Tiendo, como imagino que hacemos todos, a rememorar las vivencias pasadas de una forma mucho más seductora de lo que en realidad fueron.
Gran parte de mi vida no merece ser recordada. Por rutinaria, aburrida o absolutamente carente de interés. Los malos recuerdos suponen una carga tan pesada que involuntariamente decido ignorarlos, transformarlos o moldearlos según convenga, de tal forma que cada día parecen menos horribles y mi pasado, mejor de lo que fue. Incluso, y una vez transcurrido el tiempo suficiente, he sido capaz de reinventar la realidad hasta hacer asumible lo sombrío, aceptable lo mediocre, blanco oscuro lo negro.
De igual forma, los pocos momentos felices que de cuando en cuando han hecho mi vida más llevadera, los recuerdo de forma mucho más intensa y prolongada de lo que realmente fueron. Estoy convencido de que Dios o la Evolución decidieron crear este mecanismo de defensa para proporcionarnos un resto de vida más placentero, para que el pasado no supusiera un lastre tan pesado que no nos dejara despegar hacia el futuro. Para autocomplacernos con nuestra existencia, aunque esta sea deforme.
Pues bien. Yo maldigo esta falacia cerebral. Miro hacia atrás y me veo feliz, radiante. Me veo afortunado, dichoso. Me veo fuerte, decidido, resuelto, valiente. Me veo querido, deseado. Y ahora dudo ¿Fue auténtico mi casi perfecto pasado? ¿O fue mucho más parecido a mi presente, pero autoesculpido a mi gusto?
Ya no sé si es culpa de estos juegos neuronales el hecho de que cada día me parezca peor que el anterior, por lo malo del hoy o por lo posiblemente falso del ayer. Lo que sé es que no quiero recordar. Son los recuerdos los que murmuran dentro de mí...'cada día eres peor'. |