Qué sentirán aquellos que llegan a un lugar diferente al de su entorno habitual con la esperanza de que algo diferente les suceda. Vuelo a un destino lejano... Llego, tomo un taxi y me dirijo buscando a algo o a alguien. Termino en un hotel de 3 estrellas. Luego dejo mi bolso y salgo a recorrer la ciudad. Inconscientemente me acerco a ese lugar al que siempre quise ir. Observo a la gente. Observo sus miradas, sus actitudes y la busco... La busco a ella... A esa que un día cambió mi forma de pensar, de ver la vida. A ella que logró sacarme del sitio donde estaba y empecé a mirarla si verla. Empecé a imaginarla sin poder tocarla. Llegué a soñarla... Y ahora me siento inmóvil, en una avenida con mil autos. ¿Qué hago? Llegó la hora. Ya estoy acá. Todo aquello que pasó, ya pasó... ¿Y ahora? Es el momento de verla, de afrontar la realidad, de atreverme a entrar en su vida. Y de atreverme a cambiar completamente mi vida. ¿Será difícil?. ¿Será imposible?. ¿Será una locura?. Preguntas que no tendrían respuestas hasta que no llegara a su casa. Tenía anotada la dirección en un papelito. Los nombres de las calles se sucedían, parecía que nunca iba a encontrar siquiera aquella calle. La ciudad parecía sorprendida de verme y yo más sorprendido de estar allí. Sin saber hacia donde ir. Llegué a una plaza y me senté en un banco. Miré a la gente, me di cuenta que si ella pasaba por allí no iba a reconocerme. Ella no me conocía físicamente. Yo muy poco a ella. Compré un diario al vendedor. Pasé las páginas sin ver en realidad ninguna noticia. Luego me paré y seguí camino hacia el lado del mar, que se divisaba a lo lejos como un lugar lejano, apacible y sagrado. Todas esas caras parecían decirme algo, parecían estar vigilándome. Yo me sentía cada vez mas solo, cada paso que daba era como un paso más alejado de todo aquello que había dejado en mi ciudad. Empezó a caer la tarde y por allá una persona bajita y delgada me indicó con claridad donde estaba esa calle que había estado buscando. Allá ve? me dijo, me di vuelta y recordé que ya la había pasado y no me había dado cuenta. Ingresé a la calle. Caminé y caminé. De pronto di con un callejón y allí, justo allí el número “1183”. Cuando lo vi una cosa rara me paso por el estomago. Había llegado el momento. La iba a ver. Sólo tenía que tocar timbre. Era una casa algo modesta, las ventanas estaban abiertas de par en par. Dos chicos jugaban en la vereda. Entonces di dos pasos, y luego dos más y otro par más con lo que llegué exactamente frente a la puerta. Una pequeña puerta color verde, que en ese momento me pareció más grande que la del palacio de Buckingham. Entonces, por un segundo recordé, recordé que ella me dijo: "cuando llegues te voy a estar esperando" y fue en ese momento en el que apretando los dientes y con la mano que me temblaba a mas no poder, toqué... |