Este ocaso fue tan dulce que me duelen los ojos.
Las palabras –levedades-
Respiran la espera de mansa certidumbre aguardada.
Este espejo,
Hacia donde marchan nuestras músicas y nuestros versos,
Tiene el poder de hacerme decantador doloroso;
Y que los pasos
Hasta logren terminar a la sombreada espesura de la Gran Soledad.

Yo parezco como un delito en la tierra,
Donde el amor podría ser un gesto.
Igual pasa contigo, compañero,
Lo mismo nos sucede...
¿Qué escondrijo es el sueño, la esperanza?...

Mengua la tarde...

Es un charco pequeño la luna entre tanto cielo.
Ella reclama el firmamento
Que ceden las estrellas para cobijo de ángeles
Y de infiernos.
¿Qué decirte de esta brisa de terciopelo?...
¿Dónde hablar tranquilo de esta paz que me desborda?...

(Referencias que me das, luna; ése, tu misterio,
¿Será canto o entraña?)...

Hablo desde el hombre, apenas, desde mí:
Causa insatisfecha, sed única de conocerlo todo,
Arpegio desde el algo sitial desatado en la tierra apresurándose...

Este ocaso fue tan dulce
Que me duelen los ojos...

Mengua la tarde:
Yo soy un delito donde el amor podría ser un gesto.