Capítulo tres
“Nombres y más nombres, Verónica Rippes está confundida... ¿Qué pasó con tu intuición Verónica?”
El muchacho parecía vivir en su propio limbo. No recordaba haber visto a ese tipo ni tenía la menor idea porque se encontraba en uno de sus bolsillos la tarjeta aquella. Acaso escuchar ese disco le despertara su adormecida memoria.
La abuela de Zacarías ni se inmutó cuando le fue mencionado ese nombre, pero sus manos la delataron imperceptiblemente cuando barajaba el mazo de cartas del Tarot, un leve temblorcillo.
-Ni idea ¿Usted dice que era un tipo mayor?- dijo la pitonisa con la vista en las cartas.
-Eso tengo entendido, es la información que tengo- Dijo la detective como restándole importancia, pero sus sentidos estaban puestos en tratar de entender la actitud de la abuela.
-Los amigos de mi nieto son todos muchachos jóvenes como él. ¿Puedo leerle el Tarot ahora, señorita?.- “Está tratando de desviar mi atención” pensó Verónica de inmediato.
-No gracias, a menos que en sus cartas aparezca el homicida.- agregó en tono gracioso, a estas alturas no le interesaba crear un clima hostil, estaba convencida que la abuela sabía más de lo que decía.
La mujer sonrió divertida. Parecía tan en el limbo como su nieto.
El sacerdote Antonio Münch, vivía hace bastantes años en este país y si bien, casi no existían parientes, uno de ellos llamó la atención de inmediato: el doctor Kausel, el mismo que había atendido a Zacarías. El era sobrino por la rama materna del cura y cuando fue interrogado por los efectivos, reconoció el parentesco pero adujo que no deseaba verse involucrado en el sangriento hecho para evitar que la prensa lo acosara y además por el evidente descrédito que podría sufrir su carrera.
La situación ya tenía suficientes aristas como para sacarle un buen partido. Se sumó a ello, la reacción de Zacarías cuando se le hizo escuchar uno de los temas de Emerson, Lake & Palmer. El muchacho se enardeció, comenzó a proferir extrañas palabras y pareció enfurecerse aún más cuando subieron el volumen del tocadiscos.
-El muchacho pareciera no gustar de esa música- dijo Montes, el técnico.
La detective Rippes observaba con detención el comportamiento del joven. Una vez terminada la música, el muchacho pareció caer en cierto letargo que terminó por adormecerlo completamente.
-En algunos casos, es probable que los enfermos de esquizofrenia asuman determinadas fobias. En este caso, Zacarías sufre un cuadro de violencia cuando es sometido a cierta clase de música- expresó el doctor Kausel
-Pero si se le somete a otra, no manifiesta ninguna reacción de ese tipo- terminó Rippes. Es bastante curioso.
-Podría pensarse que esa actitud le fue inducida.- aunque existen ciertas dudas de que se pueda inducir a alguien, le aseguro que es posible.
-¿Acaso una sesión de hipnosis?, ¿así de simple?- preguntó Rippes escéptica.
-Es posible. Usted, como detective, sabe mejor que yo que nada es descartable- finalizó el doctor, contemplando a Rippes por sobre sus lentes.
Luego en su oficina, con la cabeza a dos manos tratando de concentrarse...
-¿Sabía usted que el padre Antonio tenía varias propiedades?- dijo Cartes, uno de los investigadores del caso.
-Y me supongo que hay varios herederos- completó Rippes
-Sólo dos. Uno de ellos, adivine usted quien es.- le dijo el ayudante levantando una ceja.
-Supongo que… no me va a decir usted que es el doctor Kausel.- Verónica se levantó de pronto e hizo un gesto como de alabanza.
-El mismo. Incluso averigüé que un representante suyo ha concurrido a la notaría para interiorizarse de los términos del documento.-
-Interesante. Prosiga en lo suyo.- Verónica hizo un ademán para invitarlo a salir por la puerta tan ruado como llegó, se sentó y mordisqueando su lapicero una sonrisa endulzó su duro rostro.
Se supo que efectivamente, el doctor Kausel sería beneficiado con una importante porción del legado.
El notario admitió haber atendido a alguien que preguntaba por el testamento y además se supo que la lectura del mismo se haría efectiva dentro de quince días.
El médico psiquiatra, doctor Fredes, realizó un detallado diagnóstico de Zacarías, en donde lo tipificaba como un enfermo esquizofrénico crónico, con cuadros recurrentes de violencia. Sometido a una pre hipnosis, el joven se mostró poco reactivo a las sugestiones de este tipo pero empleando luego diversos métodos, se concluyó que aparentemente era la música la que le producía un tipo de reacción violenta. Fredes concluyó entonces que el muchacho posiblemente pudo haber sido sometido a algún tipo de sugestión por medio de algún tipo de música que alteró su desquiciada mente.
-¿Es decir que pudo haber asesinado al sacerdote, en estado de hipnosis?- inquirió la detective Rippes.
-Todo parece indicarlo, es posible... absolutamente posible.- contestó el médico
Es decir, tenemos un asesino que lo es –en apariencia- inconsciente y a alguien que lo indujo a cometerlo. Un experto en hipnosis que bien puede ser su médico psiquiatra- repuso la detective.
-Sé adonde quiere llegar señorita.-
-Intuye bien. Nadie me quita de la cabeza que en todo este asunto, mucho tiene que ver el doctor Kausel.-
-Pero hay otro tipo en este juego, el individuo de los ojos profundos. Quizás otro hipnotizador.-
-Eso lo estamos averiguando doctor, mientras tanto mantenga total reserva, la información no debe filtrarse por ningún motivo.-
“Verónica Rippes está a un paso de dilucidar el misterio... Pero ¿Realmente lo está?”
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