En tu mundo, Matías, no entra gritando la ira,
no estalla un fusil ni estremece el cañón,
no te aturden las falsas promesas vertidas
ni hay voces de mando pisoteando el dolor.

En mi mundo no hay tiempo de escuchar el silencio
del sol que aparece, o al abrirse una flor...
al pintarse de verdes el campo, y el cielo
que al llenarse de estrellas regala su voz.

En tu mundo, Matías, hay sonidos muy bellos:
en tus ojos crepitan llamitas de amor...
Hay señas trinantes de emoción y cariño
que en cada sonrisa se vuelven canción.

En tu mundo y el mío hay miradas que hablan,
hay abrazos que alientan y dan contención.
Dios dio al hombre labios para que besara,
si quiere escucharlo mira su corazón.

¡De qué sirven mil voces si no hablan de amor!