Entropía I

De vacía y petulante pluma, soberbio y jactancioso se hacía llamar cuentero, gastaba las horas en amorfos e inútiles escritos. La gracia de las letras le había sido negada a cambio de ostentosa y barata verborrea profusa, sus metáforas eran grotescas filas de palabras con nulos significados, adjetivos y sinónimos dispares, burdamente rebuscados eran el resultado de su errada búsqueda de inspiración fecunda.

Fuè llamado a juicio por los grandes y sentado en el banquillo de los acusados.
¿Te haces llamar cuentero? Dinos el motivo que te asiste buen hombre….
El indiciado se revolvía inquieto tratando de encontrar en las gavetas de su mente la respuesta certera y oportuna.
-Maestros, el cuento es el burbujeo multicolor del transcurrir del acorde en la pirueta febril del entendimiento humano…
-¿Qué? ¿Cómo? Exclamaron los maestros.
-¿podéis explicar eso?
-veréis lo simple que es, ahora explico….cuando la galáctica odisea del bemol emerge de las entrañas del palpitante lienzo y la….
-¡Vos no tenéis remedio! Exclamó el maestro principal.

El debate se alargó en exposición de motivos y deliberación de posibles castigos.
El maestro del rincón, que solo había observado, envuelto en humo blanco apuró la última fumada y con la boca seca y enrojecidos ojos, exclamó:
-¡lo tengo!
Convergentes y ávidas miradas lo envolvieron.
-¡La termodinámica maestros, este buen hombre es un genio!
-¡Que exquisita manera de contar cuentos!
-Explicadlo por favor…..exigieron los maestros.
-¡este cuentero es….un ingeniero!….
¡aaaaaaaaah!
Entre sonrisas y aplausos,
aliviados los maestros resolvieron:
El indiciado fue absuelto.

Héctor Falcón.