- Mi vida siempre ha sido un infierno, doctor. Desde pequeño, desde que tengo uso de razón he estado solo. Mis padres, mis hermanos, mis amigos… eran apéndices que la vida me había otorgado pero sin un valor real al que poder afianzarme. No eran, son, mas que comparsas que iban y venían, van y vienen, sin razón aparente. Cuando murió mi abuela no sentí nada. Me esforcé en sentirlo pero no había nada.
>> Luego,… luego todos se fueron casando, teniendo hijos, teniendo una vida normal. Yo solo he tenido relaciones turbulentas, con final infeliz y ni por asomo ha habido nunca posibilidad de hijos. Entonces,… -trastabillé con mis pensamientos. Fijé mi vista en el blanco techo de la habitación y mis ojos tornaron vidriosos en espera de acontecimientos; pero no dejé que eso ocurriera.
- Continúe – dijo el doctor.
- Entonces, decidí crear mi propia familia. Aquel niño era perfecto, se parecía mucho a mi cuando era pequeño; luego aquella mamá, voluptuosa y generosa, era la mujer perfecta para mi perfecta familia. Los reuní a todos en mi casa y dispuse lo mejor para ellos. Es cierto que al principio se resistieron pero luego, más relajados, comprendieron. Eran mi familia perfecta ¿No tiene todo el mundo derecho a ser feliz? Yo era feliz ¿por qué, doctor, irrumpió la policía en mi casa?¿por qué no me dejaron ser feliz?
La pregunta flotó en la estancia como en espera de una respuesta. Desvié la vista hacia el doctor cuyos escrutadores ojos estaban fijos e mí. Su mirada era una mezcla de asombro, incredulidad y ¿asco? Supongo que se debía al lugar de trabajo, tan deprimente. La cárcel no es el lugar idóneo para abrir una consulta.
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