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EL BOTONCITO DE GELU
Una experiencia extraterrestre.

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Un niño de una muy rica imaginación, que solía inventar historias o aventuras inverosímiles, está viviendo experiencias reales que están cambiando su fantástico mundo. Lo que le desespera es que... ¡nadie le cree!
Entérense de lo que vive para probar la veracidad de sus dichos:
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POR: calara




¡Hola! Mi nombre es Bruno. Siempre me han gustado las historias de extraterrestres y desde pequeño que las he inventado para divertirme y divertir a los demás. Pero esto que narro aquí es algo extraordinario y totalmente verdadero que me ha estado sucediendo hasta el día de hoy.

Estoy en tercer Año Básico. Tengo ocho años. Ojalá que usted que lee esto crea lo que voy a relatar; porque, cada vez que he intentado hablar de lo que he estado viviendo, desde hace ya un año, nadie me quiere escuchar; porque dicen que siempre ando con cuentos fantásticos, que soy un loco o un mentiroso y que sueño despierto:

EL PRINCIPIO:
Esto comenzó un día del año pasado en que mi mamá se demoró mucho en ir a buscarme a la escuela y me empezó a dar ansiedad porque todos mis compañeros se fueron con sus apoderados y me quedé sólo. Entonces decidí no esperar más a mi madre e irme yo solo a casa. Eran como las cinco de esa sombría tarde cuando, aprovechando un descuido del portero de mi escuela, salí corriendo por la calle por la que siempre me iba con mi mamita. Cuando había corrido casi tres cuadras me cansé y me senté un ratito en la solera para recuperar fuerzas. Fue entonces cuando lo vi aparecer de la nada y casi a mi lado:

MI AMIGO EXTRATERRESTRE Y SU NAVE:

Era un pequeño automóvil de color plateado, brillante, como recién salido de su fábrica. Me llamaron inmediatamente la atención sus ruedas. No eran como las de los autos normales. Tenían aspecto como de plástico transparente; como el de las bolsas que en la casa usamos para botar la basura, pero un poquito mas claro. Se podía ver a través de ellas. Tan hermoso era el autito que no aguanté la tentación de tocarlo. Me acerqué y en ese mismo momento en que pasé mi dedo por una de sus puertas sonó un pitito suave y empezó a abrirse lentamente. Yo me sorprendí y me asusté mucho; pero cuando vi asomarse el amable rostro de esa personita con cara rara y graciosa, cambié mi temor por risa y carcajeé por un largo rato mirándole.

Su cabeza calva y achatada en los polos como una calabaza, mostraba un rostro pálido; dos ojos sin cejas ni pestañas, redondos y brillantes cuales monedas nuevas; tenía por nariz una pequeña rugosidad que más parecía ombligo; su boca era como la nuestra pero, así como la ponemos cuando estamos silbando; su cuello delgado y corto se parecía a ese tallo que sujeta el zapallo que ya dije; su cuerpo era como el de un hombre de pequeño tamaño, casi infantil. Vestía entero de rojo.

Mi risa se congeló cuando el extraño me habló con un tono muy suave y amistoso. Pero aquí viene algo de lo increíble que le contaré:

¡Me habló sin ni siquiera abrir la boca ni mover sus pequeños labios! :

- Me doy cuenta que mi cara te parece graciosa.- me dijo- Te digo que en el lugar de donde yo vengo somos todos así, Bruno.

¡Yo no podía creerlo! ¡Ese... esa personita especial sabía mi nombre y parecía estar leyendo mi pensamiento!

-Entiende Bruno lo que te diré y enséñalo a los demás terrícolas:

¡Yo estaba admirado! ¿Porqué decía terrícolas? ¿Cómo pudo saber mi nombre sin preguntármelo?

-He observado – continuó- que aquí en este planeta tienen por costumbre reírse y burlarse de quienes no son físicamente bonitos. Sin embargo, si lo pensamos mejor ¿no sería mas justo que quienes tengan sus rostros y cuerpos perfectos y bellos le dieran gracias a Dios por haber salido favorecidos? Porque: ¿Quién pudo elegir su rostro o el cuerpo con que nació? O ¿Qué ha hecho la persona bella para merecer ser bella?

Era nada menos que: ¡UN SER EXTRATERRESTRE!

Después de reponerme del rubor que me causaron sus palabras ya no paré de preguntarle y empecé por decirle:

-¿De dónde vienes?

-De la luna más grande del sistema solar; la que ustedes nombran Ganimedes. Nosotros le llamamos Gelu; es un satélite del planeta que aquí llaman Júpiter. –me contestó.

Le pregunté cómo se vive allá y él me dijo sin hablar:

-¿Quieres ir a conocer mi planeta?

-No puedo ir. Vengo de la escuela y debo irme para mi casa. Mi mamá me debe andar buscando muy asustada.- le advertí.

-No te preocupes – me tranquilizó- regresaremos antes de que tu madre vuelva de buscarte y la estarás esperando tú a ella en la puerta de tu casa.

Yo no podía entender cómo nos demoraríamos menos en ir a Ganimedes que a mi casa; pero siempre había soñado con viajar por entre las estrellas y tenía tantas ganas de conocer el espacio que no dudé mucho en decidirme a ir con... ¡ah!... Se me estaba olvidando contar como se llama mi amigo jupiteriano: su nombre es: “Elke Sir Be”. Lo escribo como él me lo ha enseñado.

MI VIAJE A GANIMEDES O GELU:

-Sube a mi nave- me dijo mentalmente, como solía hablar, mientras me tendía su mano.

-¿Acaso a este autito le llamas nave?- le dije extrañado.

-Entra y verás algo que te gustará mucho.

Cuando ingresé a la que yo creía que era la cabina normal de un cochecito, no podía entender lo que estaban viendo mis ojos:

El extraño vehículo era por fuera tan pequeño como el ínfimo auto que ande por las calles de aquí de la tierra. Pero cuando estuve dentro vi que su interior era tan amplio como el de los más grandes aviones modernos. Lleno de controles, relojes y luces de hermosos colores que cambiaban a cada ratito. Había paneles con varias pantallas como de monitor de computador. Tenía también muchas butacas, dispuestas en semicírculo, parecidas a las que llevan los aviones; pero con semejanza de espuma plástica de color dorado.

Era realmente una grande y maravillosa nave espacial disfrazada por fuera de pequeño automóvil. Todavía no logro entender ese prodigio.

Curioso por verlo todo, me senté en la butaca contigua a la que ocupaba Elke, frente a una gran pantalla panorámica, trazada con coordenadas, entre las que aparecían en vívidos colores todos los planetas del sistema solar moviéndose en torno al sol y al fondo galaxias del universo marcadas con raros signos. De repente se cerró la puerta del “auto-nave”. Las luces se apagaron todas y quedamos a oscuras por un segundo. Yo asustado le pregunté a Elke Sir Be qué estaba pasando. Si es que se había echado a perder el vehículo espacial que todavía no partíamos. Élke me sorprendió nuevamente con su respuesta:

-Ya llegamos a Gelu, Bruno.

-¿Cómo tan rápido? – le dije; sin comprender lo que me transmitía con su mente.

Entonces interrogué una vez más a Elke:

-¿Para qué tantas butacas, entonces, si los viajes en esta nave son tan rápidos?

Me respondió con su mental voz:

-Este que hicimos es corto, Bruno; pero los viajes que hacemos a los sistemas planetarios que están en las galaxias más alejadas de la nuestra suelen durar varias horas terrestres. Ponte esta escafandra que tiene una atmósfera propia parecida a la de tu planeta. Además su casco posee un cristal protector para tus ojos; porque aquí hay mucha radiación que te los dañaría si no la usaras.

Era una especie de buzo con casco de color negro tan opaco como el tizne. Me vestí rápidamente con ese traje y ansioso fui a mirar por una de las ventanas de la nave. ¡Quedé helado y maravillado! Efectivamente estábamos estacionados en lo que parecía ser un paisaje nocturno de la antártica. Todo era de blanco hielo. Pero no había animales, ni gente, ni vegetación, ni tampoco se veía agua líquida. Era un gran desierto planito con unas montañas como de cristal albo y reluciente que contrastaban en el infinito azabache estrellado de ese cielo.




GELU ES UN MARAVILLOSO LUGAR:

Preocupado y asustado le pregunté a Elke Sir-Be:

-¿Dónde está toda la gente?

-Espera a que se abra la cubierta de entrada y verás a mi pueblo. – me informó mentalmente mi amigo extraterrestre.

Acto seguido, nos bajamos del vehículo espacial y él se acercó a un poste con forma de pirámide, como de mi tamaño, que refulgía intermitentemente empotrado en ese congelado suelo y puso el dedo índice izquierdo en su cúspide. Desde ese momento una gran plataforma, como del porte de una cancha de fútbol, se empezó a desplazar en el suelo que estábamos pisando. Una grande y hermosa ciudad subyacente, llena de luces multicolores, donde todo brillaba fue apareciendo ante mis desorbitados ojos; había miles de personas iguales a mi anfitrión. Vi edificios como de cristal; los árboles tenían troncos de color azul y hojas anaranjadas. Todo era silencioso, limpio y muy ordenado. No había humo en ese ambiente; olía con un aroma que inspiraba una sensación de paz tan agradable como indescriptible. Sus habitantes no caminaban sino se deslizaban, sin el menor esfuerzo, muy segura, ágil y suavemente, como si anduvieran sobre patines invisibles porque no tocaban el suelo con sus pies. Todos vestían ropas rojas iguales: un traje muy ceñido que provisto de gorro y calzado les cubría desde la cabeza hasta los pies. Todos tenían pegada en el centro de su frente una especie de botón similar a los de camisa. Le pregunté acerca de esto a Elke y me contestó que pronto lo sabría. No se podía distinguir hombres y mujeres. No se veía ningún niño tampoco. Le pregunté a mi amigo por ellos y por ellas y me dijo:

-A esta hora los niños de Gelu duermen; ya que cuando el sol alumbre este lado de nuestra luna se levantarán a jugar. Porque lo que más hacen nuestros niños hasta los diez años es jugar. Mediante el juego van aprendiendo a entender la naturaleza y sus fenómenos.

-¿Y las mujeres dónde están?– le interrogué impaciente.

-Aquí no hay mujeres ni hombres como en la tierra. Somos todos iguales.

Me sorprendí una vez más con su respuesta.

-¿Y como lo hacen para tener hijos, Elke? – le insistí con curiosidad.

-Renovamos cada cien años jupiterianos la población de nuestra luna con bebes hechos en laboratorios; es decir, cada mil ciento noventa años terrestres creamos un millón de nuevos habitantes. Aquí el promedio de vida de los habitantes es de mil doscientos años terrestres. Mediante el manejo genético suspendimos las enfermedades.

-¿Qué edad tienes tú? - le pregunté a mi amigo.

-Soy muy joven. Tengo dieciocho años jupiterianos. Algo así como doscientos catorce años terrestres.– me contestó.

Yo no podía entender como tenía esa cara de niño de ojos grandes y su piel pálida y abrillantada; sin ni una sola arruga, con esa increíble edad.

EL REGRESO A LA TIERRA:

Hubiera querido quedarme por mas tiempo a conocer ese mundo tan extraño y maravilloso pero, en ese momento, recordé que tenía que regresar a casa y le pedí a Elke que me fuera a dejar.

Subimos nuevamente a su autito-nave y en unos pocos segundos ya estábamos en la puerta de mi amada casita terrícola.

Efectivamente mi mamá todavía no volvía de la escuela.

Me despedí de mi amigo con un abrazo. Como mi curiosidad insistía en pensar en aquellos botones en la frente de los geludianos. En ese momento él puso en mi mano uno de aquellos botoncitos y me dijo, mentalmente, como era su costumbre:

-Cuando quieras comunicarte conmigo ponte esto en el centro de tu frente, abstráete y luego piensa en mí.

-Hasta pronto, Bruno.

-¡Chao, Gracias Elke!



En ese preciso instante venía llegando mi madre desesperada y asustada porque no me había encontrado en la escuela y sollozante me abrazó por un largo rato:

-¿Cómo fuiste capaz de venirte solo, hijo? Eso es muy peligroso. ¡Anda mucha gente mala por las calles y pueden hacerte daño, mi niño!

Le conté a mamá lo de mi escape de la escuela y lo que me había sucedido con mi amigo Elke. Entonces cambió su llanto por sonrisas, porque no me creyó nada de lo que he estado relatando en estas páginas. Me volví buscando a Elke con el fin de mostrárselo a mamá para que ella le conociera y, así, creyera mi relato; pero él ya había desaparecido en su rápida nave.

NO ME CREEN:

Yo no soy de aquellos que me quedo tranquilo cuando no me creen algo de lo que estoy seguro; así es que insistí relatándole la aventura espacial a mi padre, al rato, cuando llegó de su trabajo. Pero tampoco me hizo caso y me dijo que estaba muy cansado como para escuchar otra de mis historias de ficción. ¡Me sentía desesperado porque no me creían!

Me dio tanta rabia y pena que no quise cenar y terminé sollozando solo en mi pieza. Mi mamá, después de servirle a mi papá, fue hasta mi habitación seriamente preocupada por mí y me dijo:

-Deja de llorar, mi hijito.

Luego me preguntó, apelando a la lógica:

-¿Cómo quieres que te crea que fuiste en una nave espacial a ese planeta que tú dices si apenas pasaron unos minutos entre que saliste de tu escuela y llegaste a casa? ¿En qué tiempo pudiste haber ido allá a ese lugar tan lejano?

En mi desesperación por probarle que era cierto lo de mi viaje y mi amigo Elke, recordé el pequeño botoncito que me él me había entregado antes de irse; me lo adherí en medio de la frente y entonces... sucedió algo increíble: antes que mi madre hablara yo ya le estaba leyendo su pensamiento y podía adelantarme a lo que iba a decir:

-Hijo, lo mejor que puedes hacer es...

-Si, si, ir a sentarme a cenar junto a papá – le interrumpí con seguridad.

Y continué detallándole cada cosa que iba a pronunciar. Aún más: en el comedor miré a mi padre y le sorprendí mucho cuando, mientras yo comía, le decía cada palabra que en silencio él estaba leyendo en el diario.

Desde ahí en adelante empezaron a cuchichear en voz bajita para que yo no les escuchara. Pero, gracias al botoncito, yo leí en sus pensamientos que hallaban muy normal mi cuento como los de costumbre; pero encontraron muy extraño lo que me estaba sucediendo. Se preocuparon mucho y acordaron llevarme al psicólogo al día siguiente; plan que también pude pronosticarles gracias al botoncito que me había dado mi amigo jupiteriano. Como todo se estaba poniendo tan grave, preferí no seguir usándolo por un tiempo; así es que lo guardé en el cajón de mi velador escondido en uno de sus rinconcitos.

Al día siguiente me llevaron al especialista como estaba previsto; pero después de media hora de preguntarme, escucharme y sonreírse, el profesional le dijo a mis padres, que esperaban ansiosos en la salita del consultorio:

-Todo lo que le ocurre al niño es normal a su edad. Bruno tiene una imaginación privilegiada. Así es que no se preocupen. Ya he escuchado historias, semejantes a las que él cuenta, en versión de otros pequeños pacientes también. Vayan tranquilos porque él gradualmente olvidará todo.

Desde ese día decidí no hacer nada que preocupara a mis padres y me prometí guardar en secreto todo lo extraordinario que me ocurriera.

LA TENTACIÓN:

Sucedió poco después, un lunes, que llegué a la escuela y me encontré con la noticia que iban a hacernos una prueba de Comprensión del Medio y yo no había estudiado nada. Casualmente se me había ocurrido ese día llevar mi botoncito y lo usé escondido debajo de un apósito para que no me preguntaran acerca de él mis compañeros. Aunque de todas maneras quisieron saber qué me había pasado en la frente. Les dije que me había salido un granito y por eso me había puesto ese parche. Pero entonces sucedió algo muy raro: cuando quise leer el pensamiento de la profesora para saber la materia y sacarme una buena nota en la prueba, el botoncito mágico ¡No funcionó! Traté de lograrlo de nuevo y escuché entonces, desde quizá que parte del universo, la mente de mi amigo Elke, que me decía:

-Bruno, ese aparatito no funciona para hacer cosas malas. Úsalo para hacer el bien. Está diseñado sólo para lo bueno. Cuando quieras utilizarlo en buena forma pregunta con tu mente cómo hacerlo y Elke te enseñará.

Me dio tanta vergüenza por lo que había hecho que sentí deseos de devolverle esa cosita a mi amigo Elke. Pero la voz de su pensamiento me habló de nuevo desde la lejanía espacial y me dijo:

-Bruno, yo sé que tú eres un terrícola de buen corazón y harás mucho bien a quien lo necesite. Cuando vayas por las calles siempre anda atento a los que necesiten ayuda y entonces conocerás los variados usos nobles que puedes dar a ese botoncito. Pronto iré a verte para explicarte otros usos de él.

Quedé más tranquilo con lo que me había dicho Elke. Incluso me sentí emocionado.

LAS BONDADES DEL BOTONCITO:

A los pocos días yo iba caminando por la calle rumbo a mi casa de vuelta del colegio con mi mamita cuando vi, junto a otros compañeros suyos, a un señor muy flaco y débil que, aunque estaba notoriamente enfermo, se esforzaba por alcanzar a un camión recolector de basura de la empresa para la cual trabajaba vaciando los basureros de las casas. Llevaba con sumo esfuerzo un tambor muy pesado y sentí compasión por su condición. Entonces me puse el botoncito en la frente y por unos segundos me ensimismé evitando que mi mamá, que caminaba distraída, se diera cuenta (a pesar de que estaba acostumbrada a verme con distintas figuritas, tatuajes y otras cosas pegadas en la cara) y pensé en Elke. Entonces sucedió lo que me había dicho mi amigo espacial: sentí un cosquilleo en mis sienes y mis ojos, que estaban a punto de dar lágrimas por aquel pobre hombre, se fijaron en él de tal manera que dejó de correr, me miró, soltó su tarro y vino a mí como si yo le hubiera llamado. Me miró con profunda emoción al tiempo que me extendía su mano derecha y me decía:

-Gracias por su ayuda, niñito. Tiene usted un hermoso corazón.

Acto seguido levantó ágilmente y con una facilidad increíble el tambor que había dejado y corrió, vaciándolo en el camión, más rápido aún que sus compañeros de trabajo más jóvenes. Ahí comprendí en que consistían las bondades del botoncito de Elke. Mi mamita me miró con cara de pregunta; pero yo hice una encogida de hombros como para decirle que tampoco entendía lo que sucedía.

Todavía queda mucho por contar acerca de lo increíble que he vivido:

LO DEL BARRENDERO:

Días después fui con mis padres a la feria libre a comprar la verdura para la semana. Era domingo y yo llevaba en mi frente el botoncito de Gelu, el cual se sale de allí sólo si yo deseo sacarlo. Nadie puede despegármelo. Era ya cerca de las tres de la tarde y los preparativos de cierre de los puestos habían comenzado. Mis padres aprovechan esa hora para comprar porque dicen que es más barato. Caminábamos mi madre, mi padre y yo mirando las ofertas de papas, zanahorias, y otras hortalizas para preparar los ricos guisos con que mi madre alegra nuestros estómagos, cuando mis ojos quedaron fijos ante un hombre maduro, flaco y debilucho que barría con gran esfuerzo la inmensa cantidad de desperdicios que quedan cuando se levanta este tipo de mercado callejero. Con una escoba hecha de ramas de palmera el pobre hombre trataba de amontonar todo el desparramo de basura, Lo vi tan afligido y agotado que sentí compasión por él. Entonces recordé el botoncito jupiteriano que me convierte en un ser especial y deseé con gran fuerza poder ayudarlo. Fue en ese momento que la voz sin sonido de mi amigo extra planetario me habló:

-Bruno: en el bolsillo de tu camisa andas trayendo un bolígrafo; dale la tapa de ese lápiz a ese hombre para que guarde en ella la basura.

Yo discutí con Elke en mi mente. No podía aceptar que en una tapa de lápiz se pudiese guardar tantos kilos de mugre. Sin embargo el extraterrestre insistió en que le hiciera caso. Con inseguridad me acerqué al transpirado y se la pasé tratando de que mis padres, que compraban, no se dieran cuenta de ello. Entonces sucedió algo increíble, como todo lo que tiene que ver con este relato: apenas se la hube entregado, sin dudar, el hombre apuntó la oquedad del adminículo hacia los montones de basura que se hallaban por doquier y estos fueron desapareciendo tragados por la tapa cual si fuese una gran aspiradora. Ni mis padres ni los demás presentes pudieron explicarse lo sucedido allí. El hombrecito tampoco; pero me agradeció muy emocionado con la mirada y uno de sus pulgares indicando el cielo.

Yo, a pesar de conocer los poderes extraordinarios de mi amigo de Gelu y el servicio que yo presto como mediador, no pude evitar de sorprenderme ante tan inexplicable fenómeno. No entendí porqué el hombre no preguntó nada acerca del uso así absurdo de esa tapita de lápiz. Tampoco comprendí cómo en un espacio tan pequeño puede caber tanta cantidad de desecho. Elke, al leer mi pensamiento dio respuesta a esas inquietudes mías diciéndome telepáticamente, como de costumbre:

-No te extrañes de lo que has visto, amigo. A través de tu mente yo le di las instrucciones del uso de la tapita al barrendero. En cuanto a lo increíble que te parece la capacidad de tan pequeño recipiente, debes saber que todas las cosas que vemos están básicamente conformadas por una inmensa cantidad de ínfimos globitos inflados con NADA. En su mayor parte son puro vacío; o sea lo que más hay en el universo es NADA. Créeme que todo lo real de tu planeta, la tierra, puede caber sobradamente en una pelota de fútbol si le sacamos toda esa NADA con la que está "inflado".

Yo no entiendo esto que me dijo pero, ante lo que sucedió con la basura en la tapita de lápiz, no puedo dejar de creerle.

SIN FE NO HAY OBRAS:

En otra ocasión, recuerdo, volvía de mi escuela cuando vi frente a la panadería a un hombre muy débil tratando de ganarse el pan descargando un camión con sacos de harina. Su estado físico no daba para tanto, pero él tenía la necesidad de llevar el sustento a su casa y era notorio que hacía un gran esfuerzo para no desfallecer ante el peso de esa mercadería. Recuerdo que yo llevaba puestos mis guantes de lana porque hacía mucho frío. Entonces, como ustedes ya podrán adivinar, saqué mi botoncito mágico, me lo puse en el centro de la frente y me reconcentré y en ese momento apareció en mi mente Elke Sir Be quien, sabiendo lo que yo estaba sintiendo, me dijo:

-Bruno: dale tus guantes a ese cargador y dile que tienen un superpoder tal que los sacos de harina ya no le pesarán.

Así lo hice: me acerqué al sufrido hombre que ya no daba más de cansancio, le ofrecí mis guantes y le expliqué que eran especiales y que no le costaría esfuerzo alguno levantar esos sacos si los usaba. Pero se puso a reír a mandíbula batiente, y no se los puso porque, evidentemente, no me creyó. Yo, que sí le creí a mi amigo sideral, tomando un gran saco que me doblaba en peso lo levanté como si fuese un paquetón de palomitas de maíz y fui a depositarlo en la bodega de la panadería al igual que todos los sacos que quedaban por descargar. Ante la admiración de todos los presentes, en pocos minutos, como jugando, hice el trabajo que aquel enclenque obrero no hubiera podido terminar.

Entonces Elke Sir Be usando mi boca, habló a toda esa gente así:

-Oigan todos ustedes: Sepan que poseen muchas capacidades desconocidas por ustedes mismos. Para conocerlas empiecen por confiar en las que ya tienen. Hagan todo lo que deseen hacer con amor, fe y generosidad dando por posible todo lo que emprendan. Dios ha dotado a todos los habitantes del universo con múltiples dones. Sólo falta descubrirlos y ponerlos en práctica. No lo olviden: ¡Confíen en Dios y en ustedes mismos!

¡UFFH, QUÉ SUSTO! :

Cuando terminé este discurso todos los transeúntes que se habían detenido, intrigados por mi rara actuación, me rodearon y acosaron con preguntas y propuestas. Yo quería irme y no me dejaban. Incluso no faltó el empresario que me ofreció dinero a cambio de trabajar en un circo. Pero, al sentirme muy afligido, me esfumé ante los ojos de todos al hacerme invisible gracias a la ayuda que, desde no sé dónde, me brindó mi amigo extraterrestre al saberme en tamaño apuro.

Ahora estoy esperando la visita de mi amigo Elke Sir Be. Sin embargo, mis padres, los profesores, mis compañeros y mis amigos del barrio siguen dudando de lo que a ellos y aquí he contado. Claro está que no les he dicho nada acerca del botoncito porque Elke dice que me podría acarrear serios problemas si se los enseño y explico.

Puede ser que usted que lee cuestione el léxico que he usado para este relato por estimarlo tan impropio de la edad que tengo. Bueno: es otro de los fenómenos que he estado experimentando gracias al botoncito de Gelu.


Contacto: claferter@mail.com

Texto agregado el 12-11-2004, y leído por 579 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
11-06-2009 Tio eres un espeso!!! debenito2
19-06-2005 Lo lei detenidamente y desde mi punto de vista,humildemente, le resta valor literario, la entrada que haces y final que haces del mismo. para mí de berías eliminar: me presento y el experimento. pero en verdad ¡Te felicito! compa
19-05-2005 Jejeje... supongo que es un escape. Espero ver cosas más nuevas. Desleal
15-01-2005 Ahh y ese jueguito del final... =P Es algo sencillo. Desleal
15-01-2005 Jejejeje... al fin acepté tu invitación y lo leí. Comienzo mi comentario con una leve queja: por momentos el niño habla como se espera: como niño; pero otras veces se expresa de una forma demasiado lejana a su edad... El relato es tierno e imaginativo, por lo que te aconsejo que le cambiés la persona de la narración. Creo que mejoraría mucho el ambiente general si fuera en tercera persona, y así te evitás complicarte con no saber cómo expresarte siendo Bruno, si como un niño de 8 años o tú, que obviamente sos mucho mayor. Está algo largo, pero le aguanté y lo disfruté. 5. Desleal
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