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¿Cómo transcribir a palabras la sensación que recibes cuando abres los ojos, (feliz, tranquilo), miras la hora (las nueve y veinticinco), y de pronto baila en tu mente, aun dormida, una frase (hoy es miércoles), y de entre la niebla surge una palabra que brilla como un bisturí (“LLEGO TARDE”)?
Marta pegó un salto de la cama. Ira, rabia, perplejidad, jirones de sueño, maldiciones, exabruptos, interjecciones, joder, joder, joder, inicio y fin de frases que salpimientan y acompañan como hilo musical a un ir y venir, un pilla-pilla equilibrista, subiéndose los pantalones, abrochándose la blusa y poniéndose los zapatos.
Otro encadenado de maldiciones a la hora de buscar la puta sacarina por el bolso. Al final, acaba tomándose el café sin sacarina y frío.
Decide tomarse una tostada por el camino. Arroja un pegote de mermelada de fresa sobre la tostada mientras se cuelga el bolso. Baja los escalones de cuatro en cuatro, mordiendo la tostada, encendiendo el móvil y colocándose el pelo.

-Buenos días, doña Julia.
Doña Julia vive en el 5º. “Con 58 años - piensa - va siendo hora de que cambie de piso. Por uno que tenga ascensor. Subir andando tantas escaleras va a acabar conmigo. Y con las piernas como las tengo, con estas varices...”.
Doña Julia se espera en el rellano del 3º a que termine de bajar el tramo Marta.
- Buenos días, Marta.

Marta sigue bajando a toda prisa. “Se habrá dormido”. Doña Julia sigue subiendo. Va mas despacio, porque lleva la bolsa de la compra. Ha comprado tomates y calabacín, para hacer pisto. Y un poco de puerro, que le da menos ardor que la cebolla. Lo malo es la leche. No tenía que haber cogido dos botellas, pero es que si no tengo que volver a bajar enseguida. Doña Julia sigue subiendo despacio, pensando en si la pescadilla le alcanzará también para la cena. En el antepenúltimo escalón, su pie derecho resbala con algo que parece mermelada. Cae de bruces, y se golpea en la frente con el filo del escalón. Se va para atrás, rueda por la escalera. Antes de perder el conocimiento, doña Julia piensa en la docena de huevos que ha comprado, que se romperán todos.

“LOS HUEVOS”, pensaba Enrique, “me va a tocar los huevos”. Enrique se estaba afeitando, mientras rumiaba lo que le diría al jefe de sección, don Alfonso. (Enrique fue el pasado martes a su despacho, a decirle que este año quería las vacaciones en agosto, y don Alfonso le dijo “que jodío, como todos, asi que lo haremos a suertes”). Se estaba rasurando el lado derecho del bigote, cuando se oyó un estrépito fenomenal en la escalera, un golpe enorme contra su puerta, y luego nada. Con media cara aún manchada de espuma, Enrique abrió la puerta a ver que ocurría.
La señora Julia, en su rodar por la escalera, había acabado chocando con la puerta, desparramándose sobre el felpudo, rodeada de tomates y brécol. Doña Julia estaba inconsciente. Enrique no sabia si moverla o no. Entró dentro, descolgó el teléfono y marcó el 112. Dio el aviso y colgó. Volvió afuera. Doña Julia parece que no respira. ¿Cuánto tardará la ambulancia?.

Sara Pérez hacía un mes que trabajaba en el SAMUR. Le encantaba su trabajo. Viera las cosas que viera, era feliz con su trabajo. La volvía loca. Su trabajo y Diego. Diego era el conductor (“Como conduces, cabronazo, me pones cachonda”). Diego era un chulazo, y por eso le gustaba. Sara nunca lo había podido remediar. Siempre se había vuelto majara por los chulazos. Mientras corrían por las calles, Sara se imaginaba enredándose en el pelo del pecho de Diego.
En 15 minutos estaban en la casa de Enrique, que aun tenia media cara enjabonada, una mujer retorcida en el felpudo y unos pantalones de pijama rojos con rayas azules. Sara, al ver la escena, no sabia porque, pero pensó en su padre, y en el día que las abandono, y en lo mucho que bebe su madre, y en la cantidad de tomates que hay por el suelo.
Sara y Diego se dedican a doña Julia. La entuban. (Es grave). La inmovilizan. La pasan a la camilla.

Marta llega tardísimo al trabajo. Con los dedos pegajosos. La jefa de la tienda la dedica una mirada larga de reproche, pero no dice nada. Ya van dos veces este mes.

Enrique también llega tarde al trabajo. Muy tarde. Cuando llega, ya han hecho en cuadrante de las vacaciones. A él le toca la segunda quincena de junio y la segunda de septiembre.

Sara y Diego bajan a doña Julia por la escalera. Van por el segundo, cuando Diego se abalanza sobre Sara. Lo primero que pensó la muchacha es que Diego, por fin, se había decidido a dar el paso. Pero no era un arrebato apasionado lo que hizo que Diego se lanzara sobre Sara. Era un resbalón, con una mancha que parecía de mermelada, sobre un escalón . Los tres ruedan hacia abajo.
Doña Julia cae sobre su propio cuello.
Sara, sobre el pecho de Diego.
Mientras doña Julia fallece, Diego roza los labios de Sara al levantarse.

Texto agregado el 11-11-2004, y leído por 413 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
04-03-2005 Tsk! Me está empezando a dar envidia tu genialidad! Desleal
25-01-2005 Genial, de todo mi gusto, era como estar viviéndolo uno mismo. maitencillo
13-12-2004 buenisimo, leia cada vez más rápido para ver como terminaba, jaja mi voto para vos! drooty
13-12-2004 buenisimo, leia cada vez más rápido para ver como terminaba, jaja mi votos para vos! drooty
23-11-2004 Qué buen ritmo de sucesión de acontecimientos!, me ha gustado el hilo conductor que une todas las historias, muy bueno!! ondina
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