que fuera, lo siento bichito pero no te puedo dar bola, no te enojes. Si? -- digo
De un saque y con gran ingenuidad.
Me miró- un momento y dijo -- Te acompaño, no podes ir sola --
-- No! -- dije casi en un grito -- no podes, tengo que pasar por lo de los viejos. Se me hace tarde, lo siento. Chau, chau. -- y antes que pudiera reaccionar puse primera y arranqué.
Chau loco, no me quiero quedar pegada. No sé si me creyó o no, ya me da lo mismo.
Tengo tanto miedo que me tiemblan las manos cuando meto los cambios. Respiro profundo, empiezo con respiración rítmica. Uno, dos, tres, cuatro y exhalo.
Me va a venir bien el aire de Córdoba, pienso mientras me fumo uno de los cigarritos, con un poco de porro en la punta, que me preparé para el viaje.
Ya me siento mejor. Pago el peaje. Paro y como algo en la autopista... Aquí vamos. Rumbo a la aventura, muchacha!
La vida me dió una oportunidad, no sé si tendré otra. No soporto a la gente que consume merca.
Los adictos son una lacra. Pienso mientras le tiro el puchito a San Tuca...
Para que nunca falte.
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