Allá a lo lejos, lejos;
allí donde el sol se pone;
donde despeña el agua,
agua que se descompone
en miríada de motitas,
blancas como la nieve;
allí donde el alma se eleva
como al cielo alzan los pinos,
como sube la neblina;
en ese paisaje hermoso,
en que el verde es jugoso;
y en mil colores distintos,
formando una gran arcada,
el arco iris se ufana;
se escucha una voz alada,
que hace vibrar la montaña;
y es tan tierna la balada,
que el murmullo de la brisa,
el balido del cervatillo,
el dulce trinar de pájaros,
el zumbar de los insectos,
unidos en canoro concierto,
van repitiendo con primor:
¡amor! ¡amor! ¡amor!