La libertad se asomaba a través de los barrotes de su celda, podía olerla, casi tocarla, pero luego chocaba con su realidad.
Era clara como el agua y azul como el cielo en plena primavera, las hojas de los árboles se movian con una increible delicadeza,impulsados por la brisa de aquella tarde, intentaba imitar aquella danza.Las horas pasaban, horas que se transformaban en largos dias, dias que se transformaban en largos años de desesperación y desesperanza, sola en una habitación casi tan blanca como su piel, rayada como su mente, y en pedazos como su corazón.
Cada segundo que pasaba era una tortura más que debía aguantar, eran ella y su sombra, que desaparecía en la noche dejándola completamente sola.
Pero un día, abrieron su puerta, se sentía desnuda, no quería ver nada mas que aquellas paredes blancas y los árboles bailando bajo el sol, temblaba, estaba asustada, no se sentía preparada para el mundo, o el mundo para ella.
Salió, y las luces cegaron sus ojos.
Caminó, y las piedras rompieron sus pies.
Quizo tocar, y las espinas mataron sus manos.
Quizo oir, pero el ruido destruyó sus oidos.
Nada le quedaba, sólo esperar para crecer, y morir nuevamente.