RETORNO


Hoy, con olor a tierra húmeda,
sabor a carbonada y
noticieros de voz ronca
que bañan de sueño mis ojos
por el cansancio de la labor
realizada día a día,
recuerdo mis tiempos de infancia
y deseo momentos aquellos.
Recuerdo a Marta cuando,
haciéndome adulta tras ropaje
robados de cajones parientes
me decía aquellas tardes compartidas
mientras me guardaba entre sillones
preparando su aseo y encerado
que siguiera siendo niña
que siguiera soñando
mientras su tiempo continuaba
continuaba pasando... pasando.
Y yo, no entendía sus consejos
quería crecer, solo eso
siendo apenas una semilla
que soñaba entre sillones
y no creía; no se convencía
de esas ansias suyas por volver
a aquello que aun
yo con desgano poseía.

Pero ahora que estoy adulta
y los restos de infancia
lentamente se me van agotando
por crecer como la mala hierba
aquella que es mala
por no dejarla crecer libre,
recuerdo mi infancia y busco
la forma de volver atrás,
vestirme de inocentes años
y dejar estos ropajes adultos
que ya no son robados. Son míos.
Y deseo jugar domingos enteros
con primos y amigos vecinos
quienes el tiempo ha transformado;
los tengo, mas ya no son míos.
Deseo almuerzos familiares donde solía
tomar bebida y a escondidas
sacar el manjar al pan
y dejar aquella masa olvidada en mi guarida.
No quiero tener problemas,
tener amigos y dulces por doquier.
No interesarme por el dinero
y valorar con la vida a mis amigos.
Desearía salir de casa
con pantalones cortos, rodillas peladas,
la cara sucia y alegre la mirada.

Me gustaría nuevamente hacer
de un perro vagabundo mi mascota.
Despedirme de mi madre con un beso
cuando a la escuela me toque ir.
Y tener un triciclo color rojo,
un par de muñecas, ojos cristal,
ser madre de alguna de ellas
y oír un pequeño cuento
antes de irme a dormir.
Me gustaría volver a tener miedo
de aquel viejo del saco que me venia a buscar
cuando no deseaba comer.
Llorar por cosas simples
y creer... y creer.
Intentaría volver a aquellos momentos
en que la muerte era una extraña,
que la envidia no habitaba en mí,
y que a la pelota yo jugaba.

Soplar las velas de mi torta
y mi abuelo sosteniendo aquel pastel.
Que él no se haya ido
Sin antes verme crecer.
Pero el tiempo paso también por mí,
y así como a él, mi infancia se llevó.
Hoy visto ropa adulta y bien planchada,
sin manchas de barro y gotas de helado.
Ya no paso mis domingos en casa
primos, parientes y amigos ya no veo;
me como el pan entero
y bebida a la hora que quiero.
No tengo grandes vecinos y los dulces
no me gustan aunque muchos tengo.
Siempre ando muy bien y limpia
Y pendiente del dinero.
Desde que crecí
ya no tengo mascota,
veo a mi madre más a lo lejos...
me traslado solo en bus.
Tengo dos muñecas cansadas
del trabajo que me toca,
y un deseo de ser madre
en un futuro; no ahora.
Tengo mucho mas miedos y llantos
que sueños en mi mente guardados.

Conozco la muerte
como la palma de mi mano
y encuentro la envidia
en cada piedra que levanto.
Las navidades son ahora
un comprar y preparar infinito;
cambié dos duendes y tres hadas
por un manojo de humos hostigosos
y enfermedades encontradas.
Uso los mismos zapatos siempre,
y la firmeza de la mano
de mi padre no he vuelto a palpar.
He soplado nuevamente velas
solo cuando vuelve la luz a mi hogar,
y días como hoy; a solas con mi vida
recuerdo mi infancia y a mi Marta
cuando ambas se unían a encerar,
y guardada yo entre sillones
no problemas ni temores,
Marta, con calma me decía
mientras alegre observaba
cuando yo me disfrazaba
de un ser mayor y madurado
con un aire de momentos pasados
que siguiera siendo niña
que no me cansara de soñar...


Lorena P. Díaz M.