Mi cuerpo no guarda nada por siempre.
Ni los rayos del sol,
ni la fina arena,
ni el aire,
ni el agua,
ni el vino,
ni la hierba.
Ni siquiera mi vida
que un día se irá,
no se adonde,
aunque quisiera.
¿Qué guardamos?
Nada.
Sólo recuerdos,
que a veces olvidamos,
ocultamos,
disfrazamos,
para recordarlos a medias.
Estamos presos de nuestras fantasías,
de nuestros sueños,
de nuestras mentiras,
¿o son sólo ilusiones?
La vida es búsqueda interminable.
De felicidad,
de amor,
de triunfos,
saciar ambiciones insatisfechas,
del vellocino de oro.
Y la única cosa que no se olvida,
que llena nuestra copa de cristal,
que realmente nos satisface,
es el Amor que tiene tantas formas.
Padre, Madre, Amante, Hijos, Nietos, Amigos.
Y que creemos poder comprar.
Vendemos nuestra felicidad sin saberlo.
Le dice, Kisai, el poeta persa, al vendedor de rosas:
"¿Que puedes comprar con el dinero de las rosas,
que sea mas gracioso que una rosa?".
Y otro persa, Isfendiar:
"Pero, ¿quien sabe lo que dice el ruiseñor con su canto,
y lo que busca bajo las hojas del rosal?". |