Un nudo en la garganta, compartiendo escaño con la gripe que me acecha, me ha impulsado a abrir el Word y malescribir la dantesca sucesión de sentimientos que me acompañan. Todo apuntaba a que hoy iba a ser otra mierda de día más, ¡pero sólo para mí, joder!; ¿por qué los insolidarios viajeros de los tres cercanías que han volado por los aires en Madrid han querido robarme protagonismo en mi cerebro? ¿Acaso no ven que aquí no son bien recibidos? Para esa gente tengo el corazón en alquiler, pero la cabeza es la habitación del casero donde, como mucho, hay espacio para alguna mujer de vez en cuando. ¿Qué billete han comprado en las taquillas? ¿Les avisaron de que este tren no paraba en una estación sino en el caos? ¿Nadie ha visto tirar del freno de emergencia de Madrid a esos putos asesinos? Además los viajeros, no sólo han comprado su billete, sino que han comprado billetes suficientes para que todas las personas que los quieren puedan viajar, con el desconsuelo por equipaje, por la pena más absoluta durante toda su vida, porque ese es el tiempo que les va a costar aceptar (nunca olvidar), a los supervivientes y a los familiares de los que no tuvieron tanta suerte, que no hay una razón que entre en sus cabezas y que pueda explicar porque esta noche, mucha gente con la que desarrollaban su vida, va a pasarla en una cama de madera, en el mejor de los casos, si no en el frío suelo del pabellón número 6 del Parque Juan Carlos I esperando a ser identificados.
Lo único que espero que dentro de poco tiempo quede guardado en mi finita memoria, ya que sé que olvidar esto va a ser difícil, es la solidaridad de las personas; no de las personas de izquierdas, ni de las personas de derechas, de Las Personas. He llorado emocionado al comprobar que en situaciones de este tipo se olvidan las estúpidas ideologías (hoy arraigadas de forma pura y convincente –o eso nos gusta creer- a tres días vista para las elecciones generales, de la misma forma que se nos pega el amor al fútbol la semana que precede al Mundial), se olvidan los intereses personales y se olvida todo lo que, si nos paramos a pensarlo detenidamente, no es tan importante. Repito, he llorado observando como nuestros queridos desconocidos de Sevilla, Málaga, Zaragoza y así hasta recorrer todas las provincias, han salido a la calle a demostrarnos que saben que los necesitamos...que sabia es en estos momentos la sociedad, algunas veces tan ignorante y peligrosa.
Hay que decir que Madrid va a quedar fatigada en los próximos meses, otra cosa sería engañarnos, ya que nuestra castigada ciudad necesitará demostrarse a si misma que acepta el transplante de pulmón que le están realizando en este momento; pero una vez que supere el postoperatorio y se desbloqueen las puertas del vagón donde hemos quedado todos encerrados (espero que no tarde mucho porque empieza a faltar el aire), volverá a lucir como capital de España, respaldada por las demás provincias, y les demostraremos a esos imbéciles que se puede vivir igual que antes con un pulmón transplantado. Lo que ya no estoy tan seguro es de que se pueda vivir con un cerebro transplantado, lleno de odio y de ideas que no son tuyas, pero que -demostrando implícitamente una ignorancia y un complejo de inferioridad alarmante- tienen que hacer suyas para ser reconocidos en el entorno en el que viven. ¿Pensais que es triste? Ellos lo saben.
Madrid a 11 de Marzo de 2004 |