Aquella tarde había sido como muchas otras, nos habíamos juntado para estudiar biología. Su departamento, para variar, estaba vacío pero a la vez lleno y cargado de esa atmósfera que me turbaba los sentidos. Era como estar en una dimensión oculta impregnada de su olor que me hacía transpirar.
Notó que el "calor" era demasiado y me ofreció un vaso con agua y hielo para refrescarme, camino a la cocina se desvió hacia el baño para mojarse la cara y al volver dijo con esa suave, tenue e hipnotizante sonrisa que fuéramos a su pieza, que ahí hacía menos calor y podíamos estudiar en paz. Seguramente él podría estudiar más tranquilamente pero la verdad es que desde un principio no tenía la más mínima idea de cómo era que la contracción muscular se llevaba a cabo, pero esa no era no era mi preocupación en aquel momento. Pero en esos pequeños lapsos de lucidez decidí preguntarle acerca de la materia y comenzó a explicarme, pero al ver que la confusión crecía en vez de cesar me tomó la pierna (estábamos sentados semi-recostados en la cama) y comenzó a flectara para explicarme que todo ese proceso se producía gracias a al Calcio y la Actina y quién sabe que más...en ese momento todos los colores del arcoiris pasaron por mi cara, la vergüenza era indisimulable, pero nada hacía yo para detener el hecho de que una de sus mano estuviese en mi muslo y la otra en el tobillo.
No sé cuantos segundos habrán pasado (quizás hasta minutos pasaron sin darme cuenta) hasta que me vi atrapado en su mirada inocente, junto con su pregunta acerca de que si había entendido, le dije que debía irme. Extrañado se levantó y me interrogó que qué pasaba, si es que me sentía mal, o si es que no entendía nada. Entonces me di vuelta y le dije con cierto rencor (y, debo admitir, con la vergüenza aún latente) que era él quien no entendía nada.
Las infinitas gotas de agua todavía se esparcían por su cara y algunas hasta recorrían su cuello hasta internarse dentro de su camisa.
Cuando me soltó le dije que debía estar en mi casa temprano y junto con agradecerle por el "estudio" lo miré una vez más y me despedí. "Sé donde está la puerta. - le dije - Nos vemos mañana" Y la cerré tras de mí. Salí caminando a toda prisa para alejarme lo más rápido posible y no dejarme oportunidad de volver. Al doblar en la esquina no aguanté el dolor y me desplomé frente a un árbol en una plaza de por ahí cerca. Ahí estuve un buen rato preguntándome porqué era distinto al resto, porqué yo, porqué a mi, y porqué él.
Cuando faltaban sólo unos cuantos segundos para que el sol se escondiera tras unos edificios, una sombra invadió mi delirio seguida por una fuerte ráfaga de ese tan penetrante aroma que por tantos años me mareaba de la misma forma, de una forma exquisita. Sentí su voz que decía irónica "No que tenías que llegar temprano a tu casa..." Quedé paralizado, no sabía cómo reaccionar: no sabía si reír o si llorar, si gritar o correr, si abrazarlo o golpearlo...finalmente opté por callar y agachar la cabeza. Se sentó al lado mío y me preguntó qué pasaba, fríamente le respondí que nada negando cabizbajo. Rió como lo suele hacer, sutilmente. Con su mano levantó mi cara desde la pera (mentón) y dijo "y esas lágrimas son por nada???". Volteé mi cabeza sin dejar de sentir su tibia mano en la base de mi cabeza y me quedé mirando fijamente un trozo de vidrio de lo que había sido una botella de vino la noche anterior.
Volvió a insistir haciendo un raconto a nuestra infancia en la que, aclaró, siempre le contaba lo que me pasaba y porqué no habría de hacerlo ahora; pasaron unos cuantos segundos hasta que, poniendo su mano en mi hombro, me dijo "soy tu amigo, no?, vamos cuéntame lo que pasa...algo te pasa...te conozco, quizás más que tu mismo"
Tomé su mano y la apreté entre las mías, seriamente y, tras un suspiro, le dije "Sabía que no entenderías...", me paré y me retiré...o eso pensaba hacer hasta que sentí que su mano no me dejaba avanzar.
Se incorporó y sin soltarme me puso contra el árbol en el que hacía un momento estaba llorando. Sin decir una palabra y sin escuchar más que su respiración y sus pálpitos nos enredamos en un beso, un beso eterno.
Tras unos minutos nuestros labios se separaron y noté que una lágrima caía por el costado de su rostro irrumpiendo la armonía de las ya escasas gotas de agua que quedaban en él (producto de la evaporación) y fue cuando me dijo "No sabes cuánto he esperado este momento" y nos volvimos a enredar entre besos y abrazos, en una batalla de amor y pasión. Y me sentí libre, nos sentimos libres de amarnos, besarnos y tocarnos...y fuimos los hombres más felices de la Tierra. El gran peso del estereotipo social llamado "normalidad" nos importaba nada. Aquella tonelada se habría disuelto en nuestro primer beso bajo ese Fresno en aquella plaza...
...Calibraxis...
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