Mariposas a cielo abierto
Entré en aquel recinto y un invisible rayo atravesó mi espina dorsal. Olía a ozono mezclado con trementina vieja. Una difuminada luz iluminaba suavemente todos los rincones y un continuo zumbido revelaba algún tipo de ventilación. Sobre una mesa que flotaba quedamente en medio de la nada había, amontonados, decenas de libros de diferentes tamaños y colores.
“Una luz abrirá tu camino.
Serpientes de fuego,
ávidas de amor,
cruzarán tu corazón”
Contemplé con ironía las dúctiles tapas de los libros superiores mientras me iban instruyendo. Había un libro de Bronislaw Malinowsky titulado “Magia, Ciencia y Religión” que me había despertado hacía tiempo mis ansias de saber. Más allá descubrí el pequeño e instructivo “Otras culturas” de John Beattie, y “El enfermo imaginario” de Molière. Estaba claro que habían estudiado mucho sobre los humanos, interesándose más allá de lo puramente académico. Ahora estaba sabiendo el porqué.
“Las mariposas nacen del agua,
juegan con mis manos,
sueñan con tu aliento.
Coraje y voluntad,
osadía e intrepidez,
el sendero esta despejado.”
Abrí uno al azar. Los caminos del destino me llevaron hasta Max Weber. No leía, solo miraba mientras más información entraba en mi cerebro. “¿Tengo que decirles todo esto?¿es necesario? Les interrogué. “Si” respondieron. “No lo van a creer. Están acostumbrados a toda esta sarta de alucinaciones. Me tomarán por un loco” alegué. “No te preocupes” dijeron.
“Conforta tu temple;
cañadas encumbradas,
cruces imparciales;
pasos aprestados,
abiertos a la realidad.”
Supe que todo había terminado y que algo estaba a punto de comenzar. Era como si una pesada carga ya no tuviera sentido seguir llevándola. La pones en el suelo, la miras, sonríes y luego la dejas atrás. Contemplas, entonces, el cielo y te das cuenta que hasta ahora nunca lo habías hecho. Antes todo estaba oculto; ahora, al contrario, está al descubierto. Es hora de que sepáis la verdad.
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