Amaba el orden.
En que instante se conocieron? No hay un recuerdo de ese instante y eso que Antonio se precia de buena memoria, pero si recuerda la primera vez que lograron verse a solas sin la mirada inquisitiva de la familia, una tarde de verano, el centro de la capital era casi un horno, pero el horno aún no estaba para bollos. Ligeramente alta y casi delgada, las líneas de sus piernas se realzaban con los zapatos de taco alto que calzaba, su falda azul, un centímetro sobre sus rodillas y la abertura de la misma en la parte trasera le daba un toque de tenue provocación, la blusa clara y su cartera daba el aire de seriedad, poco acostumbrada al calor citadino hacía que su rostro se haya colocado coloradito, así como el del cabro chico cuando la profe lo pilla molestando a sus vecinos de banco o copiando en una prueba. Él, de verano, jeans, camisa celeste y chalas. Antes de la cita ha pasado por donde el amigo que a la salida del paseo Huérfanos vende flores, junto con saludarlo le compró tres rosas; una blanca, una roja y otra amarilla, como para matizar sensaciones, el calor y lo pasional del rojo rebajado por el virginal y frío del blanco y el amarillo por su intensidad, pero, ¿en que mano llevar el pequeño ramo? para algunos hombres ciertamente cuesta llevar flores, ¿hacia arriba? puede ser, a ratos en la derecha y otro a la izquierda, ante las miradas las coloca a la espalda, hacia abajo casi tocan el suelo, en fin, creo que lo hombres nos complicamos con un ramito de bellas y aromadas flores en las manos, más cuando las miradas de la gente van a las manos del que lleva el ramo, algunas féminas lo miran con un dejo de envidia, bueno, por quien suponen será la receptora de las rosas, algunos miran con cara de que el tipo está fuera de lugar ya que para muchos, no es época de llevar flores a la mujer que ama, pero Antonio quiere navegar como velero por la superficie y sumergirse en las profundidades del amor de ESA mujer.
Son pocas cuadras de caminata, pesa el ramillete de rosas en sus manos, pudo haber sido un chocolate o unos bombones, pero el ramo, sudan las manos, culpa al sol de las 5 de la tarde, un par de cuadras se caminan en unos minutos y llega, entra en el pasaje y allí está esperando, sea acerca le toca el hombro ella gira y se encuentran el abrazo es fuerte y el beso huele a oriente y sur, huele a pasión.
Café, helados, cerveza, charla, sonrisas y tomadas de mano, conocimiento mutuo, gustos, afinidades y no afinidades, por una primera charla está bien, una caminata hasta la frescura de los árboles del cerro Santa Lucía, “Tan culpable por la noche, tan inocente de día” reza el verso de Guillén, y de verdad, para él, caramba que lo es, si sus amigos y él saben que allí en una de sus laderas hace muchos años en una noche primaveral perdió su inocencia.
Ella viene saliendo de un matrimonio de casi 20 años, su divorcio se materializó hace unos meses, hace ya más de un año, dos hijas ya mayores, sus hijas, caramba, Gloria piensa que debe solicitarles permiso para amar de nuevo, así que, cuando se acerca la noche, pide que la lleve a su casa, así que se marchan del cerro, el sábado siguiente una cena de amigos comunes y allí de alguna manera el deseo de que esa noche se culmine en el departamento de Antonio, así que la deja en su casa y se marcha sobándose las manos y lamiéndose los bigotes antes de tener al alcance de las manos aquello que se ve como un manjar hasta ese instante negado.
Las horas pasan hasta llegar al sábado de la cena, ¿Por qué será que cuando se espera algo con mucha intensidad los minutos se alargan? Afeitadito y con los ojos sonrientes se dirige a esperar a la mujer que ama, se dice “todos los caminos llevan a la gloria” y como ella se llama Gloria la sonrisa es mayor, llega la hora y curiosamente ella llega a la hora, cuando la ve, su cara va cambiando de color llegando al blanco, los ojos, antes alegres ahora mezcla de ira y tristeza, las manos húmedas de ansiedad, se secan, sus piernas se niegan a caminar para acercarse a ellas, si, ellas ya que viene a su lado la hermana, “se fue a la cresta esta noche de amor” -se dice- y recuerda esa canción antigua “y si vas al cine con tu hermanita, te daré platita, te daré platita” –de la nueva ola dice- Bueno, camina menos alegre al encuentro de las mujeres.
“Invité a mi hermana” él, sonriendo dice, “que bien” y da un beso en la mejilla a la hermana impertinente y roza los labios de la boca que se escapará esta noche.
Buena cena, buen show, baile y ya pasada las dos de la madrugada se termina la cosa, los tres se dirigen al hogar, Antonio les va a dejar a su casa y se queda a dormir allí, en una habitación lejito de donde duerme la Gloria negada, en la mañana temprano siente que transita ella por la casa y se levanta, desayunan solos, ella explica que se pegó la hermana y tuvo que llevarla, la mira, mueve la cabeza, y sonríe, “no importa, ya no importa” le contesta, y como el perro golpeado; con la cola entre las pernas, se retira para dormir la mañana en su cama, antes si, otro día se juntarán.
Enero se ha hecho presente en el calendario, el calor acecha, el del clima geográfico y el de la sangre del negro, en cada reunión amorosa, en cada preludio hay un instante en que ella hace aparecer a sus hermanos y a sus hijas, ¿Ellas, te piden permiso para reunirse con sus pololos? Le pregunta en cada ocasión, es que... y le da mil explicaciones para justificar las negativas, carajo, la mujer esta que me fue a tocar en el reparto, pero, se hace el animo de esperar “tendré que meterme una hora en la ducha de agua fría”,- piensa cada vez que ella se regresa a su casa- como “no hay mal que dure cien años, ni gil que lo resista” llega el día en que las cosas se dan con la mayor naturalidad, llegan al departamento, diría el hombre.
“Por lo menos dejé hecha la cama esta mañana”, “y en el refrigerador hay cerveza” “además está cerca” medita mientras caminan, “espero que nadie llegue a buscar algo en el departamento, no abriré la puerta.
Mucho cariño se ve en la pareja, ansiosamente tranquilos caminan, sus manos tomadas, alegría en los ojos de uno y de interrogante en ella, parecen cabros de 15 años que caminan a su primera vez.
Al entrar se abrazan, las manos aprietan los cuerpos, desabrocha con cuidado los botones de la blusa de ella para sentir su piel, tiemblan las manos de ambos, él la dirige a la cama con calma, lentamente, lentamente, las lenguas van enredadas, si fuesen las piernas las que estuviesen tan enredadas no podrían caminar y caerían al piso, legan al borde del lecho y se tiran encima de ella, se miran y sonríen, palabras y susurros surgen de las gargantas de ambos, se mezclan los brazos y el temblor de la piel, se intercambian los olores de ambos que unen la fragancia de los perfumes y del sudor, giran sobre la cama, las bocas exploran los cuerpos escondidos, las lenguas lamen las gotas de sudor amatorio que sale de ellos, y, en un micro segundo la ansiedad hace que entre los giros y besos comience el ataque sobre la ropa, ya no hay cuidado, vuela la blusa de ella cayendo sobre una silla, la camisa en algún lugar del sitio queda, el sostén por ahí queda lo mismo quedan los ojos del negro pegados en sus senos, los bebe, los bebe como un pequeño que lleva días sin comer, mientras bebe de uno posa la palma de su mano en el otro, la posa con suavidad sin apretar, percibiendo esa corriente eléctrica que emana de la piel de ella, parece que percibe el circular de la sangre, ella lo giró y se encarama en él, el hombre se ha desabrochado su pantalón y desata el pantalón de ella, y se lo arranca de las piernas, vuela también vuela como vuela el jeans de él, los de él, vuelan con el slip dentro, sacó todo de una buena vez, le quita el calzón y ahora se revuelcan desnudos, “que mas bello que compartir la gloria del amor, con la Gloria” la recorre entera con sus ojos manos y boca hasta que finalmente luego del preludio el hombre se coloca sobre ella y en el instante en que se van a fundir los cuerpos en uno solo, ella abre los ojos y le dice…
ESPERA, ESPERA.
¿Qué ocurre? (NO uso condón, se dice, y tampoco hay acá)
NADA, NADA, déjame ordenar la ropa para que no se arrugue.
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