Entre la noche, entre los edificios de concreto desgastado, entre los aullidos de las bestias nocturnas, entre el frío que renueva mi piel como si fuera un capullo vesicular, entre la maleza de mi alma y de mi mente; de mi pelo enmarañado y mi lengua sedienta encuentro tus imágenes, no en un camafeo de mineral; pero en uno de tu respirar. Aquel que encierra tus miradas más profundas en la sedienta piel que cubre mis heridas que sangran, que gritan y reclaman los pasos perdidos de tu silencio intacto.
Acude a mis manos, a mis ojos y a mis lamentos; aquellos que tanto te han arrullado, esos que te han calmado. Hace frío, una leve ventisca cubre mis palabras y las guía hacia lugares que solo tus sueños han tocado; es como si me tomarás de la mano y a ciegas me guiaras hacia la salida que es la entrada, hacia la entrada que es la salida.
El agujero es cada vez mas estrecho y parece enfrascarse alrededor de un tumultuoso movimiento que se traduce a tus caricias de ajenjo, a tus miradas de cieno. Es aquí donde las sombras colorean mi sonrisa y tus veredas se cubren de un blanco tenue, tan inocente como tu mirar, tan elocuente como tu amar.
Ensangrentada esta mi alma, tu sangre la ha bañado con las palabras que has escrito en el papel de misterio y felinos plasmados, atrapados en esas rejas de pulpa secular que me llaman, que te siguen y te raptan. Mi sangre esta sedienta, sedienta de ti y de tu alma; de los pasos que renueven la luna que te baña en sabanas de seda.
Tu mirada se pierde entre el fuego de los sueños, la alcanzo y la atrapo; me alimento de ella y de sus resuellos que calman mi fulgor, mi hambre, mi ansia y mi violencia. El demonio vive y clama, conquista y ama…a ti.
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