Historiadores de las más diversas nacionalidades, épocas y orientaciones académicas coinciden en sostener que el Descubrimiento de América ha sido, entre los hechos acaecidos en los dos milenios transcurridos desde el inicio de la Era Cristiana hasta la fecha, el acontecimiento más trascendente para la historia de la humanidad. Poca duda cabe de que, el día 12 de octubre de 1492, cuando los tripulantes de las tres carabelas capitaneadas por el inefable Cristóbal Colón divisaron las playas de la isla Guanahaní en el Mar Caribe, se abrieron las puertas de una nueva realidad que cambiaría de manera rotunda el funcionamiento del mundo, tanto del conocido como del que estaba a punto de conocerse.
Durante los cien años que siguieron a dicha fecha inicial, miles de navegantes y marineros, militares y soldados, sacerdotes y funcionarios de gobierno, comerciantes e investigadores, aventureros y delincuentes, en su mayoría hombres y mujeres (ellas, poquísimas) de nacionalidad española y portuguesa, cruzaron el Océano Atlántico con destino a la enigmática tierra americana. Estos intrépidos viajeros iban en busca de riquezas, fueran éstas especies comestibles o metales preciosos; también los movilizaba el ansia por explorar, recorrer, invadir, colonizar y, en definitiva, extender el dominio de las monarquías ibéricas en tan vasto continente todavía virgen para la civilización europea; o el deseo de protagonizar correrías insólitas o de participar en aventuras extravagantes y en hazañas increíbles.
La desmesura del espacio físico abordado conformaba un agresivo contexto geográfico que los conquistadores habrían de experimentar y padecer primero en largas y agotadoras travesías marítimas y luego, en suelo americano, a pie o a caballo, sin disponer, la mayoría de las veces, de guías confiables, mapas u otra información imprescindible para orientarse en aquellos parajes inexplorados. La ignorancia acerca del terreno que pisaban, que sólo se remediaba con gran perseverancia y con actitudes de descomunal coraje, junto al contacto, casi siempre conflictivo, entablado con los pueblos indígenas autóctonos, constituyó una fuente inagotable de anécdotas, divertidas unas, dramáticas las más, de historias que ponían a prueba la imaginación mejor predispuesta, de hallazgos exóticos y sorprendentes, y también, de muchas oportunidades para la exteriorización de conductas nobles, valientes y dignas, en traumática convivencia con los comportamientos más miserables, cobardes y abyectos.
A continuación, presentamos la Primera Parte del inventario de brevísimas grageas que hemos preparado, referidas a relatos fidedignos de la gesta conquistadora desarrollada en América, cuyo transcurso puede ubicarse entre fines del siglo XV y mediados del XVI. Esperamos que estas Grageítas de la Conquista (I) sirvan para componer un mosaico de imágenes representativas de aquel fantástico -no necesariamente agradable pero sí asombroso- período de la historia humana.
· A los gritos, Rodrigo de Triana reclamó 10 mil maravedíes...
... que el rey de España había prometido como recompensa a quien divisara primero la tierra de Indias. Parece que don Cristóbal omitió consignar el hecho en el libro de bitácora y así, haciéndose el distraído, embolsó el premio que le correspondía al joven marinero. Éste, despechado y de muy mal humor, a su regreso del viaje huyó al África y se convirtió en musulmán, probablemente para desairar al monarca que, precisamente, unas décadas antes, había expulsado a los moros del territorio español. (1492)
· Colón tuvo muchísima suerte...
... ya que, si hubiese desembarcado en una isla vecina a la que arribó por primera vez, es muy probable que los feroces indios caribes, antropófagos insaciables, se lo hubieran devorado tanto a él como a su tripulación, como lo hacían con los que osaban acercárseles. Entre los conquistadores que integraron el menú de estos caníbales, se destacan, por ejemplo, Juan de Valdivia y su escolta, quienes, menos afortunados que el Gran Almirante, aparecieron en el lugar equivocado justo a la hora del almuerzo (1512).
ä Los indios caribes eran auténticos gourmets...
... que preparaban durante meses a los prisioneros que iban a manducarse. En primer lugar, les cortaban los genitales para asegurar un adecuado engorde de la presa; a continuación, los castrados eran sometidos a una rigurosa dieta de verduras, frutas y esencias aromáticas, de modo de obtener una carne que, al momento del banquete, estuviera para chuparse los dedos (¡!). La gastronomía moderna, lamentablemente, ha perdido estas interesantes costumbres autóctonas.
· El inodoro más grande del mundo...
... era aquel del que disponían los marineros durante el prolongado cruce del oceáno en camino al continente americano. En estos viajes, que duraban entre 2 y 3 meses, las necesidades fisiológicas básicas se satisfacían acomodando el culo en el borde exterior de la cubierta del navío, mientras el tipo se mantenía bien aferrado a alguna cuerda, dado que, por confiado, más de uno fue a parar al agua cuando movía los intestinos y el barco se zangoloteaba a merced del oleaje. Algunos navíos más sofisticados llevaban una tabla replegable o una cesta suspendida sobre el agua, que servía de retrete.
· Víctimas de una broma...
... el cuarto viaje de Colón (1502) concluyó de modo abrupto. En efecto, la mitad de su flota se hundió en aguas antillanas, en una zona infectada de cierto molusco conocido con el nombre de taraza o broma, que se pega al casco de los barcos y perfora la madera produciendo severas averías que mandan a pique a cualquier galeón o carabela, por mejor calafateados que estuvieren.
J En la isla de los indios putos...
... las huestes del conquistador don Vasco Núñez de Balboa cometieron atrocidades. La comunidad de aborígenes gay centroamericana vivía apaciblemente, comportándose en todo como si fueran mujeres ("salvo en el parir" -cuenta el cronista de la expedición), cuando una avanzada del conquistador arribó a su territorio insular. Los visitantes españoles, sorprendidos y, quizás, perturbados ante la insólita situación de toparse con hombres salvajes ataviados y pintarrajeados como travestis, que les hacían propuestas obscenas al compás de grititos histéricos, no tuvieron mejor idea -por las dudas- que lanzarles una jauría de perros hambrientos. Así fue exterminada esta pacífica tribu de indios maricones; toda una curiosidad antropológica, sin duda alguna (1513).
· Pigafetta, navegante adjunto de Magallanes, no sabía nadar...
...y casi se ahoga estúpidamente. Ocurrió en 1520, cuando la expedición que circunnavegó por primera vez el planeta cruzaba el Pacífico Sur en busca de las especias tan codiciadas. Resulta que el tano, quien oficiaba de cronista de la travesía, tropezó en cubierta con una cuerda cayendo al agua. Lo rescataron por casualidad y así pudo completar el viaje. Cabe agregar, que los tripulantes europeos de estos peligrosos periplos marítimos, en general, no sólo no sabían nadar sino que detestaban el contacto con el agua, lo que les hubo de provocar no pocos infortunios, tanto en alta mar como cuando se adentraban en la lluviosa región tropical americana, pletórica de selvas húmedas, de ciénagas y guadales inundados, de lagos y lagunas enormes y de ríos caudalosos y turbulentos que debieron cruzar una y otra vez.
· Un tipo envidioso y subjetivo...
... era don Antonio Pigafetta, enemigo acérrimo de Juan Sebastián El Cano quien fuera nombrado comandante de la expedición naval cuando Hernando de Magallanes halló la muerte a manos de indígenas en una isla de la Micronesia (1521). Era tal la ojeriza que le profesaba al almirante reemplazante que, en el libro que escribió a la vuelta, titulado "Primer viaje en torno del Globo", no lo menciona ni una sola vez, a pesar de convivir con él durante meses y de haber sido, don Juan Sebastián, quien condujo, exhibiendo gran alarde de pericia y valor, la flota de regreso a España.
" Cierta corriente historiográfica "indigenista" ha difundido el disparate...
...que los aborígenes, antes del "nefasto" año 1492, vivían estupendamente en un paraíso terrenal de abundancia que los españoles -con su rudeza, su crueldad y su ambición- se ocuparon de destrozar. Nada más alejado de la verdad: por ejemplo, recorriendo la península californiana, Álvar Núñez Cabeza de Vaca se encontró con tribus indígenas que vivían en un estado de pobreza inimaginable, al punto de que se alimentaban de arañas, huevos de hormigas, gusanos, culebras, tierra, estiércol de venado, heces y fetos humanos, etcétera. Cuenta que, asombrado, pudo observar cómo nativos mayores de 12 años -muchachos grandes ya- todavía mamaban, sin lujuria alguna, la teta de las mujeres.
· "No he venido a evangelizarlos sino a quitarles su oro"
Así se expresó don Francisco Pizarro (1532), conquistador del Perú, cuando le recordaron que debía ocuparse de divulgar la doctrina cristiana entre los nativos, según lo dispuesto por las Leyes de Burgos instituidas por el rey Fernando, el Católico, en 1512. Odioso, pero sincero hasta la obscenidad resultó ser el caballero.
· Hernando de Soto jugaba al ajedrez con Atahualpa.
No todo fue conflicto entre conquistadores y conquistados. De Soto, un lugarteniente de Pizarro, muy respetado por sus habilidades de jinete, era, además, un exquisito intelectual que llegó a trabar una buena relación con el legendario emperador inca durante su cautiverio. Ambos compartieron prolongadas conversaciones personales acerca del devenir del Viejo y del Nuevo Mundo, interesantes coloquios que alternaban con la disputa de partidas de ajedrez, las cuales, una vez que el monarca peruano se familiarizó con las reglas, el tablero y los trebejos, eran jugadas con gran concentración.
· Antón Llamoso se bebía la sangre y los sesos...
...de sus víctimas. Este personaje monstruoso era compañero de carnicería de uno de los protagonistas más siniestros de la Conquista de América, don Lope de Aguirre, cuyas atroces andanzas por Sudamérica le han dado merecida fama de hombre desequilibrado y sanguinario. Aguirre, además de asesinar al fraile Francisco Montesinos para fabricarse un tambor con su piel (1561), acostumbraba a poner cartelitos sobre el cuerpo de quienes mataba -muchas veces eran sus propios soldados- de modo de referenciar las "razones" que, a su desvariado criterio, lo habían hecho merecedor de la muerte, por ejemplo: "por traidor", "por alcahuete", "por roncar", "por gritar", "por hablar en voz baja", "por levantarse de noche", etcétera.
· " No quiero ir al cielo si allí también hay cristianos "
Así le contestó el cacique Hatuey al sacerdote franciscano que procuraba convencerlo para que se convertiera a la fe católica mientras esperaba, junto a buena parte de su tribu, el turno para ser quemado vivo, por orden de los españoles que se habían apoderado de la isla donde vivían pacíficamente.
– Ud. no lo va a creer, pero...
...le aseguramos que el dato lo hemos chequeado en fuentes de insospechada seriedad historiográfica, por lo cual nos animamos a publicarlo. Francisco de Orellana condujo, entre 1541 y 1543, la expedición que recorrió por primera vez de punta a punta el imponente río Amazonas. Asediado por diversas tribus hostiles, en medio de la selva brasileña supo de la existencia de las temibles indias amazonas, una comunidad de mujeres aborígenes que vivían solas y tenían por líder y jefe a una ruda e implacable cacica que -¡ vaya coincidencia!- se llamaba Coño-ri. Imagine Ud. la perplejidad de los gallegos cuando supieron el nombre de la susodicha hembra.
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En breve editaremos la Segunda Parte de
“Grageítas de la Conquista de América”
GRAGEAS HISTORIOGRÁFICAS
Elaboradas por Gustavo Ernesto Demarchi, contando con el asesoramiento literario de Graciela Ernesta Krapacher, mientras que la investigación histórica fue desarrollada en base a la siguiente bibliografía consultada:
· Arzac, A. / Luna, F. / Scenna M. y otros: “El descubrimiento de América”; Abril, Bs.As., 1988.
· Barros Arana: “Compendio de Historia de América”; Cabeut, Bs.As., 1949.
· Braudel, Fernand: “Carlos V y Felipe II”; Alianza, Madrid, 1999.
· Cortés, Hernán: "Cartas de la conquista de México"; Sarpe, Madrid, 1985.
· Galineano, Ana María: “Las reducciones guaraníticas”; Ed.Culturales, Bs.As., 1979.
· Gálvez, Lucía: “Las mil y una historias de América”; Norma, Bs.As., 1995.
· Gálvez, Lucía: “Mujeres de la Conquista”; Sudamericana, Bs.As., 1999.
· Herren, Ricardo: " La conquista erótica de las Indias"; Planeta, Barcelona, 1991.
· Hume, Martín: “España. Grandeza y decadencia”; Alderabán, Madrid, 1999.
· León-Portilla, Miguel: “De Teotihuacán a los aztecas”; UNAM, México.
· Luca de Tena, Torcuato: “América y sus enigmas”; Planeta, Barcelona, 1993.
· Luna, Félix: “Confluencias”; Sudamericana, Bs.As., 1993.
· Montaner, Carlos A.: “Las raíces torcidas de América Latina”; Plaza&Janés, Barcelona, 2001.
· Ortíz Chaparro, Francisco: "Historias de América. La seducción y el caos"; Mondadori, Madrid, 1992.
· Rojas Mix, Miguel: “Hernán Cortés”; Lumen, Barcelona, 1990.
· Vera, Juan P.: “La conquista de Tucumán. Cultura Diaguita, Calchaquí y Quilmes”; Rosso, Bs.As., 1937.
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